No… no es lo mismo “tener amigos” que “hacer amigos”… Son un par de frases hechas, cortas, que suelen utilizarse para conjugar el mismo concepto, pero que, sin embargo, definen nociones distintas, ideas diferentes. La superficialidad del lenguaje suele meterlas en un mismo cajón, sin embargo, cuando la vida le ha brindado a uno ambas posibilidades, sabe distinguir perfectamente ambas. La pobreza del alma está en pensar que TENER es igual que HACER, cuando lo primero se encuentra y lo segundo se trabaja, y la valoración nunca puede ser la misma.
Mi vida ha sido relativamente rica en contenidos… o mejor digamos: lo suficientemente como para poder analizar las diferencias. Hacer amigos es laborioso, meritorio, a veces tenaz. Tiene uno que trabajárselo a fondo para hacer unos pocos ejemplares que merezcamos, o que nos merezcan, ya que es mutuo. Tener amigos es más fácil, pues surgen al igual que se sumergen a lo largo de nuestra experiencia de vida, y no tiene uno que esforzase para tener una cantidad respetable de ellos, pues suelen ser circunstanciales, si bien que unos más que otros. Los primeros quedan, los segundos pasan; los primeros están fijos en el recuerdo, los segundos doblan con facilidad la esquina del olvido… No es igual relacionarse que amistarse.
Naturalmente, se hacen más en el primer tramo de nuestra vida, y se tienen más en el segundo – quizá el último – tramo de esa misma vida. Quizá por su efecto acumulativo… El trabajo, las circunstancias, el tener que ESTAR más que el tener que SER; las obligaciones o lo que tomamos por obligaciones; las “necesidades”, nos impulsan a apoyarnos en los amigos de camino y de fortuna, más o menos esporádicamente. Pero los amigos que hemos hecho, se quedan con nosotros, y en nosotros, para siempre, ya que, de hecho, forman parte de nosotros.
Los más jóvenes quizás aún no tengan esa sensación, pero confío que algún día puedan sentirla… Aunque, como suele decirse sin echarle una pensada: “los tiempos no son los mismos”. Claro que no, no son los mismos porque tampoco nosotros somos los mismos, ya que nos cambiamos a nosotros mismos en ese mismo tiempo, y al hacerlo, también cambiamos los tiempos. A mejor o a peor, pero los cambiamos nosotros a ellos, no ellos a nosotros. Para tomar conciencia de ello habríamos de cambiar también un concepto de la manida frase aquella de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Y eso supone quitar el tiempo y ponernos nosotros en su lugar: ¿cualquiera de nosotros fue mejor en un tiempo pasado?..
Que cada cual lo medite para sí mismo… ¿Fuimos mejores como colectivo, como sociedad, como grupo humano?.. ¿fui yo mejor como persona, como individuo, como ser humano?.. Los dos extremos nos darán la medida justa de lo que, y de cómo, somos ahora.
Naturalmente, en este ejercicio de introspección ha de primar la sinceridad, no la parcialidad. De hecho, depende mucho de la tabla de valores que cada quisque se haya forjado – o la hemos forjado – y los intereses que se vean impelidos defender (cuestión de valores)… Quizá que lo de hacerse, o tener, amigos, este en relación proporcional con esto. Puede ser, es posible, ustedes mismos verán y valorarán…
Yo me recuerdo a mí mismo como “¿qué tengo (tenemos) que hacer aquí?”, en contraposición a lo que generalmente veo hoy de “¿qué me puedo (podemos) llevar de aquí?”… Este servidor de ustedes estuvo en plan de disponibilidad una buena parte de su vida. Lo suficiente como para reconocerse como persona-útil en un principio, y como tonto-útil en un final. Yo diría que en un muy prolongado final… al menos hasta que la jubilación me separó del espejismo. Ahora, la falta de juventud, fuerzas y salud, me pone en mi sitio y lugar. Sin embargo, no he perdido la perspectiva del antes y del ahora.
Antes, por ejemplo, uno se afanaba por ser útil, y ahora por ser práctico… Es lo que intentaba aclarar en el párrafo anterior: del “¿se me necesita para algo?”, al “¿hay algo para mí?”.. es un trecho recorrido en el que el realismo gana la partida al idealismo por goleada. Cuando yo llevaba décadas dejándome la piel en la Coec, ya proliferaban los que me preguntaban “¿y tú que sacas de esto?”, entre los más educados de “¿y tú por qué haces esto?”.. Lo mismo se me preguntaba en Cáritas; igual que se me inquiría en mi prolongado charco como Juez de Paz… Y en cuantos sitios, muchos, demasiados quizá, libré gratuitas batallas.
Me da la sensación (ojalá esté equivocado, lo juro) que hemos descrecido los unos y nos han crecido los hunos – con hache – y que la disposición ya no suele ser la misma, si bien existen, gracias al Olimpo, sus muy honrosas excepciones, aunque son bien contadas habas, o así me lo parece a mí… Recién he leído un artículo sobre un estudio sociológico en el que se señala que, en tres décadas, la sociedad española, también mundial, se ha individualizado un 20%. Si eso es así, entonces mi apreciación no anda muy desencaminada.
Y entonces, quizá, a lo mejor, no lo sé, tampoco ande muy desencaminado – aunque sí descamisado – cuando relaciono la “hechura” de amigos con esta deriva… Ignoro si será directamente proporcional o inversamente direccional, a saber, pero se HACEN más amigos en un objetivo común y desinteresado que en un “cada-uno-a-lo-suyo”; más en un codo a codo en una hilvanadera, que alrededor de una comedera; más en la trinchera que en la “trinquera”… Ni en cantidad ni en calidad son homologables. Por supuesto, doy cabida al estar aquí equivocado; al tener errores de apreciación y todo eso; pero me resulta una cuasi constante en mis vivencias… Incluso de la engrosada partida de los “tenidos”, apenas unas pocas unidades salen por “hechos”… No… no es lo mismo hacerlos que tenerlos. En modo alguno.