Bueno… pues se ha tomado la capital murciana de nuevo, y en breve se marchará sobre la capital del reino, también otra vez. Se ocuparán las calles de Madrid por centésima vez, como las de Murcia, crujiendo tractores sobre el asfalto, que se van a enterar lo que vale un peine… Y van ya, ¿cuántas?, las veces que hemos inundado las aceras con nuestras verduras de temporada, para regocijo de paseantes, viandantes y aprovechantes. Unas veces por falta de agua; otras por falta de ayudas; otras por falta de vergüenza… política. Pero nunca, jamás, los problemas del sector han sido abordados, ni solucionados en conciencia. Ni por los gobiernos de derechas, ni por los de izquierdas tampoco…
El otro día, en la capital de nuestra taífa, se dio el mismo, repetido y triste espectáculo de siempre, invariablemente: allí acudió todo el mundo; se mandó estar hasta al último monaguillo; acudieron todos los medios de comunicación habidos y por haber, de toda laya y condición (ojalá cualquier otro problema social tuviera la décima parte de cobertura que éste); y lo más escocedor de todo: no faltó un solo partido; todos los políticos estaban allí, apuntados a la foto (hasta Abascal se hizo un selfie subido a un tractor); el presidente de la Comunidad con sus soflamas; los de la oposición con las suyas… pero todos, absolutamente todos, haciendo demagogia. Cada cual la de sus intereses, y, claro, echándose las culpas los unos a los otros y todos sacando la (falsa) bandera de su defensa, pero sin exponer soluciones, naturalmente… solo el mutuo ataque, aprovechando que la ocasión la pintan calviverde para lucir de demagogos puros y duros.
Y los agricultores, haciéndoles el escaparate, montándoles el escenario… Con sus muy justificadas demandas y sus muy justas quejas, que sí, y apoyados sinceramente por toda la ciudadanía, que también, que hay que ver cómo la gente les aplaudía de corazón – no sé si por la cantidad de dificultades del sector, o por el precio de los limones – pero con la emoción a flor de cuerpo, que eso se notaba, y se veía… Pero, lo cierto, la verdad, la realidad, la ponía en negro sobre blanco un periódico regional al día siguiente en letras bien gordas a pie de portada: “la política busca frutos en la agonía del Campo”, decía. Y esa es la escueta y solitaria verdad, la noticia de siempre. Esa es la foto de la pasada tractorada, como la de las anteriores y las que quedan por venir: que a los frutos de ese Campo y a los bolsillos de los consumidores les van a seguir dando mucho (con buenas palabricas, eso sí), por donde amargan los pepinos, pero los políticos sí que siembran cizaña y sacan sus buenos frutos de todas esas situaciones. Por eso mismo que se suben al carro de todas sus manifestaciones.
El problema del agricultor estriba en sus costos de producción, o de eso mismo se queja. No solo en la escasez de agua, pues podemos producir desalada, pero a un precio mucho más cara y de peor calidad… Es que les ha subido absolutamente todo: el gasoil, los abonos, el transporte, los insecticidas, las semillas, y hasta el pan que se comen. Y no un poco, si no un muchísimo. Una media de un 45% las mansas por las que topan… Y el problema del consumidor reside en que su bolsillo ya no ensancha más para poder pagar el contenido de la bolsa de la compra. Que alguien pregunte a cualquier jubilado, si alguno tiene curiosidad o vergüenza… Por ejemplo.
Pero lo malo, lo peor, no está en el encarecimiento de los costos, digámoslo alto y claro, no. Está en la brutal desproporción entre la producción y la distribución. Las simples, humildes, pero imprescindibles patatas, a un suponer, marcan una diferencia de un +600% entre lo pagado al agricultor y lo cobrado en el supermercado… Al que las produce, se las pagan a 0,20 euros, y a nosotros nos las cobran a 1´20 euros. Seis veces más… Y ahí está el genuino problema, que no nos engañen… Y la pregunta del millón es: ¿dónde está tan abusivo agujero negro?.. ¿quién, o quiénes, se benefician de esa monstruosa diferencia?.. La respuesta es: en los intermediarios, en las grandes cadenas de distribución que monopolizan la alimentación cada vez más; los que imponen la ley de mercado; y los responsables de esta situación son los que les dejan hacer porque no tienen agallas a corregir esta barbaridad, y que para eso cobran como políticos, por indignos e inútiles que sean, y que, a lo peor, hasta se benefician del río revuelto…
Y la solución no estriba en que el sector reciba subvenciones, pues esas las pagamos de nuestros bolsillos públicos. Eso parchea, pero no resuelve el problema. La solución está en que el agricultor rompa esas vías y abra otras para que sus productos lleguen del productor al consumidor. Del bancal a la mesa. Ellos asumirían la subida de costos, cobrarían más por sus productos, y aún el cliente final pagaría menos por los mismos… La cuestión es: ¿quién, o quiénes, le ponen el cascabel al gato?.. Estos políticos, desde luego, no lo van a hacer. Son ineptos y corruptos. Por lo tanto, tendrán que hacerlo los interesados.
Hace cuarenta años, se planteó una reunión de los de Torre-Pacheco en la escuela rural de Meroños, con Pedro Jiménez, gente del sector, y la Coec, a la que yo representaba, pues ya se estaba viendo lo que empezaba a pasar… Se pusieron posibles soluciones sobre la mesa, pero los agricultores no quisieron tomar tales iniciativas. Se hubiera podido establecer entonces vías pioneras para haberlo logrado, pero faltaron lo que las gallinas suelen poner… Hoy, las tractoradas conforman la imagen de la desesperación de gentes que no pueden vivir de un campo cuyas generaciones anteriores lo han hecho dignamente, y que nos ha dado de comer a todos… Quizá entonces se pudo evitar. Quizá ahora aún se pueda evitar. Nunca es demasiado tarde. Pero los todopoderosos intermediarios que producen tan brutal desajuste deben desaparecer…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com