Algunas veces llego a preguntarme algo que, aparentemente está tan fuera de toda lógica, que resulta rotundamente lógico… Veamos: si el ser humano, como tal, es la culminación perfecta de la Creación (eso dicen los apologetas), entonces ¿por qué carece de todo lo que a lo largo de los siglos, e incluso milenios, hemos tenido que inventar para hacernos la vida más fácil?.. Es como si nos hubieran soltado a medio hacer, y se nos hubiera dicho: “anda, y acabaros vosotros mismos”. Y eso me resulta un tanto incongruente, salvo que así mismo se prestableciera en el programa inicial. Y, aún y así, me suena un poco a un libro de instrucciones que se termina de escribir él solo.
El famoso oceanógrafo Jean Cocteau, contaba la historia de su amigo M. Pobers, catedrático de parapsicología de la Universidad de Utrecht, que fue enviado a las Antillas con la misión de estudiar el fenómeno de telepatía que se daba en determinadas tribus y poblados de allí, en que los cercanos y cosanguíneos comunicaban entre ellos sus cuitas y encargos tan solo que a través del pensamiento… Y relataba un caso del que fue testigo directo en el que una mujer se subió un árbol alto para comunicar una comanda a su marido y su hijo, que habían marchado a una aldea próxima. Al preguntarle el motivo de subirse a un árbol, la mujer respondió: “porque soy pobre, si fuese rica tendría teléfono”…
Así que, volviendo al primer párrafo, tan solo caben dos respuestas a mi pregunta: que SÍ o que NO… Si se nos ha creado como como que somos la obra culmen y maestra de Dios, que para eso, óigan, estamos hechos a “su” imagen y semejanza, deberíamos tener su esencia y potencia, y está meridianamente claro que Él no necesita móvil, ni cacharreo, ni potingues algunos para realizarse en su labor y en plenitud; por ende, si nosotros también lo lleváramos de fábrica, solo queda pensar que lo hemos perdido por el camino y vamos reinventándolo todo; ergo somos claramente deficitarios de memoria, y, por lo tanto, imperfectos, no como Él que es perfecto.
Y en el segundo caso, si es que nos estamos escribiendo nosotros mismos el manual de manejo y funcionamiento según nuestras propias necesidades, y a salto de mata, entonces es que, dentro de nuestra torpeza, al menos se nos ha dotado de inventiva, de imaginación y de sentido de búsqueda… Pero, aún y así, dejamos mucho que desear; luego tampoco somos la perfección absoluta que se nos da a entender desde las entretelas de la religión. Además, hay algo que se explica por sí mismo: si necesitamos a esas religiones es, precisamente, por todo lo contrario: porque no se nos ha hecho perfectos. Dios no necesita de ninguna religión, sino que son las religiones los que lo necesitan a Él, a fin de poder vendérnoslo a nosotros, que somos deficitarios, a su exclusivo y oneroso interés.
Salvo que exista una tercera posibilidad; que ni sí ni no, sino todo lo contrario. Dicho en román paladino: que se nos haya fabricado perfectos de factoría, pero que nosotros mismos, en nuestro libre albedrío, hayamos decidido experimentar la imperfección (acuérdense, please, de aquel follón que se armó en el Universum con la puñetera rebelión de los malos ángeles)… Si pensamos con cierta lógica, habremos de entender que, si decidieron amotinarse fue en ejercicio de su propia voluntad, sin coacciones ni indicaciones, salvo sus propias valoraciones. ¿O no?..
Luego está claramente establecido que utilizamos nuestro santo y a la vez jodido Libre Albedrío para hundirnos a nosotros mismos en la pastelera miseria – si es eso lo que queremos – en ser lo que somos y cómo somos… Naturalmente, tal voluntaria decisión conllevó consigo perder los superpoderes supermánicos con los que estábamos tuneados (la materia tiene eso, que nos abotarga cosa mala), y perdimos la bilocación, la hiperlocalización, la comunicación mental, la inmunidad, el acceso al conocimiento, y montón de virguerías finas que ni podemos imaginar… “Para que sepáis también lo que vale un peine”, nos sopló al oído un colega de espada flamígera cuando nos separamos con el Gps puesto de la Ley de Causa y Efecto.
Y de los restos del naufragio comenzamos a inventar, que es descubrir, que es redescubrir, y a re-colocarnos de postizo lo que nos venía de natural… Y entonces sí, entonces todas las historias parecen encajar como un guante. Por eso mismo, entre las frases en clave con las que sembró su Evangelio el Cristo, está la de “buscad dentro de vosotros, ahí lo encontraréis todo”, pero no dejéis de buscar, “buscad y hallaréis aquello que buscáis”… Le faltó por decirnos lo del “caliente, caliente”, destapad lo que tapasteis, abrid lo que cerrasteis…
Pero lo primero de todo que hemos de abrir es nuestra mente… Eso sí: esta llamada rebelión (expedición) que hicimos al reino de la materia, la hicimos en colectivo, y colectivamente habremos de despertar a la auténtica y genuina realidad. Aunque aquí, es cierto, existe otra aparente incongruencia, y es que todo lo colectivo está formado de individualidades, y el abrir los ojos internos ha de hacerse individualmente pero ayudándonos a la vez entre todos, los unos a los otros. Conditione sine quanon est.
La mujer del árbol no necesitaba el teléfono para nada, tan solo “creía” necesitarlo. Y se engañaba a sí misma. Nosotros hemos creído necesitar las ventajas que un día quisimos perder, saberes que ya poseíamos, y los “recordamos” y “revivimos” en nuestros inventos, artilugios y descubrimientos… Pero arrastramos un lastre: también creemos necesitar nuestro narcisismo, hedonismo y consumismo, y nuestro panycirco de cada día dánoslo hoy; y eso es tan solo que la excrecencia material negativa (maligna) de creernos lo que todavía no somos.
Y ese es el falso conocimiento que, en realidad es desconocimiento, y que hemos de depurar en el crisol de la evolución. Es la ganga, la escoria, la basura, la impureza que hemos de quemar, y que se acumula de nuestra jodida experiencia… Y son las barreras, los tapones que nos impiden reencontrar nuestra herencia perdida… ¿Qué hizo aquél del Evangelio que encontró el tesoro?.. Vender todo lo demás, mandarlo a tomar por saco, y conservar lo único válido, ¿no?.. Pues eso.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com