GUERRAS Y GUERRAS

Cuando se habla de guerra es mejor, mucho mejor, ponerse a rezar por lo que pudiera pasar… Hace tiempo que Europa habla de rearmarse, de estar preparada para lo que dicen que nadie quiere, pero parece que todos buscan: una confrontación con Rusia por motivo de Ucrania. Sin embargo, un poco más allá, Israel, protegido de los que en la otra guerra achuchan al abusón, en esta otra ayudan descaradamente a ese abusón depredador, aquí a costa de los gazatíes. Y no pasa nada, ni nadie dice nada.

Aparte de que no exista ninguna guerra justa, a mí me dan más miedo, y terror, y asco, las de hoy que las de ayer. Por el simple detalle que son más, mucho más, muchísimo más crueles e inhumanas… Les pongo un ejemplo que lo ilustra sobradamente: en la conocida “Guerra de los Seis Días”, que el mismo Israel libró contra una coalición de países árabes en 1.967, por el mismo tema y motivo palestino por cierto, el hoy famoso escritor Amos Oz, y entonces meritorio periodista, recogía experiencias de combatientes judíos donde se ponía de manifiesto ese raro “factor humano” de la guerra:

Un oficial recibió la orden de avanzar sus tanques, y no detenerse bajo ninguna circunstancia… En mitad del camino, unos críos desharrapados y esqueléticos jugaban con una vieja pelota al margen de toda batalla invasiva que se desarrollaba en las ruinas que eran sus calles. Los tanques no podían rodearlos ni eludirlos… “No detenerse, pase lo que pase” fue la reiteración taxativa del mando, y repitió, “por encima de lo que sea”. El militar debía pasar por encima de los chiquillos, no debía perder un solo segundo en su avance… Sin embargo, Amós relata que obvió la orden, paró los blindados, apartó a los zagales de en medio repartiendo chocolate, empleó el tiempo necesario, y siguió su marcha; he hizo lo que su humana conciencia le dictó que debía hacer.

Trasladémonos al enfrentamiento actual: Israel está utilizando la IA (Inteligencia Artificial) para decidir selectivamente a qué o a quiénes bombardear sin pararse en barras si son niños, mujeres, civiles, hospitales o escuelas. Una práctica brutal e inédita hasta ahora… La I.A. Lavender ha creado una base de datos sobre unas 35.000 personas que han sido señaladas como miembros – más o menos aleatorios – del brazo militar de Hamás. Un sistema automatizado selecciona infraestructuras y edificios relacionados en principio con tales objetivos, sin importar todo lo que conlleva de vidas humanas en y alrededor de los mismos… también bajo ninguna circunstancia.

Se atribuye a Lavender las masacres más importantes dadas en la invasión. Las 15.000 personas (niños en su mayoría) asesinados en los dos primeros meses, se consideran meras y simples muertes estadísticas. Si no existieran los periodistas y reporteros (por eso se les extermina también) que dan fe gráfica, sería el genocidio más limpio y perfecto para cualquier exterminio étnico que se produzca.

Ahora díganme, ustedes que me leen, qué guerra se puede considerar más “humana”, dentro de lo relativo que arrastra tal calificativo, claro… El sistema Lavender señala con total y absoluta frialdad los objetivos y los dilemas humanos y morales que hay que arrasar. La poca conciencia y escasa ética que pudiera conservarse dentro del campo de batalla desaparecen bajo los drones-bomba. Los sentimientos no forman parte de las decisiones. Ni los programas, ni los ordenadores, ni los robots, tienen conciencia propia de si hay unos pequeños jugando, o buscando comida, en mitad de los escombros, o no los hay…. Pero lo peor de todo es: ¿hay por ahí alguien a quién le importe?..

Porque tras esos sistemas, cobardemente nauseabundos, es muy fácil esconderse como ratas con un “yo no lo hice”, o “yo no lo sabía”, y arrinconar cualquier sentimiento de culpa o de ínfimo remordimiento… Naturalmente, existe toda una jerarquía de mando en la toma de decisiones, y por ende, de responsabilidades, o así se podría entender. Sin embargo, y aún así, a mí, personalmente, me caben mis muy serias dudas que nadie, ni el más simple cabo o soldado de a pie, pueda eximir su propia conciencia particular de participar en un tipo de guerra tan sutilmente criminal como esta, donde hasta sus decisiones personales están programadas “a priori” por una estrategia de aniquilación ciega y sin escrúpulos.

Por supuesto… lo monstruoso no reside en la herramienta, sino en los que la emplean para estos fines; o en los que justifican tales fines; o en los que trafican con tales fines en el fructífero e inmoral negocio de convertirlas en armas de destrucción masiva. No hace tanto en que los muertos en una guerra los ponían los ejércitos contendientes; hoy ellos son los que menos bajas tienen y los muertes los ponen desorbitadamente los civiles de las poblaciones, niños principalmente. Nunca, jamás como ahora, ha ido a cargo de los más inocentes… Y, sin embargo, las naciones se preparan para ese mismo tipo de guerra; para incidir en esa misma clase de guerra, tan cruel, tan injusta, tan inhumana…

Los seres humanos como tales hemos llegado a lo más bajo en el nivel de esa clase de ignominia. No hay peor guerra que la que tapa los ojos a las personas para evitarles que se horroricen con el resultado de sus propios actos y de los que los mandan, y de los que los permiten, porque les privan hasta de sus propias conciencias, si es que alguna vez llegamos a tener algún tipo de conciencia… Ya hasta somos capaces de estar sopando nuestro intelecto en cualquier telediario de casquería general mientras compartimos nuestro pan de cada día… y aún le pedimos sin empacho alguno al dios doméstico lo de el “dánoslo hoy” como sentido colofón.

Puede que yo esté equivocado, pero creo que el peor pecado de la humanidad es la insensibilidad, por el mero hecho que dejamos de ser humanos.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / miguel@galindofi.com

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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