HIJOS DE…

Me he leído uno de los últimos libros de Fernando Aramburu: “Hijos de la Fábula”. Nada del otro jueves, para mi gusto, claro… Si “Tierra” me entusiasmó, éste me deja frío. La historia de dos amigos, vascos, claro, que deciden hacer la guerra armada, que Eta abandonaba, por su cuenta y riesgo. Un sesgo de idealismo y romanticismo cubre en su totalidad la aventura, ya se lo imaginan: que si luchar contra el imperialismo español; que si el ser gudaris de la patria vasca; que si combatir al empresariado chupasangres que negaba el impuesto revolucionario, y todos esos lugares comunes de las manipuladas luchas armadas, ya saben ustedes…

Solo le veo un detalle no creíble: les describe como de veinte y veintiun años, y sus diálogos más bien parecen pertenecer a críos de trece o catorce años… Unos chiquillos que están jugando a la guerra de buenos y malos; a no sé qué liberación comecocos; a zagales ilusionados que desean emular a sus héroes (falsos) en una épica redentora bajo la bandera de Eta; una iniciación infantil y guerrera que me recuerda a mis cruzadas de los diez o doce años, en las que, junto a los camaradas de fortuna, dirimíamos, a tiros simulados, estocadas no fingidas o garrotazo limpio, batallas por justos ideales imaginados por imbuidos.

Y éste es el detalle, aparentemente inocuo, que me gustaría tratar en éste de hoy. En aquél castigado pueblo de posguerra, afortunadamente, esas justas por inventados ideales las marcaba el cine de la época: o éramos romanos en lucha con algún pueblo bárbaro; o caballeros defendiendo damas y castillos (bueno… la verdad, al castillo antes que la dama); o vaqueros del Oeste contra indios y bandidos; o unas hazañas bélicas sin, entonces, tener muy claro si americanos o alemanes… La preferencia era tan elástica como la cartelera de la semana, o según con qué fuerza marcara nuestra memoria la última película vista.

Sin embargo, no todo era así… En el mundo paralelo que se desarrollaba alrededor del nuestro, y a superiores instancias (Campamentos del Frente de Juventudes, Fet´s y de las J.o.n.s, etc.) otros zagales – a veces coincidían algunos – a ese espíritu joven y virgen, maleable, les endilgaban a jugar a lo mismo, pero con malos y buenos tan intencionalmente definidos como a los personajes de Asier y Joseba de Aramburu. Donde los Rojos eran todos los hijos de Satanás, a los que había que combatir y eliminar; y los azules falangistas eran los ángeles, mártires, héroes y liberadores, a los que emular… La educación de aquella época, que duró casi cuarenta años, era separadora y no integradora; estaba enfocada a perpetrar dos bandos opuestos forjándolos en el odio más irracional del uno contra el otro; o aún mucho peor: en el odio del ganador sobre el vencido. Creo que lo lograron…

…Porque parece que no ha cambiado mucho, aunque simulemos lo contrario. En el País Vasco, como Cataluña, aún se sigue educando en la división, la separación y el rechazo. Como el resto de las comunidades autónomas tampoco son ajenas a hacer la guerra por su cuenta y ofrecer información sesgada y manipulada, territorial y/o partidista, en vez de una integral e integradora, si caso, eso sí, integrista, que es la que parece que se da… Y si lo vemos en clave nacional, no es difícil captar que los herederos de aquella división fratricida aún siguen/seguimos enfrentándonos  entre nosotros mismos, a través de siglas y partidos que alientan el guerracivilismo con caducas ideologías… Los populismos son hijos directos de ello, e incluso los partidos llamados institucionalistas parecen participar y aprovecharse de eso.

El aparente resultado es que en los ochenta últimos años de historia (40 de dictadura y 40 de democracia) no hemos sido capaces de desarrollar una política equilibrada, de proyecto común, capaz de enterrar aquellas nefastas tendencias de división y cainismo en nuestra sociedad… Seguimos como esos dos jóvenes vascos de la novela de Aramburu, ideologizados y abandonados; y como los absurdos partidarios de unas derechas y unas izquierdas, incapaces de armar un consenso, por las ansias desmedidas de unos partidos, unas siglas, ocupados en copar poder por los medios que sea; todos enarbolando la bandera del bien y de la unidad de la patria, pero todos haciendo lo contrario a lo que proclaman.

Naturalmente, esto no se podría lograr sin la participación entusiasta de una ciudadanía infectada del mismo virus de odio, a la vez que inoculada de la apatía, la desilusión, el aburrimiento y el cansancio, pero que votan, una y otra vez, a sus nefastos, ambiciosos pero ineptos, políticos de siempre. Es un círculo vicioso perpetuado por un sistema que se quedó atascado a medio desarrollar, democráticamente hablando, claro… Y es que aquella ejemplar Transición se frenó en una semidemocracia tutelada por los partidos, que impuso una Ley D´Hont sin establecer segundas vueltas, ni desarrolló el sistema de listas abiertas que otorgaba una mayor responsabilidad ciudadana a costa de las siglas. Nos secuestraron una parte de Democracia que ya nunca nos han devuelto.

Si a esto le añadimos unos sistemas educativos encaminados a deseducar y desinformar cívicamente, el resultado es lo que tenemos y en dónde estamos: en un ciudadanaje polarizado, henchido de ignorancia y desencantado, que lo único que le preocupa es seguir enganchado al enfermizo pan y circo montado para su disfrute como reses, y con el suficiente pienso a su alrededor para que no les falten cebaderos.

Esto es: o educamos al personal tendenciosamente, comiéndoles el tarro, para que sean individuos guiados y beligerantes, o sea, para que piensen lo que queremos que piensen (tener claro las posaderas y “pensaderas” para el próximo puente – al fin y al cabo se piensa con el culo -); esto es: capacidad de pensar teledirigida, pero nunca, jamás, educados para que piensen por sí mismos… Hagamos gente, pero no personas.

Los Joseba y Asier de Aramburu no son solo los personajes de una novela, sino el prototipo de cualquier español actual. La pureza e inocencia de sus erróneos planteamientos es directamente proporcional a la maldad y el fanatismo de sus políticos fundamentalistas, de los que han mamado… La cuestión no es el independentismo (mucho menos el mental) si no el resultado del dirigismo bien aprovechado… Eso es lo que está ocurriendo, también en el resto de España y de los demás. Mire tan solo a su alrededor.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ  /  info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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