Me esfuerzo y procuro separar a la persona de su creencia. A la primera he de respetarla por encima de la segunda, que puedo o no puedo admitir según en qué medida. Cada cual puede creer en lo que quiera aunque su fe no sea verdadera.
Pero eso no se entiende bien… Si muestro mi desacuerdo con una creencia establecida, automáticamente sus creyentes se sienten ofendidos e insultados. Dicen que no respeto.
No pueden, no saben, no quieren separar su fe de su persona… Criticas mi creencia, me criticas a mí, se dicen a sí mismos. E imposibilitan el diálogo. Pero la culpa siempre es mía.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com