Se dice que el antiguo rey judío Salomón era un monarca sabio. Desde luego, sus Salmos son una auténtica joya del conocimiento, además de bellos… y conforman uno de los mayores misterios de la Historia, por lo que tienen de adelantados a su tiempo. Algunos de ellos resultan proféticos incluso miles de años después de haber sido escritos. Por ejemplo: “Desde el principio Tú fundaste la Tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán (pasarán), mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura envejecerán; como un vestido los mudarás, y así serán mudados.” (Sl. 102,25-27).
Obsérvese que dice: “serán mudados”, esto es, cambiados, trocados, variados; no dice que desaparecerán, sino que mudarán… Resulta sorprendente que, sin existir entonces el conocimiento de la segunda ley de la Termodinámica, ni mucho menos la Física Quántica, planteara de una forma tan exacta el movimiento entrópico del Universo. La entropía es el principio cambiante de la energía y la materia: todo desaparece para volver a reaparecer; todo muda, todo cambia. Existen mil ejemplos en los textos antíguos que demuestran, al menos, que los conocimientos primarios universales no se descubren, sino que se re-descubren, a lo largo de los milenios, desde el orígen de las civilizaciones.
Se podría hablar de intuición, de ciencia infusa, o de otras, pero es tan solo que etiquetar un producto… La cuestión es cómo se encuentra ese “producto” fuera de su tiempo, que no fuera de lugar, claro… Pues a lo mejor es porque para el auténtico y genuino conocimiento no existe el tiempo ni la distancia. Es un saber holístico, simplemente. Simplemente está ahí, estuvo y seguirá estando, y cada ser humano de cada cultura accede a él a través de los medios que… digamos “la providencia” pone a su disposición en cada momento y circunstancia, si ese ser humano, por supuesto, está dispuesto a observar y escuchar… O a lo peor yo estoy equivocado, y no es así la cosa.
Pero el ejemplo de Salomón se dio ya muchísimo antes, con Hermes Trimegisto, en la civilización egipcia; en los pensadores clásicos griegos; en la antigua Mesopotamia; incluso en la cultura incáica con su avanzada cosmología… Es patrimonio de toda la humanidad en general de todos los tiempos, y no lo es de ninguna en particular ni de ningún tiempo concreto. La cuestión, si acaso, es ¿dónde reside tal sabiduría y cómo acceder a ella?.. ¿acaso está en lo antíguamente conocido por el “éter”, o como hoy decimos, en la “nube”; y está flotando por ahí a la espera de que la mente humana llegue y la aprehenda?.. que otra cosa muy distinta es aprenderla.
Les voy a contar una vieja y antigua leyenda persa: Dice que Ahura Mazda, tras crear al hombre de la arcilla del suelo, le regaló el don del conocimiento. Pero que esa creatura, con ese saber, creó a su vez a los demonios, que hicieron estragos y arruinaron su propósito… Así que dijo éste a Zoroastro, su más amado hijo: He errado al regalar el Conocimiento al hombre sin éste habérselo ganado antes y merecerlo; así que se lo quitaré, lo desterraré de este cielo, le implantaré el deseo de conocer en su corazón, y así se verá impelido a buscarlo y a ser digno de encontrarlo.
Y así fué. Y así mismo lo hizo. Entonces, los ángeles se vinieron a Él y le preguntaron: ¿y qué vas a hacer con ese sagrado Conocimiento?.. a lo que respondió: Lo esconderé en un lugar tan oculto, y a la vez tan a la vista, que aquél que lo descubra, a buen seguro que sabrá ser digno de sus custodia y hacer buen uso de él… Pasaron eones, y pocos, muy pocos, poquísimos, fueron regresando a través de ellos. Así que los tutelares volvieron a preguntarle a Ahura Mazda que dónde estaba escondido el conocimiento, que les resultaba tan ardúo de encontrar… Lo escondí dentro de ellos mismos, respondió el diós; dentro de todos y cada uno de ellos lo escondí…
Esta precisa y preciosa leyenda bien merece un rato de reflexión, me parece a mí… Pueden salir docenas, quizá cientos, de conclusiones, deducciones y pensamientos relativos al tema que nos ocupa hoy. Por eso, si así se prefiere, haced una parada, y luego, de aquí a un rato, retomad la lectura, o, simplemente, no la retoméis, pues siempre será mucho más rico y variado lo que cosechéis en vuestra mente que lo poco que a mí se me ocurra en tan poco espacio que me queda.
Pero sí que voy a comentar un solo detalle: está el ser humano, y está la humanidad… El propósito es la totalidad del género humano, pero la generalidad no se puede lograr sin sus unidades, las personas, esto es: nosotros… Así que existe una siembra en nuestra Historia de “avatares”, como los ya nombrados u otros: Hermes, Buda, Confucio, Jesucristo… y bastantes más aún de menor grado, que vienen a transferirnos la iluminación de la que ellos son portadores, si bien es susceptible de que nos los manipulen para mercadear con ella y obtener poder, riqueza e influencia, como es el caso de las religiones, organizadas en función de ello… Sin embargo, incluso de ahí es posible extraer lo puro, genuíno y positivo, pues su portadora es la semilla. Sin embargo, no es lo que nos transmiten, pues hay que buscarla y encontrarla por uno mismo. No nos engañemos ni nos engañen.
Luego está el colectivo, que también anda otros caminos al igual que a través de sus individuos, como el de la ciencia, que si bien es quizá el más largo y sinuoso, pues es encontrar a Dios a través del estudio de la materia, la forma y la energía de que se conforma, termina dentro del estudio de uno mismo… “Buscad dentro de vosotros, no fuera de vosotros”, nos dejó dicho Jesucristo, que es dónde lo escondió el dios iraní. Los buscadores que se sienten estafados en lo espiritual, buscan a Dios en lo material, y terminan por encontrarlo. Son muchos: Max Blank, Einstein, Copérnico, Frieddmann, Lamarck, Arno Penzias, Paul Davis, Dónald Page, Hoyle, Von Braum, Hawkings, Göddel, Paul Dirac, Karl Popper, y solo estoy nombrando a unos pocos de unos muchos que confiesan haber hecho el viaje de ida y vuelta… Y además ayudaron en sus invastigaciones al resto de la humanidad.
Aparentemente, claro, aquí nos falla la óptica. Todos apuntan a Dios, pero a través de distintos conocimientos. Nos falta llegar a la esencia apoyándonos menos en la potencia y más en la existencia de la experiencia. Sabemos que todas las disciplinas llevan a nuestra Roma, a nuestro Logos (lógica viene de Log, Logos), pero desenfocamos la vista de mala manera… Estamos viviendo estos “Tiempos Líquidos” (Baümann) disolventes, precursores de la distopía, que apuntan con claridad al advenimiento de un nuevo paradigma. Eso es cada día más patente. Y que estemos en el camino no quiere decir que no tengamos que recorrerlo con todas sus consecuencias. Consecuencias buscadas por nosotros mismos; cada cual las suyas. Así que…
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com