
Cuando ocurrió la tragedia de las Atalayas, en Murcia, no quise publicar nada en caliente. Subí un breve en el que expresaba que, si explicaba lo que en ese momento sentía, iba a ser peor. Así que no dije nada. Supongo que es mejor dejar pasar un tiempo prudencial, de poso, en que las cosas vayan serenándose, antes que sacar conclusiones finales, con el posible y deseable sosiego de ánimo… Puede que ya sea el momento, o puede que aún no, pero he de decir que nada, absolutamente nada, ha variado un solo pelo de lo que pensaba y esperaba en aquel preciso momento. Que todo ha transcurrido según el programa que yo creía – o me temía – que iba a pasar (el creer o temer no deja de ser una percepción personal de los hechos).
Los medios de comunicación han sacado (y aún siguen) cuanta tajada es posible de una tragedia de este tipo. Días y días, mañana, mediodía y noche, semanas enteras, escurriendo el siniestro jugo desde todas las ópticas posibles, repitiéndolas hasta el hastío una, y otra, y otra vez más; exponiendo en el escaparate público – con la siemprexcusa de informar – todo el dolor de las familias; preguntando a unos y otras que pasaban por allí por su experiencia o pareceres personales, totalmente anodinos e intrascendentes, incluyendo, claro, lo/las que aprovecharon la oportunidad para hacerse un selfie televisado… Elaborar una serie de subprogramas de casquería encaminados a mantener una audiencia abonada a la morbosidad; repetir hasta la angustia el mantra, obligado y ordenado, de lo de la “asistencia psicológica”… Y, por supuesto, claro, ahora tomar posiciones para, en base a la misma malsana repetición, regodearse y regodearnos con las acciones políticas, judiciales y pseudolegales que arrastran las consecuencias. Prepárense.
Los políticos… ¡hay los políticos!, ¿qué decir de ellos?.. en su papel de impartir pésames a distancia; interpretar medidos sentimientos; poner caras compungidas; pero, sobre todo, tirar balones fuera en lo posible, y, claro, mucho puedo-prometer-y-prometo, que aquí va a pagar hasta el Tato… Un tato, por cierto, que, aparte la posible y aparente neodelincuencia empresarial y su historial (véase su currículum de contínua evasión aparecido en prensa), la principal, veraz y más directa responsabilidad, recae en esos mismo políticos que representan a una Administración inepta, si no falaz, en sus funciones. La mejor prueba de culpabilidad confesa ha sido en las prisas que se han dado tras la desgracia en cerrar locales que debían estar clausurados y no lo estaban.
Nadie puede creerse, nadie, que la policía encargada del servicio de vigilancia y seguridad noctura en esas zonas, ignorasen que determinados locales en funcionamiento tenían órdenes de cierre… Se sabe hasta que tales locales incluso habían recibido inspecciones municipales posterior a sus órdenes de trinque… ¿cómo puede someterse a inspección un local que se considera clausurado?.. Simplemente, se sabía que no lo estaba, pese a la órden. En este caso de los locales de ocio nocturno, o está existiendo una apestosa connivencia, o lo que existe es pura incompetencia. Ya sabemos de sobra la independencia con que dis-funcionan los distintos negociados funcionariales de la administración; y la apatía, la desidia, la descoordinación, y, lo que es peor, el descontrol de los que deben controlar su correcto funcionamiento.
Pero es que también hay en esto una cuestión social, humana, mucho más delicada, que nos afecta a todos y cada uno de nosotros como miembros de la sociedad, sobretodo al gremio jóven de la misma, y que nadie, absolutamente nadie, toca… Resulta incómodo, incluso arriesgado, porque se expone uno a recibir las iras y soflamas de esa tal sociedad, y, entonces, todo el mundo calla. Ni siquiera los políticos, que solo se dedican a sacar rédito de urna para sus demagogias (miren el de la facción política que le ha faltado tiempo para atacar a la de la competencia y acusarle del desastre) y que solo están para alimentar y exarcebar el panal de sus votos.
Sin embargo, este humilde servidor, tanto si ustedes me lo permiten como si no lo hacen, me voy a atrever a opinar sobre ello, desde mi personal punto de vista, entiéndase y como es natural… Que me lluevan críticas e invectivas no es otra cosa, al fin y al cabo, que recibir opiniones en contra, dichas con mejor o peor educación, pues las redes están a petar de insultadores. Y así me lo habré de tomar.
Y miren, yo siempre he creído que todo el que frecuente determinados lugares y/o ambientes, de una mayor o menor exposición a riesgo, asume una mínima responsabilidad personal… O así debería ser. El solo hecho del hacinamiento en un local cerrado, agravado por la limitación de reacción que produce el consumo de alcohol y otros petardos, ya supone un factor de ese mismo riesgo. Incluso en festivales abiertos al aire libre, la estampida producida por el pánico se ha cobrado sus víctimas (recuerden el infierno de Woodstook), o la tragedia de Heyssel, como puede ocurrir en cualquier de esos campamentos multitudinarios y peñículas de todas las fiestas.
Cuando la tragedia de Alcalá-20, se legisló sobre aforos. En un principio se mantuvo la norma en calma, hasta que meses después, los propios jóvenes acumulados en la puerta de una discoteca de Valencia que quería hacer respetar la ley, asaltarón el local con toda la violencia de su… ¿inteligencia?.. El peligro más contundente, queramos creerlo o no, reconocerlo o no, está menos en el acondicionamiento de los hacinaderos, que sí, que también, que en el acondicionamiento intelectual (educación) de los usuarios.
Pero esto lo considero una batalla perdida, porque es una cuestión de preparación, de formación e información, de conocimiento, en la que nadie queremos meternos, ni mucho menos, asumirla… Los padres y familias, porque es más cómodo buscar los culpables fuera, o por ahorrarnos molestias y enfrentamientos con una situación que nosotros mismos hemos permitido y fomentado, con la excusa de que somos muy liberados y muy poco fachas (justificación pobre, lamentable y risible)… Y los responsables políticos porque, aparte su estrategia infraeducativa a la que se abonan y apuntan, de formar gente y no personas, su demagogia cuela como agua de Mayo cuando proclama desde el panycirco la culturalidad de lo que es todo lo contrario. Eso es lo que tenemos. Y eso es lo que hay.
En apenas un mes, o quizá antes, desde el atontadero de Halloween, o lo que eso fuere, volverán a llenarse los aforos, o a ser rebasados (la taquilla es lo que importa, en definitiva) de todas las salas en funcionamiento… Y todo el negocio, y todo el circo – con o sin pan – más pronto que tarde volverá a funcionar. Las familias de los muertos echarán toda la culpa y responsabilidad a los ayuntamientos, o a quién sea, igual da, y el consuelo de las indemnizaciones comenzará a rondar el luto… Y éstos, los ayuntamientos, o quién sea, dá igual, se ocuparán de cargar con el gasto de los entierros… y de las ayudas psicológicas, faltaría mas…
¿Qué no le ha gustado el artículo de hoy, dice usted?.. A mí tampoco. Eso ya lo sabía yo. Pero no me llamo a engaño, sé que esto no vá a cambiar…
Miguel Galindo Sánchez / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com