(de Arsgravis)
Vamos a ver… posiblemente tenga que pedirles disculpas. Es cierto que suelo repetir mi axioma de que “el hombre es el que ha hecho a Dios a su imagen y semejanza”, y que he dado por hecho su correcta interpretación, que, por supuesto, no es estrictamente literal. Antes que existieran los seres humanos ya existía Dios, o el Logos, o el Absoluto, o como ustedes quieran llamarlo. El sentido común dicta que nosotros provenimos del Origen, no el Origen de nosotros… Lo que un servidor quería decir es que, en nuestra limitada capacidad de explicarnos a Dios, nos ha sido más fácil y cómodo representarlo según nuestro propio modelo, que es lo más cercano, y más cómodo también, de lo que tenemos más a mano. Y así cada cultura se ha hecho sus propios dioses.
Explicado queda, supongo… El porqué siempre ha sido así es debido a que también siempre ha existido una clase sacerdotal superior a la que ha interesado ser la custodia, intérprete y representante absoluto y en exclusiva de esa misma “creación divina” a su cargo, como símbolo y garante de su poder sobre el resto de “creyentes” más en ella que en el mismo Dios. Por eso pudo existir un dios tan terrible como Yahvé, porque era el tipo de dios que necesitábamos y les convenía tener. Lo entendíamos y atendíamos a la perfección porque nosotros mismos, en aquella época, éramos igual de cafres y brutos… Y así hemos ido “revistiendo” a Dios de nuestros propios atributos, según hemos evolucionado o lo que fuere esto.
Pero hemos de dar un salto cuantitativo y cualitativo importante en nuestra concepción de Dios, si queremos abrir nuestra mente – que buena falta nos hace – y dejar de depender de dogmas y normas, ritos y mitos, tradiciones que son traiciones, y que nos encadenan a falsas y falseadas creencias… Hemos de superar la era de los ídolos y tótems, en la que aún nos arrastramos como los monos ilustrados que somos.
La más cercana, humana y hermana, afectiva y efectiva, y evolucionada, imagen de Dios nos la legó Jesucristo: la de un padre cósmico, holístico, universal, entendedor y perdonador, familiar y atento, que vive en lo más recóndito e íntimo de todos y cada uno de nosotros, y que no necesita intermediación alguna… El paso atrás que le imprimió una Iglesia autofundada pero nunca fundada, fue para rescatar en lo posible lo que con la idea de Jesús perdían en el cambio: en ese “yo derribaré este templo y no dejaré piedra sobre piedra”. Por supuesto que no lo dejaron.
La realidad, la auténtica verdad, es que nosotros, los seres humanos, somos co-creadores con Dios. Que la fuerza creadora emanada de Él (nosotros) somos tan creadores como Él mismo… Pero que poseamos la capacidad creadora en potencia no quiere decir que tengamos conocimiento de ello en esencia. No la tenemos. Los sacerdocios se han encargado de que lo olvidemos. Pero lo somos, mal a quién pese. Y es el motivo por el que nos hemos creado una caterva de dioses sin que ninguno de ellos sea Dios… El Absoluto no cambia en Sí mismo, no tiene imagen, carece de semejanza, pues la imagen y la semejanza son formas de materia cambiante, y, por lo tanto, falsa. Nosotros las damos y nosotros las quitamos.
Eso nos lleva al punto de partida; al Alfa de todo Omega; al principio de todo fin: Dios es pura y puñetera energía primaria autocreadora de sí misma… que se crea, se recrea y se vuelve a crear sin ser creada en sí misma pero sí por si misma. Estoy hablando de donde nació el Big Bang de Hawkings, del que dijo el Vaticano que era un impío ateo. La segunda ley de la termodinámica y el Catecismo Ripalda mano a mano, con sus puntos en común… “como el Dios que está en todas partes y no tiene principio ni final manda”, por cierto.
Lo que ocurre, ¡oh maravilla de las maravillas!, es que esa energía, solo energía y nada más, ni menos, que energía, es una energía inteligente (yo me atrevería a decir autointeligente); y además, encima, con un objetivo, con un propósito como muy definido: proyectarse a sí misma en infinitos grados vibratorios y niveles de creación – desde la más dura piedra al más sutil pensamiento pasando por nosotros a medio camino – con el fin de experimentarse a Sí Misma de forma y manera consciente, o autoconsciente, que también me vale… Y durante eones de tiempo, nuestra sensación, claro, no la de Dios, pasa y tamiza por nuestra conciencia (aún no consciencia) como un colador, lo que aún no estamos en condiciones de comprender.
Aquí, precisamente, es donde nuestro Pepito Grillo levanta su enguantado dedo, se despoja de su chistera ceremoniosamente, y nos sopla en la oreja de esa misma conciencia: sí, vale, bueno, de acuerdo, pinochos míos, ¿pero qué pinta en todo esto el ser humano?; ¿cuál es su papel en esta historia cada vez más de física quántica?, ¿qué puñetas somos, de dónde leche venimos y ánde co… vamos, como nos preguntó la Esfinge?.. Naturalmente, si contestamos con las respuestas elaboradas por la religión de guardia, con la que nos han intoxicado pero no alimentado, no obtendremos más que relleno superfluo. De hecho, las iglesias están para bloquear tales respuestas, no para conducir el genuino conocimiento.
A nuestras mentes las han enredado con cientos de vírgenes y santos imposibles; en una idolátrica iconografía; en fiestas religiosas con cada vez menos sentido; en procesiones absurdas y patéticas; en navidades extenuantes, semanasantas extravagantes y cuentos de farsantes…Las han cebado con un pienso para no pensar, y a lo largo de nuestras vidas, como las vacas a cada vuelta de calendario, volvemos a sacar el bolo alimenticio de nuestro segundo estómago, el omaso creo que se llama, para volver a rumiar sobadas y adulteradas tradiciones repitiéndonos en nuestro obseso laberinto.
Pero lo cierto, la verdad, es que estamos hechos de la misma energía de Dios… que somos Él mismo porque somos en, con y de su misma Energía creada por creadora; y que no podemos, aunque lo queramos, ser otra cosa… Aunque otra cosa sea, lo creamos o tampoco, que, al ser de energía co-creadora, nosotros mismos nos creamos y creemos nuestras propias trampas, nuestros propios demonios, nuestros propios embustes, falsedades y mentiras… Por cierto, y con perdón, ¿álguien se ha preguntado de qué está hecho el diablo, de dónde viene o de qué procede?.. No somos nuestros roles, somos lo que somos, y eso es inevitable. Creamos y creemos; creemos y creamos sin darnos cuenta que ambas cosas son lo mismo…
“Seréis como dioses”, dijo Dios a través de la serpiente ventrílocua del Génesis… Pero eso será cuando nos devuelvan la fe secuestrada y manipulada; cuando seamos dueños de un conocimiento encontrado por nosotros mismos en nuestro propio camino; cuando podamos usarlo como un “Fiat”, que así empezó todo, por cierto…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com