
Para MURCIAECONOMÍA
No hay nada que valga menos para el ser humano que la propia vida humana. No sirve de nada. Tan solo para que cada bando humano airee a sus propios muertos y los contabilice como sus héroes caídos en propiedad exclusiva; pero no son nada, absolutamente nada… Si echamos un muy somero repaso a la reciente historia, las cuentas que nos salen son tan inútiles como vergonzosas; tan brutales como tendenciosas; tan absurdas como estúpidas. Por sangriento ejemplo…
En el par de siglos que duraron las Cruzadas (entonces Europa tenía una población de unos 65 millones de personas), con 34 papas y unas cuantas coronas europeas dispuntándole tierra que decían Santa al Islam (y que, al final quedó en sus manos) costaron, como poco, cuatro millones de vidas “de los nuestros”, y otras tantas de los suyos. Una espantosa carnicería para que las cosas quedaran como estaban… Si hablamos de la Guerra de los Cien Años, que en realidad duró 116, por un quítame allá esos bancales, entre Inglaterra y Francia, costó más de tres millones de vidas humanas, hoguera aparte la que hicieron con la Doncella de Orleans, para, al final del lío, solo sirviera para aligerar el censo de destripaterrones.
Si hablamos de Afganistan, su par de millones de muertos entre rusos, afganos y americanos, para que, al final quede todo como estaba, si bien que peor en derechos humanos, es el saldo… Sigan aumentando el cretinismo americano en Vietnam, para, al final, como en Afganistán, salir con el rabo entre las piernas dejándolo todo como antes estaba… La de Irak fue otro matadero de gente a sumar en degollina. Recientemente, lo de Siria, antes fue también en Libia, El Asad despachó en 13 años más de un millón de muertos, 12 millones de desplazados y un incontable número de niños desaparecidos. Al final, en manos de un régimen tan tiránico como el anterior.
Y aquí no estoy contando guerras empezadas y no acabadas; guerras en curso, absurdas y fratricidas en sí mismas, como las de Ucrania y la de Gaza, por un pedazo de mapa; igual con cientos de miles de muertos, desplazados y desaparecidos, niños en gran parte. Poblaciones enteras arrasadas… Decimos que son un par de locos, pero dos locos apoyados, arropados y justificados por muchos políticos – populistas de ambas varas de medir – que los jalean en sus extremismos sangrientos, y aplauden sus asesinatos y sus exterminios… Y no he metido en esta miscelánea de los tiempos modernos las dos guerras mundiales; la segunda como consecuencia de los abusos que generaron los de la primera; y ésta por iguales causas y motivos que todas las citadas en esta patética lista: por lo más atávico del ser humano; por el tener y el poder, o sea, por nada: por lo que, siendo de todos, no es de nadie; y que, por no ser de nadie, en buena lógica debería de pertenecer a todos. Sin exclusividades.
Sin embargo, en tan corto pedazo de Historia, decenas de millones de seres humanos han sido masacrados absolutamente por nada… Y es en este tal punto, precisamente, donde existe el más lacerante, obsceno y brutal despropósito: ¿cómo es posible que se nos instruya como que el mayor valor que existe sea la vida humana, y luego, por otro lado, se disponga de ellas como carne de matadero, y salgamos tan baratos a la hora de prescindir de tales y tantas vidas?.. ¿tan irremediablemente tontos somos?..
Porque, en este disparatado sinsentido, están los que disponen, y los que se dejan (nos dejamos) disponer… Los primeros nos montan las guerras, y los segundos se la resolvemos sacrificando vidas propias y ajenas “en el altar de la Patria”, eso sí, gratuitamente, porque así lo disponen otros. Por nada y para nada. Los que manejan nos reservan a los que nos dejamos manejar el papel de verdugos y de víctimas, disfrazados de héroes y de villanos; de amigos y enemigos; de buenos y de malos; pero, en definitiva, que es de lo que se trata, de los que matan y mueren… somos seres de recambio fácil y rápida sustitución, pues se nos ha educado en una ambivalencia terrible: costamos menos de lo que valemos. Al revés también podría traducirse, dado lo que hay.
En este aspecto, yo siempre he predicado la insumisión einsteiniana: sin soldados que aprieten el gatillo, las órdenes de apretarlo no sirven para nada… Siempre me ha llamado la atención nuestra fácil predisposición a matar o ser muertos, tan voluntariamente y de buena gana, de forma tan inútil, idiota y simplista, “por la Patria”… Desde según que extremo de la línea de fuego, o de la trinchera, tú puedes ser tanto el “bueno” como el “malo” de la película, el aliado o el enemigo, el defensor o el asesino. Y nos aplicamos como bobos a cumplirlo según el rol. Pero, ¿qué pasaría si se impusiese la conciencia y la cordura, y la inteligencia, dentro de todos los uniformes?..
No… no hay patria más allá de dónde uno paga sus impuestos a cambio de los justos servicios… Y sé que lo que estoy diciendo es muy duro, pero piénsenlo bien y con detenimiento. Nada nos viene dado que no nos hayamos pagado antes. Incluso nuestros políticos que nos gobiernan. Nada debemos a los que nos comen la oreja con lo de que nuestra vida la administran ellos. Nunca ha sido así, aunque siempre lo han vendido, y lo hemos comprado, así. Es todo falso, una mentira… Lo que ocurre – es así de fácil – es que nos lo creemos. Como tantas cosas. Lo hemos creído siempre, desde que se inventó la Historia, y se nos dijo que el solo estar, el solo ser humano, o ser persona, deberíamos de pagarlo con sudor, sangre y lágrimas.
Y aquí seguimos, y así seguimos. Y en esas estamos. Como al principio… Los antiguos aztecas hacían copiosos sacrificios humanos: les decían a los fieles que eran el tributo que los dioses cobraban, y se convertían en santos mártires; y por otro lado se ahorraban bocas que alimentar. Naturalmente, oficiaba el gran sacerdocio, que era el sacrificador, no el sacrificado. Para el que ponía el cuello al filo del cuchillo era un gran honor el que recibía… Pues que sepan que estamos más o menos igual desde entonces: poniendo nosotros los muertos. Millones y millones. Ciento diez millones de muertos en guerras durante el último siglo, que ya es un promedio de cretinismo bastante alto… Mucho más, cuando sabemos que, fuera el perifollo, sirven de bien poco, por no decir que para nada… Y siento decirlo.