
La actualidad concede excesivas muestras de una sangrante, preocupante y decepcionante falta de principios en políticos, gobernantes, instituciones, ciudadanos (metámonos todos y sálvese el que pueda), donde incluso el mismísimo concepto de Justicia, aunque esto último nos espante en nuestro plácido “pasar”, por estar encantados de habernos conocido, y tener nuestra conciencia perfectamente domesticada en el “estar”, que no en el “ser”.
Un ejemplo de esto último, aquí mismo, en este región de Murcia, es la orden judicial de desalojo de una vivienda, en Aljucer, ocupada por una mujer sola a cargo de dos hijos, uno de ellos afectado de parálisis cerebral, y que depende de estar enchufado a un nebulizador para poder vivir… Esto es: la propia Justicia practica leyes injustas, si es que aceptamos injusticia (por inhumanidad) como animal de compañía, ya que no prevé cuestiones de pura humanidad. Lo que se desprende de tan crueles actuaciones (se están tirando a la calle a familias con niños en situación de alta pobreza y a ancianos desvalidos y desasistidos, etc.) es que, en estos casos, existen principios económicos por encima de los principios morales.
En estos casos está claro: La deshumanizada Banca, al servicio de las oligarquías financieras y vendida a la perversidad de los “fondos buitre”, llegan a imponer sus criminales intereses por encima de los más elementales sociales, a través de esas, a todas luces, leyes injustas… Aquí existe un sometimiento vergonzoso y falaz de un Estado de… ¿derecho? frente a situaciones que van contra otros derechos: los humanos. Por supuesto, desde la judicatura se me podrá contravenir con las propias y actuales leyes en la mano. Eso no lo puedo discutir. Pero de lo que estoy hablando es de moral, de valores, de ética; en definitiva: de principios.
Otra cuestión de lo mismo, esta vez en el uso de embuste flagrante, la falsificación y el torcimiento nos viene por parte de nuestros propios políticos, también este ejemplo en nuestra región… López Miras (LO-20/6) soltó que a Cartagena la había sacado del Corredor Mediterráneo Sánchez, claro, cómo no?.. Mentira. Si alguien se molesta en mirar el trazado y desde cuándo ese trazado, verá que hace décadas ese Corredor costero, al llegar a esta región, es desviado a Murcia capital alejándolo de Cartagena, y luego regresándolo por Vera (Almería). Y eso lo hizo su propio partido en la época de Valcárcel. Lo afirmo y confirmo porque yo andaba entonces en la Coec, junto a aquel carismático Pérez de Lema, y sé de sus berrinches y protestas por cuanto sucedió. En vez de, por escueta lógica, pasar por el puerto de Cartagena y sacar un corredor hacia Murcia, se desvió a Murcia sacando un corredor hacia Cartagena. El único puerto beneficiado era el de la Cadena…
Otro ejemplo cochambroso de gigantesca y malvada estulticia, esta vez está sacado de la política nacional (hay muchos, por cierto, pero por elegir uno…), y es la vuelta a España del imponderable por impresentable Miley, el de la motosierra, ese indigno y abyecto personaje que vino a seguir insultando al legítimo gobierno de este país (hablo de legitimidad, no de dignidad), que ha tenido la desfachatez de pedir audiencia al Rey – el cual, con muy buen criterio, se la ha negado – pero que la no menos impresentable presidenta madrileña lo ha recibido en sede de gobierno, en olor de multitud y de su ruindad característica, siendo homenajeado e impuesto de una condecoración de una de sus fundaciones-objeto. Tras el besaculos, claro, una higa de cara a Sánchez, que de eso se trataba al fin y al cabo… Mientras tanto, su jefe de partido calla complacido o doblegado – quizá ambas cosas – metiendo la cabeza de avestruz bajo tierra. De nuevo, una cuestión de falta de principios.
Aquí creo que debo introducir un inciso: que haya puesto un par de ejemplos de falta de valores éticos en políticos de derechas, moverá a más de uno/una a soltarme que se me ve la chapa de la chepa. Como quiera(n). Pero es que estos casos recientes se han dado en elementos de esa partitocracia política… También cuando Sánchez cometió la traición sobre el pueblo saharaui y el triste y vergonzoso “rendivous” al sátrapa marroquí, como en otras ocasiones igual, lo critiqué por la falta de esos mismos principios y valores éticos.
Lo que quiero tratar en este artículo, y señalar, es que – en todo el mundo, no solo en España – estamos poniendo al frente de naciones e instituciones a los tipos más bajunos morales que se pueden encontrar (miren aquí el extremo que le ha salido a la extrema); miren al tal Miley, al tal Orbán, al tal Trump, al tal Netanyahu, al tal Putin, a tales engendros que nuestros políticos rinden pleitesía; y a los que estamos votando y aupando en todos nuestros países del ya nuestro decadente occidente… Y lo que me resisto a reconocer, por vergüenza torera, es que la consecuencia de tan degradante fenómeno es, precisamente, porque nosotros mismos, el ciudadanaje de calle y calla, el de a pie, el tonto de la urna, poseemos la misma falta de principios. De tierra mala no puede nacer mas que mala hierba. Y no votamos a otros que no sean como nosotros somos.
Y si eso fuera así, que si no lo es ya me dirán ustedes entonces los motivos del porqué, será que encaramos a nivel humanidad esa tal falta de valores éticos y de principios morales que nos va a conducir al precipicio hacia donde, estúpidamente, estamos corriendo… Igual y lo mismo que observo que, a las personas que intentan conservar y utilizar tales principios, se les ataca con saña, casi con odio, y se les hace objeto de burla y desprecio. No me invento nada, monada. Luego, existe una gran, enorme, inmensa masa dormida, a la que parece importarle un soberano bledo todo; que se deja llevar y manejar, y que son los correveydiles de la platónica caverna. No son los que se alinean, sino los que se alienan ellos solos y por sí mismos. Amogollonados y amasados ante cualquier chupinazo de turno.
El caso, amigos míos, señoras y señores todos y todas, es que, acabamos con el título del principio: o sea, eso mismo, cuestión de Principios, pero con la “P” mayúscula, por favor… Yo no sé si es que los hemos perdido en la travesía; o es que hemos decidido, consciente o inconscientemente, venderlos por un plato de envenenadas lentejas; o simplemente cancelarlos porque darían mucho trabajo a nuestras muy cansadas conciencias. Lo cierto y verdad es que hemos convertido unos principios en unas finales.