No quisiera hablar de la “Dana del Siglo”, como está siendo bautizada, desde sus primeros días de la tragedia… ¿qué menos que un par de semanas por en medio de la llaga?.. Está resultando demasiado poderosa y dolorosa como para que, cualquier análisis que se haga, por discreto que sea, no resulte comprometido. Y me temo que habrán de transcurrir muchas hojas de calendario para ello, pues el luto que aflora de esta tragedia, donde aún quedan docenas de desaparecidos que engrosarán las filas de muertos, nos pone ante las narices una realidad de la que dolernos tanto como avergonzarnos.
Porque, no nos engañemos, lo primero que quedó al descubierto (y seguirán muchas cosas más) a pesar de los primerizos intentos en ocultarlo, y por mucho que se empeñen en simular lo contrario, es que esta España nuestra y mía, tan triunfalista en tantas cosas, tan sandunguera en otras, no está preparada para afrontar un desastre de estas dimensiones… Lo ocurrido hace años en los pueblos de la costa murciana fue un caramelo donde lucirnos todo el mundo a la hora de apechar, comparado con esta magnitud de desgracia, cuya dimensión nos ha sobrepasado; donde ni siquiera tenemos medios para combatir los saqueos (seguimos siendo hienas humanas) en supermercados, tiendas, farmacias… a pesar de las innumerables y heroicas muestras de Solidaridad que surgen siempre entre los buenos profesionales, y la buena y mejor gente que nace de todas partes, para ayudar a los que más necesitan de tal ayuda, y que sus políticos son incapaces de hacer frente.
Pero los buenos profesionales y las buenas gentes no pueden, no deben, no hemos de permitir, que tapen la realidad de nuestros nefastos políticos. Desde lo de Los Alcázares aquí ha pasado el suficiente tiempo como para aumentar los medios y efectivos, y pertrecharnos de soluciones que ya se sabía íbamos a necesitar (las previsiones del Cambio Climático ya no engañan mas que a los ilusos y a los sinvergüenzas)… Y esto va a ir a más, pese a quién pese. Y los medios de comunicación, por muy entregados – también comprados – que estén, tienen que estar para algo más que para repetir cansina y obsesivamente durante semanas el fenómeno de casquería y drama humano; y de acompañar a la foto de los líderes de turno y partido, que vienen a hacer demagogia a costa de la desgracia ciudadana, a hacerse el selfie y a cosechar para su partido y/o gobierno.
Porque, no solo la comunidad valenciana tardó diez horas en comunicar las previsiones de una Aemet a la que se le acusa de centralista porque depende del gobierno central (¿?), hasta en Alemania sabían lo que estaba a punto de pasar (ver El País 4/11, pág.17), sino que incluso su al principio gobierno de su generalitat – PP y Vox al mando -eliminaron la Unidad Valenciana de Emergencias, tachándola de “chiringuito”, y de lo que, curiosamente, Feijóo tuvo bien cuidado de omitir cuando solo vino a ver lo que podía pescar como oposición en rio – y calles – revueltas de mierda, miseria y muerte… Y es tan solo uno de los muchos ejemplos a posteriori surgidos del desastre, y de inmenso calado, en el que nadie, ninguno de ellos, dio su talla. Sánchez, como en la dana murciana, vino a discursear y prometer lo que tan solo cumplirán en parte. Acabará su legislatura y aún habrá damnificados sin sus prometidas ayudas (recomiento artíc. de A. Montiel en L.O. de 5/11).
La auténtica y desgraciada verdad es que estos desastres públicos de pérdidas de vidas y bienes, se politizan rápidamente, y los partidos los usan como munición de guerra entre ellos; todo vale para ser utilizado contra el rival político; cualquier angustia, por dolorosa que sea, sirve para sacar beneficio y ventaja política… Y me duele la cohorte de paniaguados que actúan de teloneros en nómina, que los acompañan a estos desgraciados pésames, y que los arropan, los aplauden y justifican. Como igual me duele la parte de ciudadanía que se cree a los ultraextremos y participa en los montajes de rechazo. El problema del personal ignorante e inculto a la hora de insultar es que confunden lo Institucional (los Reyes) con lo Ejecutivo (los políticos) y rebuznean a los que no debe, a los equivocados, a los que menos culpa tienen.
Luego, una vez pasadas las lágrimas de cocodrilo, y de caimán, y de todo bicho que vive del despojo, se apresurarán a justificarlos en las urnas, a certificarlos con sus votos (cada uno a los suyos, naturalmente), como los genuinos tontos útiles que tan útiles les somos… Y es que los seres humanos, cierto es, somos capaces de las mayores ruindades, al igual que de las mayores heroicidades, porque no sabemos distinguir donde está nuestra propia frontera. Y eso es porque también somos capaces de las mayores gilipolleces.
De una de las muchas tomas aéreas de los pueblos arrasados, me llamó la atención la de uno de ellos en la que se observaba claramente la gigantesca brecha natural de un torrente que la avalancha incontenible del agua había reabierto partiendo el pueblo trágicamente… Y me dio por pensar (grave defecto el mío de pensar), el por qué ese pueblo ha crecido al contrario de por donde debía haber crecido, en armonía con su orografía. Pero es que, me temo, pasado algunos lustros, algunas décadas, algún siglo, se volverá a repetir la desgracia, las muertes, los mismos lutos, iguales lamentos, las mismas tristezas… porque no habremos aprendido absolutamente nada. Y eso por los mismos intereses – tan ajenos como propios – que nos hacen tropezar en los mismos errores.
Y eso casi resulta paradigmático en todos los pueblos de todas las geografías humanas. No aprendemos… o aprendemos poco y mal. O es que no queremos, no nos da la real gana de aprender. En medio de todo este desbarajuste, de las colas de ciudadanos andando hacia lugares vecinos en busca de cobijo y alimentos; justo en mitad del epicentro de esta dolorosa vergüenza humana, nuestra propia teleregional de teleñecos, en un inciso del repetitivo repaso a la tragedia, en un tragicómico y patético giro, pone cara a la felicidad de los que llenan las carreteras por el puente festivo de todoslosantos; a la satisfacción de los hosteleros que tienen todas las reservas cubiertas; a las familias hiperventiladas que salen al típico tópico de “contactar con la naturaleza” y “desconectar” (tras dejar cientos de kilómetros contaminados a tuboscape puro, claro), y que ya tan familiar y ruin nos es.
La vida se abre camino entre la muerte; y el negocio ante la desgracia; y el “guay” ante el pesar. Va en la naturaleza de los individuos que somos, y como tal y porque nos conviene, lo justificamos… Nos viene a las puertas una Navidad, de las tres o cuatro que tenemos en el año, que va a ser triste, muy triste, tristísima, para muchos de los nosotros valencianos; de los que ahora tanto nos dolemos o aparentamos dolernos. Pero c´est la vie, pensamos y decimos, y la vida, tío, acho “es como es”, nos autoconvencemos… No es como la hacemos nosotros, no, qué vá, “es” como a ella le dá la gana, así de borde y así de galana… Pues vale, así será.
Veo con horror de nuevo uno de esos pueblos devastado (permítanme no ponerle nombre). Es una foto en que solo se ven escombros de lo que antes eran casas, tiendas y viviendas… y es asombrosamente parecida, prácticamente igual, a las ruinas de Gaza, pero, claro, no paralela. El paralelismo es que no son los mismos muertos, porque son nuestros muertos. Aunque los muertos sean iguales no nos duelen igual… Es más, por unos instantes, por unos días, un dolor cercano tapa el dolor lejano; un dolor propio oculta el dolor ajeno, si es que aquello todavía produce dolor, algún tipo de dolor, por supuesto. Naturalmente, me van a decir, ya lo sé, no es lo mismo… No, no es lo mismo, pero es igual. La tragedia de esa pérdida es la misma; y la de los que pierden su casa y sus allegados es igual… Aunque la percepción sea hija de muchos padres, siempre es parida por una sola madre.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ /// para su publicación en MurciaEconomía