
Lo de las tractoradas y camionadas, sean huelgas o desplantes, o protestas, me es igual, lo cierto y verdad es que, aparte la alarma social que sin duda despiertan cuando se plantan los sectores primarios, que no es moco de pavo, últimamente está tiñendo de extrañas pinceladas todas estas acciones… Sobre todo desde pinceles con tintes desacostumbrados, como, por ejemplo, señalar a tractores y camiones de fachas. Desusados compañeros de cama que hoy utiliza la izquierda como ariete, y a la derecha de paladín, cuando hemos conocido épocas que era justamente al contrario.
Pero algo debe haber en esa agua cuando la maldicen… Desde luego, que Vox los está utilizando como taxis para un viaje meramente político, está más claro que esa misma agua. Y que los del sector se están dejando llevar por sus desafueros (como empecinarse en convocarlas fuera de la normativa legal) es otra actitud no muy inteligente por su parte que digamos… Admito que la agricultura ha sido históricamente un segmento conservador, inclinado más a estribor que a babor, pero nunca lo he creído extremista en sus planteamientos, más bien obrando con la prudencia que le marca sus intereses.
Y es aquí, en este punto, precisamente, donde yo creo que encaja la actitud de hoy en día: en la desesperación por la supervivencia. En que se debate actualmente en una situación igual de extrema, donde se le ha dejado muy poco márgen para defenderse y vivir de su trabajo… Lo que ocurre es que, al contrario que en ocasiones anteriores, están perdiendo el apoyo de la ciudadanía porque amenazan abiertamente el abastecimiento de la población, y eso – es mi opinión personal – resulta un grave error, dado que los culpables de su precariedad no son, precisamente, los consumidores, sino los políticos. Los nefandos políticos vendidos a las oligarquías distribuidoras. Me dan igual de las siglas que sean. Todos. Y están haciendo víctimas a los que también lo son de esa mala praxis política: la gente de la calle. Y eso no es justo. No me parece bien que hagan rehenes de sus protestas a sus principales benefactores, que están siendo tan castigados como ellos mismos.
Los auténticos responsables de toda esta injusticia en cadena van a seguir teniendo una nómina saneada y privilegiada para que sus alacenas estén llenas de todo. De nada les va a faltar, porque tienen el dinero y los medios para comprar. No así la población en general, que ve con auténtica preocupación la falta de lo más necesario en su mesa. No les basta que los alimentos se hayan encarecido a niveles deshonestos e insoportables para sus economías, sino que también, encima, se les penalice con la escasez de estanterías vacías.
Naturalmente, es a lo que se teme, porque es con lo que se amenaza… “No es a ellos a quiénes se piden cuentas”, me razona un agricultor… Pues no, pero es lo que parece, porque es a quiénes en verdad se castiga, le respondo. Esas personas que compran caro y mal, encima no pueden pasar para ir al médico, a un hospital; o a llevar a su hijo a un examen de la universidad; no pueden acudir a su trabajo, y encima se le amenaza en pancartas que les va a faltar la comida del plato. Y en esto van de la mano productores y transportistas, para que no quede ninguna duda. El problema es que se han equivocada la diana…
…Como siempre, o como casi siempre. Porque aquí se ha abierto una guerra de a ver el que se dispara en su propio pie mejor y más veces, con unos muy claros perdedores: ellos y nosotros: ellos como productores y nosotros como consumidores. Sin paliativos ni peros, que ya ni vienen de sus perales, que ignoramos si existen, y las peras nos llegan de Sebastopol o de donde sea… Aquí, los grandes tapados, lo que siempre se oculta, de lo que nunca, jamás, se dan explicaciones, es lo que pasa con esas grandes y omnipotentes distribuidoras, las que cada vez monopolizan más los mercados, que ahogan al agricultor y transportista autónomo (para eso tienen ellos sus propias plataformas) para acabar cobrándonos ese mismo producto pagado a miseria con un mil por cien de sobrecargo.
De esa camarilla nada se sabe, o no se quiere saber, o no interesa que se sepa… Y todas esas movidas que tanto nos cuestan (pues las pagamos de nuestros bolsillos) es para que ellos, agricultores y transportistas, solucionen SU problema, pero no para solucionar EL problema. Veamos y analicemos con total sinceridad: ¿qué hace que estos profesionales tengan que “trabajar a pérdidas”, como dicen?.. ¿qué los ha llevado a eso?.. ¿qué los obliga a tener que hacerlo así?.. Está meridianamente claro que el sistema está en manos de oligarquías económicas que los esclaviza a ellos pagándoles miserias, y nos esclaviza a nosotros cobrándonos precios abusivos. Es que, si no, no se entiende… Son estrategias mafiosas.
Ahora bien, ¿quiénes deben acabar con esta mafia?.. ¿los Gobiernos?.. Vale, ¿dónde están?.. ¿qué hacen a tal respecto?.. Pues miren: ni están, ni se les espera; y hacer, no hacen nada, absolutamente nada. Lo que la alimentación sea algo de primera necesidad para la población, que sea de interés público primordial, no parece condicionarlos a establecer políticas que pongan coto a los desmanes de las grandes áreas de la distribución. Son absolutamente incapaces de conseguir aminorar el abuso de tan monstruosos márgenes entre la producción y el consumo.
El origen del mal viene de cuando nos cargamos el consumo de proximidad; abandonamos la economía circular, la verdadera, no la falsa, y nos echamos en manos de las grandes superficies y cadenas; y los productores se echaron en brazos, y se vendieron ellos y sus productos, a los poderosos compradores que los ataron de pies y manos… De aquellas siembras vinieron estos frutos. Sé que decir esto no cae bien a nadie, pues todos, nosotros, vosotros y ellos, todos, tenemos responsabilidad en el desastre, y que no se quiere oír, pero es la puñetera verdad, guste o no guste, se reconozca o no.
Y sé lo que estoy diciendo… En los años 70/80 comenzó toda la movida. Yo participé, en condición de representante de COEC, en las primeras reuniones con los agricultores del Campo de Cartagena, en los Colegios de Meroños, con aquel conocido y reconocido alcalde de Torre-Pacheco, Pedro Jiménez; donde fueron aportadas posibles, y muy viables entonces, soluciones… Nada. Cero. Allí se empezó a rendir la independencia de nuestros agricultores y a entregarse, de paticas abiertas como se dice vulgarmente, a los gigantes económicos, que son los que, llegada esta desgraciada actualidad de tractoradas y camionadas, nos ahogan y esclavizan tanto a ellos como a nosotros. Estas son las consecuencias de la causas de un ayer no tan lejano…