

La deriva del mundo hacia la derecha extrema y extremista parece imparable… bueno, es más ajustado decir implacable, pues parar se puede parar mientras los ciudadanos conservemos el poder de las urnas. Una vez que los que tan torpemente votamos asuman su absolutismo, se acabó… Habremos perdido la oportunidad de rectificar, y la ocasión de regresar de lo peor a lo menos malo. El último país en sumarse al club del neonazismo rampante ha sido Austria, cuya extrema derecha ha ganado las elecciones, y a cuyo líder, exultante, le he oído decir que le gustaría resucitar el antiguo imperio austro-húngaro. Pues por parte del magiar Orbán, otro nazistoide, no va a quedar. Escalofriante.
Aquí, en nuestro país, según las últimas tendencias vistas, Núñez Feijóo viaja con pasaporte ultra. Se empecina en una estrategia que confunde la crítica opositora con la más estéril política destructiva… Ha tirado al inodoro su necesaria centralidad y anda disputando el hueso facha al más retrógrado extremismo. Ha rendido pleitesía a Meloni, que está renaciendo al más rancio fascio italiano; se alinea con Vox en su política de bulos, mentiras y racismo; y se apunta a modos y maneras falangistas que a mí me recuerdan mucho a su paisano gallego de El Ferrol.
Me comenta un prójimo leído que se está convirtiendo en un líder fuerte de una línea dura… Puede ser, maestro, pero a mí me da la sensación contraria: la de un hombre débil que no sabe mantener una línea definida. Cuando era cabeza de ratón en su terruño le fue fácil mantenerse en una postura en que no era contestado; pero al pasar a ser cabeza nacional, ha sido digerido y pasado a ser dirigido por los extremistas de su partido; ha adoptado la desaforada línea Ayuso, que lo maneja como quiere, y ya no sabe ser cola de león. Es mi personal impresión, claro…Se ha revelado como un líder inseguro, del que se aprovechó en su día el narco Marcial Dolado con la impostura de su “amistad”, y del que ahora se están aprovechando todos los que debería poner firmes o desterrar de su lado, y no tiene arrestos para hacerlo.
Un columnista de El País, que se resume a sí mismo como doctor en feijoología, parece haberle confeccionado un traje a la medida. Dice de él sin empacho alguno que “no es nada, es el hombre sin atributos y sin convicciones, puro oportunismo según sople el viento, y pura cobardía ante los aznares, los ayusos, los federicos…”. Afirma este politólogo que padece el síndrome de aquel apresurado, angustiado y asustado Albert Ribera, que tiró a la papelera su patrimonio político al no saber mantener el tipo. Yo no alcanzo a tal análisis, pero sí que veo clara una cosa: es víctima del espejismo de ver que mantiene un más que dudoso pulso con Sánchez en las encuestas de intención de voto, y cree que es por méritos propios, cuando lo cierto es que se debe a deméritos de la competencia… Si la ciudadanía tuviese alguien fiable a quién votar hubiera mandado hace tiempo un buen recado a los del Psoe para que cambiaran al trampantojos. Lo que pasa es que no existe nada mejor, sino peor, al otro lado del Mississipi.
Pero he comenzado este articulejo alarmado por la deriva en un mundo que parece haber perdido la brújula y el sentido común; donde se está votando a gente (me resisto a llamarlos personas) que apoyan, consienten y justifican a genocidas como Putin o Netanyahu, y, sea por casualidad o por causalidad, son todos ellos ultraderechistas malignos como cánceres… No acierto a entender cómo se puede estar en contra de las atrocidades de ese par de monstruos, y, al mismo tiempo y a la vez, estar también votando a los Le Pen, Melonis, Orbanes, Abascales, Trumps y demás sanguijuelas que los defienden y comulgan con tales criminales.
No hace tanto que Argentina encumbró a un loco, Milei, que se le veía venir de lejos con sus arengas desquiciadas y sus números de la motosierra… Apenas unos meses después, 25 millones de argentinos no ganan para sustentar su cesta de la compra. Hace unas pocas semanas que el iluminado libertario, desde el balcón de la Casa Rosada, en el peor “remake” peronista, con su hermana elevada a número dos y su perro Thor como primera mascota del país, lanzaba un desenfrenado triunfalismo mientras el Indec, su Oficina Nacional de Estadística, publicaba el primer Índice de Pobreza desde que el ultraderechista gobierno está en el poder: nada más, y nada menos, que un 53%.
Este es el ejemplo y modelo de cómo actúan estos partidos populistas y descerebrados, y estos sujetos que ofrecen lo que la gente quiere oír, pero que no están dispuestos a cumplirlo por un par de razones simples: porque ni saben, ni quieren; y este es el modelo y ejemplo también de cómo los ciudadanos de una nación rica la llevan a un suicidio colectivo y social, político y económico, a través de sus votos errados, por no decir herrados… El riesgo añadido, que no es poco, es que, una vez copado el poder, estos elementos (véase Putin, Erdogan, Orbán, etc.) cambian las leyes electorales y de gobernanza para eternizarse en el poder y convertirse en auténticos sátrapas, tornando las democracias en dictaduras.
Y soy consciente – no me he caído de un guindo – que este fenómeno se debe al efecto de una causa: la falta de formación cultural de la población, y el resultado de programas educativos enfocados al adocenamiento de las masas, que, aún desde las propias democracias, se han venido impulsando para una más fácil y cómoda gobernación a base de pan y circo y otras lindezas por el estilo. La Pax Romana, en definitiva… Que la ignorancia es el agente causal del desprecio de las enseñanzas de la Historia, lo tengo más claro que el agua. Porque, en realidad, no es nada nuevo: hace 90 años el pueblo alemán, exactamente con el mismo molde que se dá ahora, entronizó a un Hitler que llevó a la ruina a Alemania y a un baño de sangre a toda Europa.
Lo de tener que repetir lo que no se aprende es una enseñanza tan antigua como precisa… y también preciosa. Lo que no comprendo es porqué no nos ponemos manos a la obra.