Mi buen amigo Pedro Pozas Terrados, Dtor. del Proyecto Gran Simio en España y Vicepte. del Comité Internacional del Corredor Biológico Mundial, entre otras muchas cosas importantes, ha tenido a bien honrarme con su último libro: REFLEXIONES DE UN SIMIO, dedicármelo calurosamente y hacerme el honor de incluir en él su Prólogo para el mío de Cosmogénesis, como padrino bautismal que fue en su edición… En varias ocasiones recordarán que les he escrito sobre él y sobre su noble y enorme obra, como, muy humildemente, he intentado colaborar concienciando a través de mis modestos artículos…
Una de las citas del libro es de Antonio Muñoz Molina, que abre el capítulo “Personas no humanas”. Literalmente, dice así:
“En un país como España, defender los derechos de los animales resulta heroico. Choca directamente con la médula de la barbarie que, por algún motivo, se mantiene intacta”…
No puedo estar más de acuerdo… Un país donde sus costumbres más ancestrales están basadas en las más atroces torturas a los animales… Donde una parte de sus fiestas están apoyadas en el peor concepto (equivocado, por cierto) de una Tradición mal entendida, o sea, el altar donde se bendice el maltrato animal bajo el patronímico de un Santo o una Santa – toda una aberración si lo piensan bien – y bajo la que se excusan todas las barbaridades de sufrimiento infligido a seres que están por debajo de nuestra escala evolutiva, lo que demuestra, aparte su acendrada cobardía, es que no estamos tan evolucionados como en realidad creemos… De hecho, algunas de nuestras víctimas están por encima nuestra en ciertos aspectos, si las comparamos.
Por eso, como dice Muñoz Molina, que empiece a destaparse una conciencia de que nosotros somos sus cuidadores naturales y no sus destructores, resulta casi que un extraño heroísmo… Hace bastantes años ya que se están haciendo declaraciones científicas memorables, ratificadas en leyes por algunos países más avanzados, de que hay animales que comparten nuestra humanidad. Todo dentro de un contexto más general y abarcante, y también sorprendente: todos los animales, en mayor o menor nivel, son portadores de sentimientos. Los monos, muy particularmente, podrían considerarse personas humanas…
La gente podría extrañarse cuánto quiera, pero es éste un descubrimiento (yo diría reconocimiento, pero bueno…) tardío. Es sencillo: Antropológicamente, y, por lo tanto, también semánticamente, se les cataloga como Humanoides… La raíz de tal clasificación, y de ahí su nombre, es Humano. Lo subclasificatorio de “ide”, enorme presunción por nuestra parte, dicho sea de paso, es para situarlos en la escala de la evolución por debajo de nosotros, los humanos puros, completos, hechos y erectus… Pero nos olvidamos fácilmente que es el hombre el que viene del mono, no el mono del hombre. Que aún exista el “eslabón perdido” darwiniano, no quiere decir que un día no aparezca. Fíjense que se habla de “perdido”, no de inexistente.
Mi recomendación a los que me siguen (considero a mis lectores personas cultas y sensibles, aunque sea una presunción por mi parte) es que busquen el libro y lo compren… Reflexiones de un Simio está editado por la Asociación Cultural y Científica Iberoamericana, y se encuentra distribuido por Vision-Net en todas las cadenas y librerías españolas… Y no es una obra que se reduce a la visión simio-hombre exclusivamente, si no que abarca a toda la naturaleza, a todo el planeta, a todo el clima y el medio ambiente, en un sentido global, integral, abierto, y absolutamente holístico y universal…
Tan conectado y tan cosmológico es su sentido, que, como digo al principio, incluye su Prólogo a mi libro Cosmogénesis… Y, la verdad, no le estorba, aunque pueda parecer una inmodestia por mi parte, que es más un riesgo por la suya, en verdad… Si lo leen y tienen un mínimo de sensibilidad, se van a encontrar tan cercanos a nuestros más próximos hermanos, que, a lo peor, luego se arrepienten de haber abierto la puerta… Avisados quedan.
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