
Hace la friolera de 60 años más o menos, que este servidor del convento ya escribía todas estas rarezas con las que, en la actualidad, les ilustro a ustedes… En aquella época, núbil y solterito como un corderito, se me ocurrió escribir un artículo sobre Noé y su épica del Arca, diciendo que era una copia exacta de otro personaje idéntico rescatado de la cultura sumeria, poco más o menos, pero más que más poco… Se me ocurrió (entonces solo funcionaba Correos) enviar una copia a varios semanarios de la época, a ver si algún anzuelo enganchaba.
La entonces Karma.7, Revista de las Paraciencias se subtitulaba, lo encontró interesante, publicándolo y rogándome que le fuera enviando aquello que se me ocurriera sobre la misma temática… Así mantuve una relación con esa cabecera hasta la desaparición de la misma, muchos años después. A ese trabajo siguieron otros: sobre los Ángeles y las Hijas de los Hombres, sobre los Reyes Magos, sobre el Nacimiento de Cristo… Mi paga fueron media docena de voluminosos tomos encuadernados de sus anales e historiografía, que conservo con todo el cariño romántico del mundo, y suscripción gratuita hasta el final de su existencia.
Y… por si les interesase, el contenido de aquél viejo artículo era que las crónicas arcanas relatan la Epopeya de Güilgamesh, escrita 2.500 años A.C., la obra épica más antigua conocida, en el que el dios mitológico Enlil, harto de la fulera y ruidosa humanidad (no sé que dirá de la actual, si aún vive) decidió destruirla por medio de un diluvio que los dejara hasta sin gallinas que les pusieran huevos…Salvo a Utphanistim y señora, a los que encargó el construir un arca, llenarla de animales y semillas, a fin de salvar los muebles con que empezar de nuevo el intento.
Durante la travesía se encargaba de medir el nivel de bajada de las aguas mediante la suelta periódica de un cuervo, hasta que el pájaro vino con una brizna de hierba en el pico, ya saben… Cuando, por fin, el primer crucero zoológico de la humanidad embarrancó quilla, se apresuró a restar del pasaje unos bichos con los que “hacer un sacrificio a los dioses, quedando éstos (los dioses, no los bichos) satisfechos”.
Por mera curiosidad, adviertan vuesas mercedes que la épica ésta comienza con un dios supremo llamado Enlil, y termina con una ofrenda “a los dioses”, en plural… O la camada de los hombres había bajado con la misma rapidez que la de los dioses había subido, cosa que no se menciona, o a uno de los transcriptores se le hizo el cálamo un lio y no repasó los papiros.
Toda esta historia de mis comienzos (en realidad empecé antes en certámenes literarios de lagarteranía (Juegos Florales llamaban a aquel perifollo) me ha venido a la memoria al leer un libro actual: La Historia Desconocida de Jesús de Nazaret, de L.Miguel Sánchez Tostado, que viene a repetir punto por punto cuanto entonces yo ya sabía, y que les recomiendo a todos ustedes encarecidamente por ser una obra seria y exhaustiva sobre una Biblia más mitológica que lógica… Y todo suma en la labor de abrir los ojos… sobre todo los de la mente.
Yo no digo que todo en La Biblia sea falso, como tampoco afirmo que sea todo verdadero… Ese “libro de los libros” es un valioso compendio de historias, leyendas, tradiciones, mitos y realidades de culturas antiguas de muy diversas procedencias y épocas, transcritas docenas, quizá cientos, de veces, y reunidas al final en la Torah judía, de la que nació como Libro Sagrado, y de la que se estrajo su Mishná, que es su corpus de normas y dogmas religiosos… Palabra de Historia.
Las coincidencias existentes entre ese Antiguo Testamento con el posteriormente añadido Nuevo Testamento, no dejan de ser más que interpolaciones añadidas por interesadas para encajar la “vida evangélica”, por decirlo de alguna manera, de Jesucristo, con el Mesías anunciado por los profetas antetestamentarios… Palabra de Historia también.
Ese es su correcto y exacto contexto. Que siga siendo para cientos de millones de personas el Libro Santo por antonomasia, sagrado y profético que se dice que es (y conste que a mí me encante escarbar en él), supone uno de los grandes misterios de la humanidad, tan solo explicable por el efecto de la fe-placebo, de la que aún alimentamos nuestro intelecto. Aquí, la lógica y el sentido común tienen poco que ver. Sí que sí, sin embargo, la creencia ciega y mágica, el hipnótico dogma, la costumbre y la tradición que muchas veces es traición.
Que los antiguos sumerios, hace más de 4.500 años, como los primeros cristianos, hace más de dos milenios, creyesen a pies juntillas sagas adaptadas a su teología elemental de buenos y malos, premios y castigos, con un tal Yahvé que ordenaba “matar, violar a mujeres, y estrellar a los niños en presencia de los padres” (sic), puede valer, pero hoy… Si hoy, aún cerrando los ojos, intentamos explicar tamaños desafueros sin cuestionarnos nuestras falsas creencias adoratrices (idolatría) entonces… apaga y vámonos.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com