NI BUENO NI MALO

En la naturaleza de las cosas, y en la de los casos, nada ES absolutamente positivo, ni tampoco nada ES absolutamente negativo. Tan solo ES, y punto pelota… Lo único que vale es la experiencia que se saca de ellas; solo sirve la vivencia, la enseñanza en cada cual. Porque es que, además, todo sucedido está sujeto al análisis personal de cada individuo; y todo esto, a pesar de que, cuánto sucede, encima ha de pasar por el tamiz general de toda la sociedad… Parece de locos, pero lo personal, tarde o temprano, ha de fundirse en lo colectivo.

En esos veranos alucinantes de mi niñez, que evoco de vez en cuando en estas escriturologías, o lo que fueran, recuerdo mucho, por ejemplo, los soberanos cabreos que se cogía mi madre, cuando, al mediodía, en plena comida, llamaba alguien para comprar un periódico, cambiar una novela, o algún algo… El habitáculo-quiosco en el que apenas nos revolvíamos, si abatías totalmente el tablón que cerraba a la Feria y evitabas la poca corriente que se establecía con la puerta a la otra calle, los allí faenantes podíamos convertirnos en sopa instantánea a efectos de aquel calor agosteño. Así que dejábamos apenas un resquicio refrigeratorio. Nos levantásemos el que tocaba, ella siempre juraba en arameo, y maldecía en voz alta, para que lo oyese el malconsiderado de turno, que no faltaban, precisamente.

Sin embargo, mi prima Tina recuerda con deleite el olor a caramelo fundido que se esparcía y especiaba por las tardes, cuando el “caramelero” pasaba con su fundidor y sus tijeras frente a nuestra caseta ferial… Dos personas distintas; dos hechos diferentes; dos experiencias asumidas; un par de lecciones grabadas en la memoria. Una jodedora, de abuso, de inoportuna molestia, que mi madre odiaba; y un regalo para los sentidos, que mi prima adoraba…. Y todo en el mismo pack de las mismas circunstancias de un mismo tiempo y lugar. No es igual el que dispara la bala que el que recibe el tiro, se me dirá con mucha razón.

Pero tampoco son iguales las aptitudes que las actitudes en todas las personas que formamos la humanidad… La actitud de mi madre era de sacrificio, y su aptitud, la de lograr o no, el ser soportadora de aquello que ocaba; y la aptitud de Tinita era de aventura, y su actitud en consonancia a que cualquier evento le servía de gozosa experiencia. Son nuestros catalizadores. Luego, pasado el tiempo y analizado lo vivido, los recuerdos matizan y ponen en su justo lugar cada vivencia, cada ocurrencia, cada sentencia… con respecto a nuestras actitudes, nuestras esperanzas y desesperanzas, o nuestros propios análisis de la vida… Por eso nos damos cuenta que lo del bien y del mal no está en esas cosas y casos, sino en nuestra propia naturaleza. La de cada cual.

Hace mucho tiempo, recién jubilado de cargas y cargos, una persona con la que colaboré en su trabajo relacionado con las mutualidades laborales, y a la que se me confió para ayudarla en su zona y echarle una mano a fin de abrirle expectativas y relaciones, me halagó con un piropazo de órdago, cuando le dijeron que su contacto era yo: “…porque tú, en la Coec, eres una leyenda, no sé si lo sabrás”, me soltó así, sin preoperatorio, ni anestesia, ni nada. Sonaba a sinceridad, o a lo peor es que yo lo “quería creer” sincero, pero, enfín, cada cual guarda su alma en su almario.

Le agradecí el cumplido, naturalmente, y le fui igual de sincero al contestarle que “bueno, eso son tan solo que opiniones, que pasarán según pasen las personas. Yo no puedo decir lo mismo”… o algo creo que muy parecido a eso. Pero recuerdo que su estupefacción le hizo poner cara de Bugs Bunny… Es otro ejemplo más de la relatividad que intento plasmar en párrafos anteriores; de la bondad o maldad de lo hecho… o de los hechos. De que lo bueno o lo malo, lo positivo o negativo, reside en nosotros, en nuestra percepción de las cosas y que, más que los hechos incidan en las personas, inciden en las perspectivas de las personas… Según desde qué perspectiva se mira y/o según con qué prismáticos se mira, así se ven, o no se ven, las cosas, pues hete aquí que, según C., yo terminé defraudado de dónde creía que fui un mito.

Pura – o aparente – incongruencia, ¿no?.. pues sí que puede, o no puede, serlo. Salvo que el mismo caso sea examinado desde diferentes puntos de vista, claro, desde distintos ángulos, y que sea lo que decía al principio de aquesta crónica: que nada de lo que experimentamos sea intrínsecamente de cualquiera de los dos polos contrarios, sino que el imán de la atracción/repulsión está instalado en la naturaleza humana, no en lo que nos rodea y sucede, y cada cual tenemos nuestro propio y particular eje del imán… Somos nosotros los que, todos y cada uno, asignamos la calificación; y encima, los personajes que encarnamos, lo hacemos en función, o dependiendo de qué circunstancia… que de ahí viene, precisamente, lo de que tales casos y cosas sean “circunstanciales”.

En algún sitio leí que las circunstancias son hijas de las experiencias, pero, aunque lo recuerdo así, tal cual, yo creo que más bien es al revés: que son las experiencias las hijas de las circunstancias… Sea lo que fuera o como fuera, queda meridianamente claro que somos nosotros los que portamos el rol y otorgamos los marchamos y etiquetas de maldad o bondad a cuanto tocamos o nos toca… Y que se nos olvida con demasiada frecuencia, en cada aserto que soltamos, preguntarnos a nosotros mismos lo de ¿comparado con qué?.. a fin de establecer la más justa y equitativa de las distancias entre lo que nos pasa y lo que sentimos, o pensamos, o creemos, que nos pasa… Entonces puede que se muestre, en negro sobre blanco, que nuestra satisfacción o insatisfacción es porque tampoco nos soportamos a nosotros mismos… Que tó pué ser

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com


 

 

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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