He escrito varios artículos sobre Santiago: su dudoso enterramiento en España y su más que dudoso Camino, si bien que muy rentable… Sobre la Historia, la leyenda, lo que cuenta el Códice Calixtino al respecto; y sobre la imposibilidad de que esté enterrado a la vez en Jerusalen, de donde nunca salió, y en Galicia; así como la posibilidad manifiesta de eso mismo: de que no estuviera aquí porque siempre estuvo allí. Pero no voy a repetirlo otra vez para que no me llamen cansino…
Si retomo el tema es porque existen nuevas investigaciones, y, por lo tanto, nuevos descubrimientos que añadir a la cosa del caso (EP-13/08, p.ej.) y que me apresto a compartir con aquellos de ustedes que se hayan visto interesados por el asunto en cuestión. Existen temas recurrentes – este es uno de ellos – que cuando se le añaden datos científicos, fidedignos y verificables, y constatables, lo justo y honesto es sumarlos a los conocimientos que ya se tienen, en honor a la verdad… si es que, a estas alturas, esta verdad importa a alguien, claro.
En el punto que quedaron mis anteriores fué que los restos encontrados, (en Campus Stella, ya saben de qué Compostela) fueron los que, el entonces Obispo de Iría Flavia – hoy Padrón – un tal Teodomiro, se apresuró a llegarse al lugar y, por ciencia infusa, que de las ciencias es la más difusa, declarar que aquello era Santiago, y así iniciar uno de los mayores negocios de la Católica con lo del camino peregrino, que se hacía con pan, queso y vino, y que fué inaugurado, por cierto, por Alfonso II de Asturias a cambio de que también el invento pasara por su reino.
Pero antes de venirnos a la actualidad más actual, echemos un poco la vista atrás. Porque, en el año 1.955, el arqueólogo Manuel Chamoso Lamas encontró una lauda funeraria “in situ” santiaguense, con la inscripción del tal obispo Teodomiro: hallazgo histórico que entonces fue envuelto en una suerte de interesada a la vez que silenciada polémica… Imagínense en plena posguerra y una férrea dictadura con un exarcebado nacionalcatolisismo. Los estudiosos y expertos dudaban de la existencia del tal Teodomiro, figúrense…
Muy posteriormente, ya en Julio de 2014, escarbando con el permiso de la Fundación Santiago dicho sea de paso, el arqueólogo Patxi Pérez-Ramallo, encontró una trampilla que daba a una tenebrosa y angosta escalera que llevaba a cuatro metros bajo el suelo del templo: la primera necrópolis, del siglo IX, con “lujosos sarcófagos de ricos; lápidas partidas para pobres; sepulturas grandes de adultos y otras diminutas de niños…” El caso, es que el tal arqueólogo, experto en Datación y Análisis Forense de ADN por Alemania, Noruega y Reino Unido, empezó a trabajar en lo suyo, no sin serias retincencias de los del cabildo catedralicio, claro está.
El caso es que una fría noche de Noviembre de 2019 bajo la lauda encontrada de Teodomiro, apareció una caja metálica que los arqueólogos del año 1955 habían sellado, y que, en sus mismas palabras “fue retirada como si fuera una lata de sardinas”… Una vez abierta, de la misma salieron “virutas, una tela protectora, una calavera, costillas y huesos de brazos y piernas” y una nota del anterior Chamoso Lamas para sus colegas del futuro: la memoria sellada certificaba la autenticidad de un cadáver y las dificultades entonces para autentificar su sexo… ¿era Santiago?.
Bien, cinco años después y una pandemia coronavírica de por medio, los resultados del análisis de ADN y la Datación por Carbono-14 arrojan un veredicto concluyente: No… no es Santiago, si bien es un varón que murió sobre el 820, de una edad aproximada a los 45 años, de complexión débil y poco trabajado, y que, “definitivamente, son los restos más antíguos hallados en la necrópolis santiagueña”… Todo apunta, por detalles prolijos que aquí no enumeraré por falta de espacio, que son los restos del tal Teodomiro obispo “con el 98% de probabilidad”.
Solo a título de curiosidad comentaré que los isótopos señalan que era de allí, que siempre vivió allí y que nunca se movió de allí. Y el análisis del genoma también indica que sus ascendentes provenían del norte de África… En este punto diré que su contemporáneo y competidor Giuliano el Apóstata, restos igual de encontrados en las cercanías (y que igual se achacaron a los de Santiago) también sus análisis genoménicos arrojaron que su ascendencia era africana. Y decir, por último, que se han sacado numerosas muestras de gallegos actuales arrojando la misma procedencia… Osea que menos “celtiñas” y más “pateriñas”…
Enfín, que Santiago sigue en situación que “ni estuvo, ni está, ni se le espera”… Aunque eso, claro, ya dé igual. La verdad no es la verdad, sino lo que se quiere conocer como verdad, aunque sea mentira. Y el negocio de esa “ruta de la seda” no puede parar de ninguna forma ni manera. A estas alturas no se vá a rebautizar como Camino de Teodomiro, que, aunque se ajuste a esa verdad verdadera, no rendiría como el embuste. Háganse ustedes cargo…
Con la repetición de la franquicia en Caravaca se ha hilado más fino… Aquí solo hay unos ángeles voladores de los que no se guardan restos, ni una pluma siquiera, que portaron por los aires una cruz, que ahí está, ahí la tienen; si lo creen bien, y si no pues también… Como lo del “camino” es un trazado arbitrario marcado por la Iglesia y por la Consejería de Turismo pertinente, que vienen a ser la misma cosa, pues a lo que vamos, que es a vender jubileos, proclamar años santos, y a hacer caja… Además ya se le conoce, se reconoce y se le bendice por “Turismo Religioso”. Como si la religión fuera turística y la iglesia una agencia… A lo mejor siempre lo ha sido y yo no lo sabía.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com