¿QUÉ FE, ÓIGA?..

De chiquillo, en catequésis nos preguntaban de forma retórica: “¿qué es la fé?”, y se respondía: “creer sin ver”. Con eso era suficiente. Tres palabras de memoria, y ya está, aunque lo de creer sin ver no deja de ser una fe ciega, claro. Si te atrevías a preguntar – entonces eso era una enorme osadía – alguien ponía, invariablemente, el ejemplo de Santo Tomás… En definitiva, entonces, era “creer lo que te digan”, pensaba yo. Puede valer, pero, ¿lo que te diga quién?, ¿quiénes?, pues lo que te dicen aquellos que ostentan una mayor autoridad que tú en aquello de que se trata, naturalmente… ¿Y qué o quién les concede tal autoridad?, pues resulta que se la conceden ellos mismos a sí mismos.

Con el tiempo, uno se da cuenta que esa es una creencia impostada a la que se le ha colocado una etiqueta con la palabra Fe. Eso, en el transcurso de siglos de práctica, es como si el concepto FE fuese exclusivamente religioso, una virtud expendida por la iglesia de turno… Por supuesto, aparentemente así lo parece, pero en realidad no es así. La fe es una facultad natural básica, e intrínseca, en el ser humano, independientemente de la religión que se la haya apropiado (aquí, en España, habría que decir inmatriculado). Tan es así, que uno oye hablar de fe, e inmediatamente piensa en algún credo religioso.

A eso se le llama practicar “el uso por el abuso”, confundiendo al personal practicante, que para eso antes es “creyente” precisamente; pues si no “crees” es que no tienes fe, y si no tienes fe es que eres un jodido ateo. Y punto pelota… Pero un servidor vuelve, con su permiso, a la catequésis del primer párrafo: ¿pero creer, en qué, maestro?. Y la contestación es clara y precisa: pues en los dogmas, hijo, ¿en qué si no?.. Fíjense si es así, que nuestro famoso por repetido Credo, que es como una especie de jura de bandera, es una recitación a modo de oración de una sarta de dogmas católicos como la copa de un pino.

Tanto se ha desnaturalizado la idea de la fe, que automáticamente la relacionamos con la creencia tradicional dogmática ligada a una determinada religión, y fuera de ese contexto pensamos a modo de idea, suposición, imaginación o vayaustéasaberqué…Pero, realmente, la fe no es nada de eso porque es mucho más que todo eso junto y por separado. La fe, perdonen mi osadía y atrevimiento, es hija de la libertad y hermana del razonamiento, y prima-hermana de la lógica… De ahí que una fe dictada es una fe secuestrada, una fe dirigida, una antifé, que de ahí mismo viene la palabra antifaz (el ocultar, el no dar la cara).

No es mi deseo con esto ofender a los que están convencidos de tener “su” fe. Y si se sienten atacados o insultados, desde aquí mismo les pido disculpas por lo que en modo alguno es mi voluntad, lo crean o no lo crean. Tan solo estoy tratando de razonar la idea de que la fe no es propiedad de nadie, por el simple hecho de que tampoco nadie es poseedor de la verdad absoluta. Ninguna iglesia ni credo tampoco.

Por eso mismo, y de ahí mismo, que cada ser humano de espíritu libre, como libre es así mismo el propio espíritu, emplea el don de la fe nacida en él y de él, según su propio razonamiento intuitivo y exclusivo razonamiento, pues es una retirada al desierto del alma, una introspección personal, que cada quisque debe realizar por su cuenta y riesgo. El famoso e iluminado sabio jesuíta Pierre Teilhard de Chardín, por ejemplo, decía haber encontrado la fe en Jesucristo “no por los milagros que dicen que obró, sino A PESAR de los milagros que dicen que obró”.

Esta frase es la clave de bóveda. La Iglesia ha fabricado un Cristo cuajado de portentos (sépase porqué – según ellos – es Hijo de Dios), con la sangre terrenal del rey judío David por sus venas; cuajada su figura de actos sobrenaturales, y una muerte/resurrección no menos sobrenatural, precisamente para atraer en su entorno una fe entregada, fácil, admiratriz y adoratriz, la fe de los corderos… Ha hecho un Jesús para vestirlo de rituales y subirlo a un trono desde el que la multitud lo pasee y lo adore a través de ellos, sus sumos sacerdotes. Ha hecho de Él un tótem tribal y tradicional al que sacar en procesión y prostración, en definitiva. Es la fe fácil, barata, la de uso y consumo.

Teilhard pone el dedo en la llaga de la humanidad: ¿Cuántos de los más de mil millones de fieles de fedatarios confesos creen en el Cristo universal; en la teoría cristocéntrica del cosmos; en el papel crístico de cuánto ha sido creado?.. Respondan y respondanse cada uno (yo ya lo he hecho muchas veces) pero no me vengan, y me vendan, con una fe que ya no compro ni con la que me dejo comprar…

El mismo de Chardin sigue profundizando en una fe de un Evangelio cuyo mensaje transcendental ha sido tapado, escondido, ocultado, revestido y divulgado de lo más intrascendental que imaginarse pueda, a fin de que la gente piense poco, o mejor no piense, o mejor aún: sea pensada.

Por supuesto, no quiero hacer conversiones algunas, no es mi objetivo, ni mi misión, ni está en mi carisma tampoco… Tómenlo si acaso como una especie de catársis de mí mismo en mí mismo, nada más. Luego, si así lo quieren, me excomulgan, o mejor, me echan un exhorcismo si así se sienten más tranquilos… Pasa que pasa el tiempo, uno se amansa en su rol, y se abriga en su pelo criado en su dehesa, y luego reaparece don Pierre al cabo de décadas de haberlo conocido, y al re-conocerlo ahora en mí, me roboto, y me rebato, y me digo, ¡pero qué carajo!, quién no quiera oír que se tape las orejas y se engrase las ojeras…

Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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