CORRESPONDIENDO

para HEY!:

Doy las gracias desde éste a Catherine Newman, una psicóloga, escritora y autora norteamericana, de Whasington D.C. nada menos, que me hace el honor de solicitar mis tuercerenglones, y me concede el privilegio de apuntarse a mi/su amistad grupal… ya saben: redes dixit. Me pregunta desde cuándo escribo, y, la verdad, es que mi memoria no alcanza a precisarlo, pero desde bien jovencito. Recuerdo que, de niño, me gustaba mucho dibujar, afición heredada de mi padre, sin duda, y que ha pasado a otros miembros de la familia tras de mí…

Mas llegó un momento que aquellas viñetas que abocetaba con todo mi esmero, empezaron a antojárseme huérfanas; como si me gritaran desde aquellos cuadernículos emborronados de grafito, que estaban faltos de contenido, como cosas vivas pero incompletas… Así que comencé a escribirles historietas definitorias, sin mayor cosa ni caso, como por una especie de necesidad. Es curioso, porque, ahora que digo esto, me refresca el consciente una idea que tuve hace unos pocos años, de autoilustrarme mis propios artículos. Creo que lo rechacé por parecerme un tanto narcisista, no lo sé, juzguen ustedes mismos… o la señora Newman, que para eso es del oficio psicoanalítico, entre otros.

Y porque viene a cuento, diré también que, no hace mucho, un joven amigo, también del otro lado del charco, me preguntó que cómo escribía lo que escribo, y de qué me venían las ideas y todo eso… Y le contesté al cómo, que yo escribía a manualidad, sintiéndose el pobre un poco aturdido. Pero es que es cierto, y no sé si será un tanto curioso o no, pero soy incapaz de crear nada a través de un teclado y ante una pantalla, en vez de sobre papel. Las ideas no conectan con mis neuronas si no es a través de mi mano. Me resulta imposible. El cerebro tiene sus preferencias bien definidas. Así que, primero, creo manualmente, y luego lo paso por el “ordenátor”… En mi caso no da el mismo resultado el abrazar al lápiz con mis dedos que el rozar la tecla.

Lo que ignoro es si todos estos, más o menos personales detalles, quieren decir algo, o les sirve como respuesta a los que me preguntan. O valen de algo para algo… Me lo tendrán que decir ustedes, los que me leen, o, mejor dicho, los que aún me lean, si es que quieren, claro, pues tampoco deben sentirse obligados por el hecho de que yo les conteste de aquí. Lo único que deseo dar a entender es que la escritura utiliza distintos nexos cerebrales para expresarse que la oralidad; son como distintos circuitos para llegar al mismo camino. Uno más rápido y directo, y espontáneo, y otro más pausado y pensado, y madurado… Lo primero requiere audacia, lo segundo requiere su tiempo. No sé si con esto será suficiente para mis amigos de “allende los mares”. Eso espero.

Se me preguntaba, en otro orden de cosas, porqué no escribo novelas, y se me regala el ego de que sería un gran novelista… Pues sería grande, pero malo. Solo puedo escribir libros de artículos, tematizados, o temporalizados, pero “articulados”, esto es: más enfocados a re-conocer que a entretener; apuntando más al conocimiento que al esparcimiento, no sé si sabré explicarme. Soy más cronista que contador de cuentos, o de historias, y, al mismo tiempo, más lector de cuentos que fabulista… Una aparente contradicción.

Si escribiera novelas, me gustaría ser como Haruki Murakami, que usa su prosa poética para bordar ensoñaciones de realidad; que se mueve entre lo posible y lo indefinible con una normalidad que asombra sin asombrar. Es de una belleza tal que uno lo lee como “de puntillas”, para no pisar el misterio que hay entrelazado en sus líneas… Es un novelista que recomiendo, pero que no recomiendo a todos. Es la misma razón de porqué yo no podría ser un buen, ni siquiera mediano, novelista. Sinceramente…

Pero sí que tengo que agradecer, y mucho, su interés; interés que creo – también quiero – estimar sincero, por estar libre de otro tipo de interés… digamos menos desinteresado. Los que así se molestan en escribirme, no me conocen, son entidades lejanas, aunque no ajenas (no puede ser ajeno lo que suena a prójimo próximo), lo que demuestra la relatividad que envuelve lo que pensamos como externo siendo más interno de lo que pensamos… Por poner un símil: son como tambores lejanos que suenan cercanos, ¿capicci?..

Pues eso. Que lo que quiero que sea de agradecimiento sea también de acercamiento, y de reflexión entre los que me siguen – los que aún me siguen – y para los que aún escribo, no sé por cuánto tiempo, dicho sea de paso… La función vital y natural de cada ser humano, al fin y al cabo, es ser un emisor/receptor lo más afinado y mejor orientado posible. Compartimos información constantemente, que convertimos en energía más o menos intelectual para ser luego colapsada en la realidad de lo que construimos día a día… Si somos, o no somos, conscientes de ello, he aquí la cuestión, el puñetero dilema, que dijo Shekaspeare por boca de su criatura, Hamlet. La jodida diferencia está en reconocerlo o en no querer saberlo, que de todo hay y en toda la gama de grises, matices e intermedios…

Pero, sea como fuera, gracias, muchas gracias, por mantener siempre alguna diana frente a mi arco. No son flechas las que dispare, sino mensajes, y pueden quedárselos o dárselos al viento y que él disponga su destino… Ustedes mismos.

 MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ  /  info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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