(de Instagram)
Si lo piensan bien, nuestros hijos, padres o hermanos, a los que tan unidos nos sentimos, comparten nuestra genética, nuestra sangre, la carne; son herencia directa de nuestra parte animal y material.
Pero no así la entidad que habita su cuerpo, y que no pertenece a genes ningunos de estirpe alguna… Su alma, su espíritu, su personalidad o lo que sea, como la nuestra, no es de este mundo.
Nos aferramos a lo que creemos “nuestro” de “nuestras” entrañas, y, a veces, nos preguntamos qué o quiénes somos en realidad… Nos “queremos” pero no nos conocemos. La pregunta reside en porqué motivo nos hemos juntado, y para qué precisamente… Cada cual se lo pregunte a sí mismo.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com