La ignorancia, por no nombrar la calidad, de nuestra ciudadanía, nunca deja de sorprenderme en sus muchas y repetidas muestras de falta de coherencia. No hace muchas semanas atrás, se personaron asociaciones vecinales en el consistorio de Cartagena, para protestar por la posible instalación de un determinado parque solar, cuando, preceptivamente, el Ayuntamiento ya les había realizado las consultas necesarias, sin oposición alguna por su parte en el plazo determinado… La razón aportada después fue porque “hacía feo a la vista”. Cuestión de estética, que no de ética. Pero esta gente (me cuesta hablar de personas) tan ecologistas en otras facetas, el producir energía limpia que no contamine el medio ambiente y les abarate el recibo de la luz, no le resulta atractivo a sus ojos. Lo curioso es que suelen ser los mismos que se agarran a cualquier pancarta por un “salvemos al Mar Menor”, o “ya basta con Portman”, o ”que nos dejen la cárcel de San Antón”, y cosas aparentemente incongruentes con este otro criterio. Lo que demuestra la maleabilidad con que algunos intereses influyen sobre cierto general del personal.
En estos casos, y suelen ser muchos, no puedo dejar de recordar el asunto de los prejuicios, como aquella anécdota entre muchas, en mi larga carrera de Juez de Paz de mi pueblo, con un enlace matrimonial de entre los dos millares celebrados, en que casé a una mujer, blanca como la nácar, con un hombre, negro como el betún, y en que una prójima próxima a los novios me hizo el maternal comentario de “es negro, mire usté, pero es buena persona”, dando a entender que era como una especie de excepción en su raza… o dicho de otro modo: es buena persona a pesar de ser negro. Y, precisamente, ese mismo es el prototipo del racismo a la española: el “yo no soy racista, pero…” y en esos puntos suspensivos podemos poner cualquier excusa de autojustificación.
Otro ejemplo, muy elaborado por cierto, es el de aquel que me dice: “lo mío no es racismo, es desconfianza”… pero que, a mi pregunta de si los de nuestra ralea les inspiramos confianza y por qué, se me aturulló. No existen razones mínimamente lógicas. Y es que los españoles no podemos ser racistas abiertos y por definición, porque (como me dijo un amigo cura una vez) “como cristianos, consideramos que esto no entra en el guión”. O sí que entra, pues España fue el último país europeo que abolió la esclavitud, además de ser la Iglesia Católica uno de los estamentos principales en el comercio de la trata de esclavos. O sea, que, aunque queramos ocultarlo, forma parte de nuestra historia, de nuestra indiosicracia, y quizá, hasta de nuestra genética. Somos católicos, no cristianos. La misma incongruencia del primer ejemplo.
Y la aparente disparidad de ambos expuestos – lo de ejercer rechazo por lo uno y su contrario – en el fondo, lo que pone en descubierto es una profunda y muy extendida malinformación de la ciudadanía en general, y me perdonen los de la particular… Como solía decir el mismo cura citado: “metámosnos tós y sálvese el que pueda”. Somos, entre otras cosas, un pueblo de apariencias. Hemos sido invitados a presidir la principal Feria del Libro de Europa, en Frankfurt, y aquí nos ponemos fritos en autoelogios y sacabarrigas, cuando España es el país que menos lee y menos gasta en libros de esa misma Europa… Puede que Alemania lo haya hecho como un cumplido cortés, y/o para echar una manita contra nuestro endémico retraso cultural, pero nosotros nos lo tomamos como un merecido reconocimiento.
Sin embargo, los hechos relatados al principio señalan en la otra dirección: en la que nos falta mucha cultura social y real todavía. Tanto el caso de la oposición a la instalación de huertos solares, como el contraste del racismo antiracista, obedecen, sin ningún lugar a dudas, a esa carencia de razonamientos propios que otorga la adquisición de esa misma cultura. Aquí nos vienen impulsos en las redes, motivados por determinados intereses políticos y económicos, y nos mueven a manifestarnos por ese algo, para más tarde, si se tercia, hacerlo por su contrario. O nos llega un partido extremo-populista, y nos mete en el cejijunto que los inmigrantes vienen a robarnos el pan y la honra, y nos convertimos en santos cruzados de una santa cruzada… Ya saben, aquello de la cruz y la espada.
…Y yo sigo pensando, y creyendo, aunque no deje de ser, óiganme, una opinión personal, y ustedes sepan disculparme, que puede que llevemos, aunque lo neguemos, una predisposición innata a ciertos rechazos, solo porque sí… Pero tampoco es menos cierto que ostentamos otra disposición ignorante en ciertos planteamientos. Alguien que sabe me dijo no hace mucho que “España es un pueblo maleable en manos de políticos maleantes”. Y a lo mejor, o a lo peor, llevaba más razón que un santo de los de verdad… Y hasta creo que fué un tanto indulgente al tratar de falta de formación como maleabilidad. Al fín y al cabo, en todo el mundo la gente más controlable es la más ignorante… Mal que nos pese a todos porque les pase a muchos de esos mismos todos.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com