Todas las guerras son un fracaso nuestro ante los ojos de Dios, y un drama para nosotros mismos… Nosotros las provocamos, nosotros las sufrimos, y nosotros perseguimos o socorremos a sus víctimas.
Pero hasta en eso somos tremendamente injustos y poco humanos, pues somos más insensibles al llanto de un niño sirio, o afgano, o palestino, o saharaui, o yemení, o sudanés, o maliense, o de tantos otros críos que no consideramos “de los nuestros”, que de un ucraniano, por ejemplo.
Por eso mismo, no echemos a Dios encima la responsabilidad de permitir nuestras propias catástrofes ocasionadas por nuestras propias acciones injustas para con nosotros mismos… Al menos, reconozcámoslo y no seamos tan bordes e ignorantes.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com