Hace algo más de un siglo el cientifismo cartesiano aseguraba que un aparato volador era contrario a los principios físicos, y se burlaban y condenaban de aquellos que afirmaban lo contrario… Eran tan cerriles como los que hoy pueden defender la inexistencia de los aviones (lo contrario, precisamente). Esa es la ductibilidad de las leyes universales. Solo quiero exponer que la rigidez mental en la ciencia o en la religión tan solo sirve para atrasar la evolución – no para impedirla, afortunadamente – aunque en todas las épocas aparezcan esas mentes ortodoxas, mohosas y acartonadas, que intentan desesperadamente frenar cualquier avance. Ahí tienen, por ejemplo, esas comunidades terraplanistas que en EE.UU. quieren prohibir en las escuelas a Darwin, entre otras burricies.
Pero ese sentimiento retrógrado, en mayor o menor medida, está en todos los seres humanos… Basta que el gurú de turno, sea científico o religioso, diga que esto NO puede ser, para que sea anatema y/o pecado la sola posibilidad de que SÍ pueda ser. Somos, en parte, seres de mente cerrada, obtusa y estructurada según parámetros impuestos por una educación equivocada. En vez de enseñar la práctica del librepensamiento se enseña la práctica del esclavopensamiento, del pensamiento encadenado a dogmas, normas y hormas prestablecidas . Sin embargo, la verdadera realidad, la auténtica y genuina, se abre paso a pesar de todo…
Este sencillo ejemplo de laboratorio – que hace tan solo unas décadas era negado hasta la aberración – demuestra que TODO es posible; y que nosotros tendemos a poner e imponer las leyes del Universo, pero ese Universo tiene sus propias leyes, a despecho de los pensamientos cerrados y encerrados en sí mismos:
Si cogemos una lámina de cualquier material y hacemos dos pequeños agujeros, nos resultaría evidente que, si ponemos sobre su superficie un objeto de menor tamaño que los orificios practicados, y la hacemos oscilar, acabará saliendo por uno de ellos. No por los dos, sino tan solo que por uno de ambos… Sin embargo, es una falsa apreciación si lo convirtiéramos en un principio general de una Ley. Fíjense: el electrón es un objeto (partícula) muy pequeño. Si observamos su comportamiento con la ayuda del microscopio electrónico, veríamos que pasa, a la vez y al mismo tiempo, por los dos agujeros… Imposible, nos decimos, pues si ha pasado por uno no puede pasar también por el otro. Pero sí señores, pasa por los dos a la vez. Será toda la locura que queramos, pero está archisupercomprobado experimentalmente. Esto es: lo que nuestra razón nos niega, la realidad nos lo pone delante de nuestras obtusas narices.
Existen otros muchos ejempos que la actual física quántica se encarga también de ponernos ante nuestros incrédulos ojos… Y todo esto que hoy traigo a colación aquí, es porque deberíamos ser un poco más humildes a la hora de cerrar nuestras mentes a lo posible. Galileo se encargó de enseñarles humildad a los cartesianos de su época, lo malo es que esos cartesianos se lo cargaron echándole al Santo Oficio encima (nada peor que la Iglesia para tal oficio). El ciego que no quiere ver, lo que quiere en verdad es dejar ciego a los demás que sí quieren ver… Y cuando tienen el poder del respaldo de la ortodoxia o de la religión, son temibles en sus actuaciones.
“Eppur si muove”… Nosotros no tenemos el genio clarividente de aquél sabio, pero todos participamos de su humanidad; todos podemos ser él en cuanto a libertad de pensamiento, a pesar de la persecución, y decirnos a nosotros mismos nuestro “eppur si muove” durante todos y cada uno de los días de nuestra vida. Este, y no otro, es el propósito de estas líneas… ¿Qué hubieran pensado ustedes del que les dice que un padre suyo que se marchó un día, regresa otro lejano día mucho más joven que usted mismo?.. Sin embargo, hace apenas nada que Einstein demostró tal posibilidad si viajamos a la velocidad de la luz. Lo mismo, exactamente igual, que usted y yo hace 60 o 70 años hubiéramos llamado loco de atar al que nos hablara del móvil (celular).
…Y sin embargo, hoy nos hemos convertido en esclavos de ese mismo móvil. De negar su existencia hemos pasado a negar la nuestra sin ese artilugio en nuestro bolsillo. Hoy el ser humano existe para su móvil; hemos pasado de la utilidad a la dependencia; la herramienta se ha adueñado del que la maneja… Sin embargo, resulta extremadamente curioso, que, con todas estas experiencias vitales a cuestas, aún mantengamos en nosotros una mente abstrusa, inmóvil y cerrada, hermética a tantas cosas.
El “Quid” de la cuestión es que nos atamos a nuestra existencia mental corporal, que es limitada en el espacio y en el tiempo, como toda materia, naturalmente… Sin embargo, la clave está en nuestro espíritu, no en nuestro cascarón. Tener un “espíritu libre”, como antes se decía, significa ser, pensar, razonar por uno mismo; negarte a ser gregario; a gentificarte; a ser pensado y abducido por una política, por una economía, por una sociedad, por una religión… Podemos (en realidad, deberíamos) usarlos nosotros a ellos, no que ellos nos utilicen a nosotros.
Un viejo y anciano sabio, dejó dicho: “el secreto reside en no ser lo que te rodea, tan solo estar entre lo que te rodea”. Piénsenlo bien con detalle… Es posible, puede ser, que intentar mantenerse en lo segundo, se lo advierto lealmente, se traduzca en vivir la soledad en compañía, que no es tener compañía en su soledad, sino en saber entenderlo y llevarlo, o mejor aún, conllevarlo. Es el precio de ir por libre, de sentir por libre, de pensar por ti mismo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com