El Papa califica de “anacrónico” a que dentro de la Unión Europea exista un movimiento, populizquierdista, claro, que haya planteado, con cierta fuerza, hay que reconocerlo, la posibilidad de eliminar la palabra NAVIDAD de las fiestas navideñas… Lo cierto es que es una solemne gilipollez, pues muchas otras fiestas tienen el nombre ya solo de referencias, y nadie se rasga las vestiduras por ello… Pero también tendría que reconocer Francisco que la Navidad es cada vez menos Navidad de lo que era la verdadera, la auténtica y genuina Navidad, y eso sí que es un completo anacronismo.
El Black Friday es la antesala de la Navidad, como con el Cyberg Monday forman el triunvirato consumista más potente, y patente, del año… Todo es puro consumo y fiesta; todo está orientado a lo mismo. Lo que pasa es que precisa de una etiqueta (claro que también anacrónica) para justificar el festejo, hedonista y narcisista, y para eso está la Tradición, cuyo mejor soporte y peana es la Religión… A nadie se le ha pasado por la cabeza (todavía) quitar el nombre a la Semana Santa, por ejemplo, un teatrillo cuyo fin último son los desplazamientos y la hostelería; el turismo interior y el consumismo a porfía…
Y así todo y cualquier fiesta hecha patente a través de un puente… Lo del nombre es tan anacrónico como alegórico. Existen esfuerzos – muchas veces hasta sinceros – por conservar los simbolismos como últimos agarraderos motivacionales; como últimos reductos de los orígenes. Es cierto. Pero en vano. Un ejemplo: al final del ciclo, el símbolo del árbol se ha impuesto al del Belén; Papá Noël le ocupa terreno a los Reyes Magos; o del Año Nuevo solo queda ya un reloj y una docena de uvas. Lo único en común en todos es el jolgorio y el consumo desaforado… En estos casos y fastos navideños prima la moda anglosajona (porque es más gastona) sobre la nuestra de ascendencia cristiana. Cuestión de usos y costumbres de última hora. Trueque de tradiciones. Puro e interesado anacronismo para que todo siga lo mismo… Hace cosa de un par de décadas hubo una especie de “revival” belenístico, como una suerte de “moda bis” compensatoria; hasta se intentaba hacer “fusión”, como en la novel cuisine, del Nacimiento (ya ni siquiera Belén) al pie del abeto…
Pero lo cierto es que todo está lleno de anacronismos… No solo lo religioso, lo que llamamos Tradición, o las costumbres – algunas verdaderamente necias – si no también la ideología de los que hoy llamamos políticos. Incluso que la propia política… Esos mismos “izquierderos” mierderos, que su máxima ambición intelectual es quitarle el nombre de Navidad a la navidad, son anacrónicos en sí mismos, ya que de una izquierda culta han devenido a ser los modernos atilas de la cultura, con sus ocurrencias bárbaras y sus absurdas tonterías… Hoy son la personificación de la anticultura, con sus lenguajes inclusivos y su sarta de estupideces…
Lo más inocuo de nuestra Navidad (a nadie hace daño) es adornar nuestras casas y balcones con cuantas idioteces americanas nos fabrican los chinos… Es Navidad, destilamos bobalicones, sin tener ni zorra idea de lo que fue, ni de cuándo fue, ni de cómo fue, ni siquiera de por qué fue, la Navidad primera y original… ¡Y qué más da eso!, se nos responderá clónicamente, ¿acaso ello importa?.. Y seguimos afanándonos en copiarnos los unos a los otros en nombre de una tradición a la que traicionamos todos los años… Convertimos nuestros hogares en el reflejo imitativo, que no distintivo, de unas calles iluminadas para el único objetivo del consumo; escaparates fieles del impulso de la abeja reina a sus zánganos, obreras y pulgones…
Por eso, maese Francisco, lo de tachar de anacrónico el deseo de que desaparezca un nombre, es un anacronismo en sí mismo… Mire usted, señor Papa: el cristianismo desplazó a las Saturnales romanas, que, a su vez, sustituyeron a los Misterios de Mitra; como éstos fueron herederos de los egipcios. Luego, después, ese mismo cristianismo de Jesús fue suplantado por el catolicismo de Pablo, siendo este último colonizado (mejor, comercializado) por el capitalismo más dogmático que el propio catolicismo… Es la Historia, pura y dura.
Y hoy es lo que es: un montón de falsos sucedáneos, unos subidos a la chepa de otros… Anacronismos todos… Aunque yo creo – es lo que pienso – que este último es ya la degradación mayor y más completa de todos ellos. Es la corrupción de toda cultura y civilización anterior sobre el significado de la Navidad… Es mi personal opinión, claro, nadie está obligado a compartirla… Pues yo mismo bien puedo ser otro anacronismo.
No obstante, y a pesar de todo, por seguir la anacronista tradición, les deseo a todos ustedes un Feliz Anacronismo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com