Justo es reconocer lo que es justo. Conforme van pasando los meses con el Coronavirus entre nosotros, sus estragos y nuestras actuaciones; y nuestras posturas y reacciones; y tenemos una cada vez más amplia visión desde dónde analizar el también cada vez más amplio panorama, y el comportamiento del virus y el nuestro propio, es hora de serenar los ánimos y mirar hacia atrás… Mi buen amigo Pedro Pozas, varias veces citado en estas crónicas, me recomendó un libro apenas recién editado, escrito desde la perspectiva: “Cóvid-19. La respuesta arbitraria y la estrategia del miedo”. A pesar del título, he de reconocer que está escrito desde la mesura, desde el más exhaustivo conocimiento, por expertos serios e independientes de varias disciplinas, y que pone sobre el tapete que quizá las cosas no sean exactamente como nos las “han estado vendiendo”…
No es un libro “antivacunas”, pero sí que es negacionista de ciertas actuaciones, no de todas, y en su equilibrio reside la fiabilidad… Yo, como cualquiera, estoy de acuerdo en muchas cosas que expone con conocimiento, y en otras, no, pues las analizamos desde distinta perspectiva de fondo, pero en esos puntos, es la frase de Francis Bacon la que actuará como juez, llegado el momento: “La verdad es hija del tiempo, no de ninguna autoridad”… Y el tiempo va transcurriendo y dejando sus posos, sus rastros y sus resultados, sus orígenes y sus consecuencias, y una historia que deberá ser analizada en su día desde otras ópticas menos oficiales y oficialistas, y de las que cada uno habrá de sacar sus propias cábalas.
Lo primero que se desprende de su lectura, con estudios sobradamente objetivos, es que no es lo mismo estar hospitalizado POR coronavirus que CON coronavirus. Y es que las estadísticas han sido realizadas desde una perspectiva errónea, si no interesada, y que una pandemia que desde la distancia no deja de ser una sindenia (una serie de oleadas de infectaciones seguidas y masivas) que, a ritmo ascendiente en número y descendiente en virulencia, van inmunizando de forma natural – ayudada por la artificial, que son las vacunas – a la población, como así ha ocurrido históricamente en toda epidemia, aunque, sorprendentemente, al final, el número de víctimas, sea, poco más o menos, las que se suele cobrar una pandemia de estas características, sin muchas variaciones. Eso sí, alargadas en el tiempo y sin colapsar excesivamente los recursos sanitarios… No por poner diques al agua hay menos agua.
Y aquí es donde los confinamientos masivos iniciales quedan en entredicho, ya que, aparte de para arruinar al país, no sirvieron de mucho. Otra cosa son las explicaciones y justificaciones posteriores de los sistemas responsables. Al final, serán los números totales los que den o quiten la razón… De momento, los que se van conociendo avalan esta tesis, y son datos que, tímidamente, va avanzando la propia OMS… Como ejemplo, la mortalidad que se ha dado en la población mundial ha sido del 0,14%, a años luz de la del 3,4% que se proclamaba en un principio. A modo global, y visto desde otros números: el 99´8% de las personas infectadas por Coronavirus han sobrevivido al mismo… Otra cosa es cómo nos han ido “colocando” este desastre y los motivos posibles para ello.
Aquí, en España, como sospechosa muestra, todos sabemos el famoso y misterioso “Comité de Expertos” con que el gobierno nos colocaba las banderillas. Un Comité que, por cierto, dejó de funcionar en Mayo, cuando se decidió el estatus de “nueva normalidad”, y del que nunca dijeron quiénes eran tales expertos… Bien, al final, dada la presión popular, de entidades, de médicos y científicos y de la propia Europa, el Consejo de Transparencia movió ficha, y obligó a revelar quiénes formaban el tal “Comité Científico-Técnico”, como así se le denominaba. Pudo comprobarse entonces que, de sus 15 miembros, catorce eran funcionarios que trabajaban para la Administración, y solo uno de ellos era un científico e investigador independiente… Sin comentarios.
En fin… que la epidemia, o la sindemia, o lo que sea, es un hecho real y palpable, eso está fuera de toda duda; que hubo errores manifiestos, tampoco hay dudas; que existen motivos políticos y económicos en los que sí hay dudas, también… Sinceramente, no me duelen prendas reconocer ciertas cosas y casos, y recomendarles el libro que a mí un amigo de fiable sinceridad me recomendó leer. Está editado por El Salmón, y sus autores: Paz Francés, José Loayssay y Ariel Petruccelli; una doctora en Derecho Penal, un Médico y un Historiador, y está trufado de exposiciones científicas, sociales e históricas fiables y competentes. Leerlo exento de todo prejuicio y/o condicionamiento, o no, es cosa suya, claro… Yo me debo a la lealtad de compartirlo con todos ustedes, y eso es lo que hago.
Y, créanlo, yo no rectifico otra cosa que algunos de mis matices, y me ratifico en algunas de mis sospechas, pero debo ser honesto en reconocer que la realidad es más compleja, y todos merecemos tener la oportunidad de saber de qué van (o de qué pueden ir) las cosa, y más cuando se mueven por ciertos – y cientos – de intereses… Existe un dicho, sabio y arcaico, que viene a explicar cómo funcionan los mecanismos humanos en estos casos: “La profecía siempre contribuye a su propio cumplimiento”… Pues eso mismo.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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