QUERENCIAS

El pasado miércoles santo enterramos a nuestra muy querida amiga, Dorita… No me gusta el término “enterrar”, puesto que la tierra solo acoge la última ropa vestida, no al Ser que se ha amado; como tampoco me gusta la palabra “despedir”, pues la existencia (no la vida) es un reencuentro continuo, un hasta que nos volvamos a encontrar, si acaso, no un hasta que nos veamos, pero creo que sí un hasta que nos sintamos, de nuevo en algún tiempo, estado o lugar de esa misma existencia que nos devuelve acercándonos cada vez más a Dios, desde el destierro de esta tierra, o desde estas vidas, o lo que cada cual crea que esto sea, pero que siempre es, y será, una pequeña parte de la eternidad.

Dorita es de los nacidos y criados juntos, a un par de calles de distancia, en un pueblo-nido de querencia íntima y estrecha a pesar de las distancias; de los de multitud en verano y cuatro gatos mal contados (entonces, claro) el resto del año… Nacimos y nos criamos en el mismo barrio, fuimos a la misma escuela, si bien que de separación por sexo (nada es perfecto) y nos recriamos de jóvenes en el mismo grupo, la misma nidada de amigos, la misma “peña”, como la nombrábamos – igual pudimos decir “piña” – y que nos ha durado hasta las edades que ostentamos. Pura relación de querencia y de experiencia… y muchos años, nunca demasiados, pero muchos, de “mantenencia” y apego.

Su personalidad, entre maternal y comprensiva, alegre y dispuesta, incondicional y siempre abierta, era su indicativo… Sin haberla conocido, el cura que ofició su homilía, en su sinceridad, lo captó al primer golpe de vista: “si un día como hoy, esta capilla está atestada de gente que la quería (y la quiere, añado yo) es el mejor testimonio y patrimonio que un alma aporta al otro mundo”… No existe descripción más sencilla, exacta y humilde para describir a Dorita. “Lo clavó”, sin grandes extractos discursivos. Su sensibilidad captó la causa por sus efectos, el resultado por la esencia. Así, y esa, fue, y es, Dorita.

Tres o cuatro días antes nos habíamos reunido en la celebración de un cumpleaños de otra querida amiga de nuestro cada vez ya más menguado grupo de supervivientes, y más celebrado y recordado por sus ya sentidas ausencias… “Disfrutemos de nosotros mientras podamos”, dijo en su brindis, en su siempre franca alegría. Sabio sentido en tan sentido sentimiento. Y aparentemente premonitorio, me parece a mí. Ahora todos nos sentimos más huérfanos de lo que ya algunos nos sentíamos por ausencias adelantadas… Ahora, Juan Luis, otro piñón de la misma piña,su esposo, compañero y amigo, del mismo y entrañable grupo, cada vez con más sentidos huecos, vive el luto de su ausencia sin que nuestro consuelo llegue a cubrir su tremenda falta.

Hay un refrán por ahí suelto: “La palabra mueve, el ejemplo arrastra”…Todo esto que escribo no son más que palabras, sentidas por escritas y escritas por sentidas, y ambas cosas por expresadas, pero vocales y consonantes hechas sonido, y aun así habría que leerlas en voz alta. O gritarlas.Pero es el ejemplo el que certifica la autenticidad del sentimiento… Yo soy torpemente parco en exponerlo. Exteriorizo poco y mal lo que siento, pero eso no quiere decir que no lo experimente… Lo pasado no es pasado si es recordado, y cuánto es recordado es apreciado.

Y en esos estoy y me encuentro, o mejor, me desencuentro, en que el Haber del ayer suma más que el Debe del hoy – o quizá sea al revés, según el extremo de la vara desde donde se mire y con la que se mide – y entonces me toque valorar lo que una vez fue, y nunca dejó de ser, una parte importante de mi vida. Dejadme, al menos, que lo diga… Un amigo, fibra del mismo nudo, al que mucho estimé por su querencia y su sapiencia, me dijo en una ocasión, adversa para ambos en nuestro trajín: “Hay que negociar con la vida, no torturarse por la vida”, porque yo, que entonces era, y aún lo soy, un pésimo negociador, me torturo como un gilipollas en el interior de mi dura cáscara exterior.

Sin embargo, reconozco tanto las lecciones aprendidas como las que aún he de aprender… Y eso es, quizá, digo yo, porque tengo la tendencia a mirar la vida por el retrovisor, e imaginar lo que hubiera sido o podido ser mejor, si es que existe lo mejor… Ahora empiezo a mirar lo que fue tal y como fue, y según lo que fue, esto es, como debe ser porque así fue. Existe otro refrán que también lo retrata: “Si la juventud supiera, si la vejez pudiera”… Pero, en fin, mi vejez está empezando a saber lo que en la juventud no pudo ser lo que solo se aprende con la madurez.

Otro amigo de la misma camada, que está comenzando a olvidar cosas, aun conservándolas en su más profundo saber del auténtico ser, me dijo en cierta ocasión algo así de concreto por un incierto contratiempo: “No te preocupes, lo he archivado en el cajón de las cosas que no duelen”… Como verán, puro y duro estoicismo. Ahora, con el desfile de unas y otros, las perlas van haciendo tesoro, y el tesoro va haciendo patrimonio del alma; y el alma, que no suele callarse, sí que tiende a acallarse conforme ensancha…

…Porque el alma ensancha, que lo sepan, ajena a todo límite físico. Como Dorita, que tenía – tiene – un alma claramente ancha y acogedora, cálida y desprendedora, de las que recién la conoces y ya la reconoces… Sin embargo, esto que parece un apretado (ahora sí que reconocimiento) a Dori, que claro que también lo es; igual es un relajado autoreconocimiento de nosotros mismos; de los que quedamos, y entre los que nos contamos las faltas y ausencias, que son las que recordamos y guardamos en lo que aún quedamos de unos y de otras, como un capital que se revaloriza en sí mismo, por corto y menguado que ya sea.

En las existencias (repito: no en las vidas) se repiten las relaciones hasta cumplir las experiencias. Es una enseñanza arcaica. Y ahí estamos, entrelazados todos, y vamos enriqueciéndonos unos a otros, aún sin percatarnos conscientemente… De ahí esos niveles en que no importa la distancia ni el tiempo, pues el vínculo permanece, como si obrara un mecanismo antiguo, aun aparentemente olvidado, pero que funciona como algo perfectamente engrasado… Sirva como excusa la no-despedida de tan querida amiga para plasmar, en negro sobre blanco, lo que lleva enredada alrededor toda relación cuyas raíces desconocemos de cuándo ni de dónde vienen, ni a dónde nos llevarán.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

Deja una respuesta