Lo siento mucho, pero no justifico a nadie, y me parece todo de una banalidad espantosa. Ni al juez que arma un caso con una denuncia hecha en base a noticias de prensa, como el propio denunciador reconoció (hoy no hay en España nada menos fiable que los medios de comunicación); ni a unos partidos que se rebajan a la vileza y la ruindad de promover, apoyar y utilizar tan indecorosas condiciones, porque carecen de medios decentes para ejercer la oposición; ni tampoco a un presidente de gobierno que se monta su adhesión incondicional al estilo Plaza de Oriente para justificarse tontuna y bajunamente…
Para mí – opinión personal, claro – es una absoluta decepción en todas las líneas. Un nivel de ética bajísimo en nuestros políticos, que empieza a contagiarse a nuestro sistema de justicia e instituciones, y, por supuesto, a la polarización ignorante de nuestra cada vez más inculta ciudadanía. No encuentro un solo ápice de responsabilidad en la actuación de ninguno de ellos.
Nos han tenido (a mí, no, desde luego) cinco días entretenidos en un circo mediático, cuyo desenlace se veía venir desde lejos, entre el melodrama, la incertidumbre y el amor incondicional; y con la dedicación desaforada de periódicos, noticiarios y apesebrada tertulianía, sobre la presidencial margarita; como en una miniserie de Netflix, a las que los españoles somos tan adictos y tan adictivos. Todo muy ad-hoc.
Como no podía ser menos, con las bendiciones babeantes y bastardas de unas derechas de burda trama que espera el milagro de lo imposible; pero que sabe que, quede en el pétalo que quede el deshoje, la figura de su enemigo torcaz quedará disminuida y más tocada de lo que ya estaba, por la repetición del numerito del Peugeot 407, que ustedes recordarán, aunque la desmemoria pública de este país llega a tales cotas, que a mí no me extrañaría que ya solo quede como material de hemeroteca del Sr. Fonseca.
Decir a toro pasado que yo ya sabía que firmaba el reenganche al poder, podrá considerarse como un estúpido “así cualquiera, tío”, por mi parte, pero, como en la cosa de hacer cábalas nos apuntamos todos, y yo no iba a ser menos, las mías estaban en la “porra” apostadas como tal… “Regardez la gilipolluá”, pero yo opinaba que el Conde-Duque Perisánchez quiso pensar que, en el ínterin del salto con red, y tan cerca de las europeas, que, por casualidad estamos, a lo mejor en estos días de empollar el huevo, le iba a venir alguna oferta de altos vuelos para el gobierno de Europa, y que, como nadie ha movido ficha, la reflexión tomada ha sido por dada: “Más vale pájaro en mano que un dudoso marrano”…
Naturalmente, pueden tacharme de fantasioso e imaginativo, pero de él me lo espero todo, absolutamente todo; y como yo ya no espero nada, absolutamente nada, de nadie ni de ningunos, pues puedo decir como el bailarín Ángel Rojas, que, a estas alturas, “no aspiro a nada que no sea comulgar conmigo mismo”, por disparado y disparatado que me enjuicien los demás del arco. Como ustedes comprenderán, me da igual que me embarguen los pavos, y lo que piensen los abducidos de uno y otro lado del Mississippi me lo trae al pairo.
Es que, precisamente, ahí es donde está el “quid of the question”: en lo único que parecen estar de acuerdo ambas posiciones es en deseducar a la ciudadanía desde los mismos planes educativos: ya no existe conciencia de la historia reciente, ni de las causas ni de las consecuencias de esa misma historia… Macetas de tierra nueva, ideales para plantar las dos cizañas con las que montar el populismo y la polarización que la partitocracia disfrazada de democracia necesita para medrar. Bobos integrales, tontos útiles que se empapen de las mentiras de ambos polos, con que hacerse la guerra mutuamente.
El resultado es justo lo que tenemos hoy, y las cosas y casos que pasan hoy… El otro día me decía un amigo de mi quinta – somos ya de los únicos que guardamos recuerdo – que si me acordaba de la Transición y del papel modélico que jugaron los políticos de toda laya y condición y la propia ciudadanía española, enfrentándose con decisión a los extremismos vengativos de la guerra y a los residuales de la dictadura. Claro que sí… Hoy, por el contrario, esos políticos azuzan a una ciudadanía acomodada e inculta, para que haga el papel de los extremistas de entonces; y traslademos a las calles la misma sucia guerra que ellos hacen en el parlamento.
Esta última fantasmada lo ha puesto de manifiesto. Si hubiera vivido Berlanga habría hecho una película de ello: “Cinco días de Abril”, for example, y de nuevo sacaría el esperpento nacional a la pantalla de los cines y a los rescoldos de nuestras conciencias, si es que aún conservamos algo de ellas… Aunque mejor quede la cosa donde está y como está, pues arriesgamos a liar otra guerra civil entre nosotros si aventamos el fuego en la paja de nuestras mentes… Virgencica mía, que me quede como estoy.