EN BUSCA DEL MAL

Los de mi edad, y algunos otros de después, espero que bastantes, recordarán la siniestra figura de Eïchmann, aquel coronel de las S.S. que fué uno de los más destacados artífices – y matarifes – de ejecutar la llamada “solución final” del holocausto judío (no solo fueron judíos, por cierto), donde se mandaron a las cámaras de gas a millones de seres humanos por el delirio de un nazismo que bañó Europa en una orgía de sangre, y sobre cuyo estudio, Hanna Ahrendt escribió su magnífica obra “La Banalidad del Mal”.

Terminada la guerra – y este pasaje es muy conocido históricamente – el genocida Eichmann escapó a la Argentina ayudado por un obispo romano (la Iglesia evadió de los juicios de Nüremberg a cientos de criminales nazis, y la España católica y franquista acogió y ocultó a docenas de ellos)… Sabido es que Eïchmann, buscado por el Mossad, la inteligencia israelí, en todo el mundo, como asesino de cientos de miles de judíos, fué localizado en la calle Garibaldi, de Buenos Aires, bajo una identidad falsa, y trabajando como gerente de una de las fábricas de Mercedes Benz. Allí fue apresado, sacado del país bajo disfraz y dopado, y trasladado a Jerusalén, donde fue juzgado por crímenes de guerra. En los años sesenta, toda la prensa mundial se hizo eco de tales hechos.

Hanna Ahrendt, pensadora y psicoanalista judeoalemana, fue enviada por el semanario The New Yorker a cubrir el evento, si bien la autora hizo mucho más: investigar en profundidad el posible origen de la naturaleza del mal, entrevistando cara a cara, en sucesivas y planificadas ocasiones, con aquel monstruo… Naturalmente, esperaba encontrarse con la perversión humana más descarnada y brutal; con la animalidad y bestialidad perssonificada; con la maldad en estado puro, en definitiva. Y de tal experiencia, como filósofa y analista que era, intentar analizar ese gen profundo, oscuro y oculto del mal, en tan odioso e inhumano ser.

Sin embargo, para su sorpresa, se encontró con una persona normal y corriente, tirando a bobo, asustado e inseguro, idiotizado en su propio miedo. Lo describe como un hombrezuelo apocado, tímido, y con todas las características de temores, apegos, y querencias que cualquier persona de la calle. Lo define como anodino, de perfil más bajo que la media, asustadizo y alfeñique… En suma, lo que el general se conoce como “un pobre hombre”. Para Ahrendt era realmente difícil entender cómo aquel hombrecillo tan ordinario y dubitativo podía haber cometido tan espeluznantes crímenes; haber participado activamente en aquel atroz y cruel acto de inhumanidad. De hecho, no lo podía comprender…

…Hasta que encontró la respuesta (pongamos posible respuesta, por prudencia) a tal cuestión: que Eïchmann decidió no pensar en lo que estaba haciendo desde el principio de sus dudas. Toda su defensa la basó en repetir obsesivamente que se limitaba a cumplir las órdenes recibidas; a obedecer, sin pensarlas ni razonarlas, todas las leyes del III Reich; que él se limitaba a acatar aquello que se la mandaba, sin cuestionárselo… Incluso a una pregunta del Fiscal sobre si no tenía conciencia de ello, respondió como un estúpido que él, ni nadie, podía, ni debía, tener conciencia propia, pues se les obligaba a no-pensar, y que la responsabilidad, si la hubiera, es de los que pensaban por él.

He aquí – se dijo a sí misma Hanna – a una persona que no piensa porque no le han enseñado a pensar, sino a no-pensar, desde su tierna edad de pertenencia a las Juventudes Hitlerianas. La obediencia ciega al Partido… Su Banalidad del Mal se basa en la Banalidad del Ser, más que en la del propio mal. O, mejor dicho: del NO Ser. Una persona que piensa, ES, pero una que no piensa, no puede llegar a SER… En la locura nazi que azotó la Alemania de entreguerras, muchos millones de alemanes prefirieron no pensar a pensar. Muchísimos eligieron ser pensados, a pensar por ellos mismos. Y no se puede tener conciencia propia si no se piensa.

Pero esta analista va más allá de su alerta: el resurgimiento de los líderes y sistemas populistas, sobre todo los de corte fascista, es también fruto de lo mismo. Es consecuencia de la existencia de dos factores: de viejas generaciones a las que (nos) enseñaron a pensar unidireccionalmente, en un solo sentido, con orejeras y la zanahoria en el palo; y de otras nuevas a las que, sencillamente, les han anulado su capacidad de pensar por sí mismas… La eliminación de la Filosofía, Humanidades, Ética, etc., de los planes de estudio, convierten los planes educativos en planes deseducativos; se elimina así el desarrollo del mecanismo de pensamiento autónomo (como me decía un joven: “enseñar, sí que enseñan, pero no a pensar”).

Por eso el mal está en lo banal. Ahí mismo reside. Porque se prepara, pero no se educa; se dan materias, pero no conocimientos; se reforma todo, pero no se forma a nadie; se prepara para competir, pero no para compartir… Un viejo maestro viejo, llegó a decirme un día: “están humanizando en deshumanidad, y el resultado lo vamos a ver muy pronto”.

El ser humano no es solo cuerpo y mente, que es lo que creen los modernos seudoeducadores. También es conciencia, o consciencia, si lo prefieren mejor así, que es lo que hace trascender y evolucionar. Si se le suprime esta luz última, se está apagando la del librepensamiento, y aparecerá la maldad por defecto… Dicen los teólogos que la maldad es la ausencia de la bondad. Bueno, vale, de acuerdo. Yo digo que también es la ausencia de conocimiento.

Un robot actúa sin ser consciente de sí, ni de sus actos, porque funciona a través de unos parámetros transmitidos por sus programadores… El ser humano actual se parece cada vez más a un robot biológico al que se le suministra nociones altamente cibernéticas. Creemos pensar que pensamos, y sentimos como que pensamos, pero son pensamientos inoculados, inyectados, transferidos… la verdad es que nadie nos ha enseñado como activar nuestro propio pensamiento…

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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