(de Dreamstime)
Si yo voy (o vengo) y empiezo mi artículo de hoy, por ejemplo, con la siguiente superfrase, o cita, o lo que sea: “La Historia, todo el drama mundial, fue creado para que supiéramos Quiénes somos; para que pudiésemos recordar Qué somos, y Lo que somos dentro de nuestra propia experiencia. También se diseñó todo esto para que, una vez olvidado dentro del Plan, tuviéramos que recordarlo y reconocerlo… Y si nos preguntamos el porqué, el motivo de olvidar para recordar, la respuesta está en que no es lo mismo saberlo que experimentarlo”, primero, puede que se queden un poco sorprendidos, y segundo, me preguntarán quién ha dicho o escrito eso, de dónde o de qué libro ha sacado este “peazo” cita.
No nos preguntamos si eso que expongo ahí es verdad o es un cuento; no se nos ocurre inquirir si tiene algo de cierto o es una calentura; si es portador de algún tipo de conocimiento o es un invento… No. Lo primero que hacemos es soltar: ¿y eso quién lo dice?.. Si es un renombrado pensador, investigador, científico, teólogo o filósofo, o, en su defecto, si no lo conocemos o valoramos, por lo menos que tenga un nombre antiguo y de impacto: Emmanuel Swedemborg, por ejemplo, siglo XVI, ahí es ná, pues, aunque no sepamos de qué va la cosa, automáticamente le concedemos un preceptivo crédito, aunque relativo; un puedeser, un porsiacaso…
Y solo entonces es posible que nos molestemos en intentar sacar ese “cocimiento”, o conocimiento, que destila tal aserto. Aunque lo más seguro es que puede que no, que ni hablar, que ¿para qué calentarse el coco si no sabemos quién ha dicho tal cosa?.. Pero si la parida fuera mía, o de cualquier otro bastardo de las letras, que no lo conocen ni los de su casa, entonces sí que no se produce el milagro. Ni de coña. Es como si a nadie que no se considere dentro de cierto status o nivel, se le pudiera ocurrir nada trascendente, ni importante, ni nada, ¿y qué sabe ese de eso?.. es lo normal en estas cosas y en estos casos. Lo común es el pero si es la zagala, o el zagal, o el hermano del tío fulano, ¿de qué vá?.. ¡Amoshombre!..
Esto es: primero examinamos el nombre de la firma, y luego decidimos si es una genialidad o una gilipollez, lo que corresponda, cuando la lógica y el sentido común dicta lo contrario, esto es, examinar, pensar, enjuiciar aquello que está escrito, y solo luego matar al mensajero, se llame como se llame el desgraciado… El por qué actuamos así quizá se deba a que el ser humano, no solo se deja llevar por la aristocracia que él mismo ha creado en todas las disciplinas de la vida, con acierto o desacierto, anulándose a sí mismo, y anulando en sí mismo y en “sus demás” la capacidad de crear, creer, recordar y saber (por este mismo orden), puesto que todos venimos de un mismo origen y con un mismo plan.
Soy plenamente consciente que éste de hoy me es achacable de lleno. Se me puede acusar de estar rechinflado, ¿se dice así?.. porque a mí, que soy un tuerceletras, no se me reconozcan mis escasos méritos, ya que son achacables a otros de mayor enjundia. Pero no es así… Y no lo es porque yo soy el primero que reconozco que “mis saberes” no me vienen de ninguna ciencia infusa. Ojalá así fuese, pero no. Y así mismo lo confieso aquí y ahora.
Un servidor de las sorores, sabe lo que sabe y hasta dónde sabe, porque ha leído más que el ratón de la biblioteca de Alejandría, desde bien jovencico… Porque tengo muchos cientos de libros, todos pasados por las armas, y que ellos también me han pasado por las suyas, y que todos me han dejado su poso por mísero que sea… Y porque los temas que me atraen, a los que tengo apego, tendencia y querencia, me he sopado lo uno, lo otro, y sus contrarios, y sus re-contra-contrarios; hasta formarme una opinión lo suficientemente sólida de ello; y sigo metiéndome entre sien y sien cuánto aparece nuevo de todo lo viejo, o rescato de viejo lo que hoy es nuevo. Y eso es lo único que destilo, y que comparto con ustedes, los que me leen. Me considero un compendio de saberes, sí, pero ajenos, anejos y añejos. Pero nada míos. Si acaso, yo soy de ellos.
Sin embargo, el “experimento” de hoy reside precisamente en el ejemplo puesto y expuesto: a ver cuántos de esos mis lectores, si aún los conservo, claro, se molestan en intentar sacarle el gajo a la naranja del primer párrafo, que ya aviso que no es de Swedemborg, aunque fuera todo lo que he dicho en una sola persona y hoyara tales andurriales… Piensen que puede ser de alguien tan sumamente sabio como él, o tan anodino y advenedizo como yo mismo. ¿Qué les sugiere esa tamaña parrafada, y, lo que es más importante, qué credibilidad le otorgan?.. porque una cosa es saber, y otra cosa muy distinta es creer. Así que, ¿creen que puede decir una verdad como la copa de un pino, o, por el contrario, es un cuento chino?..
Ese es el principio de toda andadura. El cimiento de todo conocimiento… Alguien dijo que “allá donde estén tus pies, allí está tu camino”. Lo he entrecomillado en vez de subrayado porque sé que así lo valorarán más, pero el valor no reside en su origen, ni en sus comillas, sino en su contenido, en su significado. Todos y cada uno de nosotros llevamos nuestro propio camino a cuestas, en la mochila de cada cual, incluso pegado a nuestra sombra, y, cuando decidimos comenzar a andarlo, solo hay que ponerlo bajo nuestros pies, y ser conscientes de que, estemos donde estemos, allí mismo comenzará nuestra andadura…
Empecemos a “recordar” cuáles son nuestras “tendencias”, y si nos satisface dónde buscamos con lo que encontramos… Pero seamos sinceros con nosotros mismos antes de contestarnos. El engañarnos, para luego desengañarnos, es un desperdicio, un vueltatrás y un vueltampezar… Una pérdida de tiempo, aunque hasta eso se nos regala, puesto que el tiempo tampoco existe.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com