A los que están condenados a morir de hambre les da igual morir ahogados. O de un tiro, una vez puestos… La desesperación es la fuerza más incontenible de la naturaleza, y en el ser humano son suficientes razones para no usar la prudencia, sino la supervivencia. Y eso es lo que impulsa a las personas, a cualquier raza de personas… Parece mentira que nuestros políticos, y muchas personas contagiadas por ellos, no hayan caído en algo tan elemental, y no se den cuenta que la solución está en trabajar la causa, no en oponerse al efecto. Hasta las propias leyes físicas se reconocen en tal principio: “la presión que se ejerce sobre un líquido, se transmite íntegramente y con la misma intensidad en todas direcciones”. (Pascal, siglo XVII).
El ominoso mar y la temible valla de Melilla funcionan solo como eventual y relativamente disuasorios. El primero como elemento inexorable que la geografía impone; y la segunda como sicario vicario, pagado para que una mano no se entere de lo que hace la otra, que es como se intentan comprar las conciencias… hasta las que se tildan a sí mismas de cristianas… Últimamente, la política nacional se ha vencido – si bien artificialmente – hacia la inmigración como gran problema de Estado. Es como si se quisieran tapar todos los demás con uno cuya parte principal no puede alegar nada, pues se ha despojado de voz, aparte su ya limitada expresión, a los agentes principales: los propios inmigrantes. Todos los partidos se lanzan a usarla como garrote, unos contra los otros, como sangrienta excusa, aparte de hacerla diana de embustes, face news y mentiras prefabricadas con las que ya, por anticipado, se ha preparado a la población para que las crea a pies juntillas.
Una ciudadanía a la que, por estos deshonestos medios y cauces, se la hace cada vez más racista; donde la xenofobia se abre camino sobre cualquier consideración; en la que se cree lo que se quiere creer, no lo que en verdad es… Cuando expongo esta triste realidad, y se me rebate con rabia (están en su legítimo derecho) la respuesta siempre suele acabar con la misma muletilla: “y que conste que yo no soy racista”… y no, aquí nadie es racista, pero de los cien mil ucranianos a los que abrimos brazos, hogares y trabajo, nadie se queja ni los señala, pero a los que vienen de África si que los señalamos, los acusamos (¿?) y los rechazamos. Un hecho incontestable es que torcemos el morro ante personas negras, de tez oscura, pero no ante gentes rubias de ojos azules… Pero no, claro que no, eso no es racismo, eso debe ser clasismo.
Lo cierto, la verdad, mal que nos pese, es que hemos levantado el hacha de guerra contra la inmigración de patera. Nada se dice de otra. Hasta un tal Tellado de nuestras impresentables señorías, soltó la petición en el Congreso de enviarles buques para que les hundieran los cayucos, contra cuya barbaridad nadie, nadie, alzó la voz… ni siquiera nuestros muy católicos prelados, que optaron por el que calla otorga. Falta que otro gentilhombre, o gentilhembra, diga que es más discreto y barato enviar a los Geos a que limpien silenciosamente los Centros de Acogida de esos “menas”, ya ladrones y violadores antes de robar y violar; que es como hemos comprado la indignidad que nos han vendido. Claro, que todo se andará… Pero no crean que esto es racismo, que no, no lo es.
Porque a pesar de todo, que sepan ustedes que nosotros no somos xenófobos. Solo nos apartamos de ellos cuando ocupan las mismas aceras, los miramos mal, y sospechamos antes de que se muevan o abran la boca, pero por precaución, no por racismo… Hubo una época cercana, que aún dura algo por ahí, donde las bandas del Este y sus albano-kosovares, asolaban España con asaltos violentos a domicilios, empresas, y lo que se les pusiera por delante; sin embargo, nunca, jamás, se levantó contra ellos una campaña de odio y miedo tan feroz como la que se está llevando a cabo contra estos pobres desgraciados que solo buscan comer a cambio del trabajo que nosotros rechazamos por indigno… Y todo esto, nos guste o no, es la sangrante verdad. Pero racismo no es, claro, será otra cosa, no racismo.
Por otro lado, las asociaciones empresariales se hartan de pedir trabajadores especializados: mecánicos, obreros de la construcción, forjadores, carpinteros, soldadores, ferrallistas, encofradores, utilleros, electricistas, conductores, camareros, camioneros, auxiliares geriátricos, agentes de mantenimiento… y la lista se hace cada día más amplia. Y como respuesta a esa carencia de personal capacitado, nosotros preferimos tenerlos muriéndose de hambre por las calles para, si agarran un chusco de pan de una tahona, acusarles de ladrones o de otra cosa peor. Los obligamos a ser asaltaleras antes que prepararlos para un trabajo digno que nosotros no queremos. Después, nos santiguamos en el nombre del padre, del hijo y del santo cinismo, amén.
Que esa es otra…Les achacamos (nos lo han enseñado nuestros amos, los camisas-pardas del pensamiento) que vienen a quitarle el trabajo a los españoles. Vale, entonces, ¿por qué no queremos trabajar en todos esos puestos que languidecen en el Inem en busca de ser cubiertos?. Porque preferimos cobrar un desempleo por no dar golpe. Pero, veamos, ¿no se les acusa a los “inmis” precisamente de subvencionados?.. La verdad cierta es que no queremos cubrir tales trabajos porque nos parecen bajos para nuestro nivel, pero tampoco dejamos que tales personas, que están dispuestas a comer nuestro pan duro de cada día, los ocupen… Porque, reconozcámoslo si tenemos un ápice de vergüenza, ellos son los que se encadenan a las esclavistas Ett´s; los que les incendian las chabolas en la recogida de la fresa de Huelva; los que trabajan en los bancales asoleados de nuestros campos; los que viven por las calles de la Cataluña “prefecta” hasta que no los necesitan para recoger la cosecha de sus idílicas masías; los que, con suerte, limpian la mierda de nuestras calles…
Pero esto, claro, tampoco es racismo, naturalmente… Y mientras hacemos los gilipollas, la pirámide poblacional sigue su curso, que es el curso de nuestro egoísmo y hedonismo narcisista, y juega, lentamente pero seguro, a favor de esos odiados inmigrantes, que serán, en un futuro más bien cercano, no lo duden ni un segundo, la solución a nuestros problemas de insolidarios ilustrados… Hasta ahí de necios y ciegos somos. Pero racistas, no, eso no.
Todos sabemos que la inmigración masiva y sin control no se debiera dar. Pero la solución no reside en satanizar de tan borde y ruín manera la fuerza laboral que podemos aprovechar para que no paren las cotizaciones de nuestras jubilaciones, como uno solo de los ejemplos prácticos, sino en encauzarla y guiarla, e incluso apadrinarla… Y como he dicho al principio: en corregir las causas antes de que se produzcan los efectos. Sin parches de odio, sospechas infundadas y resentimiento añadido. El nuevo invento sanchuno de “inmigración circular” (les encanta la etiquetósis), ya lo hizo Felipe González, y resultó bien. Se lo cargó la derecha de entonces (cuando quieran se lo cuento, aquí ya no me queda espacio). Entonces funcionó, pero hoy dudo que solucione todo el problema, tan solo una parte de él. Le hemos ido añadiendo a la necesidad un infecto racismo y xenofobia, que encima negamos. Y eso es una penosa carga… Ahora, después de éste, me brearán y darán las del pulpo, pero que sepan que aún y así, me he quedado corto…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com