LIBERTAD Y PECADO

(de Lifeword)

Leo una entrevista (EP-23/7) que hacen a Nuria Pérez – escritora y podcaster – y les confieso que lo segundo no sé lo que es. Y me voy a quedar con las ganas, miren ustedes… Claro que puedo buscar en mi movilcónfort cómodamente su significado, pero, discúlpenme, me ha prometido a mí mismo no rendirme al abuso de anglicismos en nuestro muy digno idioma. Así que si leo uno de los que no entiendo ni torta, prefiero quedarme “in albis” a someterme a una búsqueda por redes de algo que me ha sido impuesto por las bravas. Respeto sus opiniones contrarias, así que respeten ustedes la mía.

Esta autora debe tener su importancia cuando le dedican toda la contraportada como lugar de privilegio, por lo que adelanto, como no puede ser de otra manera, mi cortesía y deferencia. Si este servidor del convento no sabía de su existencia es más debido a mi ignorancia que a sus méritos o deméritos, sin lugar a duda alguna… Dicho y reconocido esto, pasemos pues a comentar lo que me ha llamado la atención de algunas de sus respuestas al periodista:

Afirma que en su libro “No tocarás”, quería contar que “el libre albedrío es una milonga, y más si viene de la religión. No es verdad que Dios nos creara libres, porque además nos trajo al mundo con unos mandamientos y una lista de pecados. Nuestro gran ejercicio consiste en perseguir esa libertad como queremos y no como se nos impone”. Eso dice… Pero yo creo, con su permiso, que está confundiendo el rábano con las hojas. Y me explico: la autora pone en la voluntad de Dios lo que solo es la voluntad de la Iglesia, y eso supone un error de calado. Es la Iglesia la que dice lo que dice, no Dios. La Iglesia lo pone en boca de Dios, pero es ella la que habla. Dios, como siempre, anda calladico y atento a nuestras gilipolleces.

El más arcano conocimiento y las más antiguas culturas coinciden en lo del libre albedrío, pero eso sí, sin establecimiento alguno de lista de pecados, al menos tal y como lo concebimos (o mejor, nos lo han hecho concebir) el tal sentido y/o significado del “pecado”. Dios no ha abierto su santo pico para decir nada sobre tal tontuna; eso lo ha hecho la Iglesia porque le conviene, y mucho, esparcir una culpa de la que ella se guarda la poción mágica del perdón y la vende bien vendida entre su feligresía…. Lo que sí existe establecida como ley universal en todo y para todo es la de Causa/Efecto. Esto es: nosotros tenemos libertad de obrar, pero a través de la existencia de un mecanismo que nos enseña a apreciar el efecto de nuestras elegidas causas. Nosotros mismos plantamos las semillas, y nosotros mismos recogemos los frutos. Hemos de aprender a asumir las consecuencias de nuestros actos.

Nunca se repetirá bastante este mecanismo de la naturaleza. Nosotros somos nuestros propios artífices de los resultados que cosechamos bajo nuestro libre albedrío… Aquí no hay pecado; ni premio ni castigo; ni bien ni mal; solo aciertos y errores; ignorancia y conocimiento; ser o no ser; saber o no saber; obrar y aprender… Esa, y no otra, es la diferencia en el entendimiento de la fórmula. La autora – y lo digo con todo mi respeto -está cayendo en la misma trampa saducea en la que cae la inmensa mayoría de la gente: en tomar por verdad divina lo que es un embuste eclesial, esto es: poner en boca de Dios lo que solo ha salido por boca de la Iglesia. Resulta una confusión inducida, si lo piensan bien.

De ese mismo error viene que el concepto “Libertad” también esté mal entendido. O mal considerado, no sé… Por ejemplo: existe el tópico de que la juventud simboliza los valores de la idea de libertad. Ya saben, lo típico de la rebeldía juvenil y todo eso. Sin embargo, excúsenme, yo veo al personal joven más esclavizado a sus gregarismos que nadie; en cualquiera de sus aficiones y manifestaciones se comportan guiados por un instinto de uniformidad tal que en épocas pasadas no se ha dado en tal grado. Estudiemos un poco la Historia de las sociedades más recientes y pensemos un algo.

Voy a permitirme ser sincero con ustedes, aunque se me critique, que lo van a hacer: pero yo me siento infinitamente más libre ahora, en mi vejez, sí, mi vejez, que cuando era joven, y excuso el hecho histórico de la dictadura y todo aquello… Ni punto de comparación. Y, aún y así, soy mentalmente más libre en mi senectud que en mi madurez, y, por supuesto, que en mi juventud, claro. Como me siento intelectualmente más libre, con diferencia, que muchos, muchísimos jóvenes de hoy en día.

Apenas si ya me quedan ataduras mentales gregarias. Ni siquiera la prudencia de callarme lo que estoy diciendo hoy aquí, en este artículo. Y aún a sabiendas de que no se va a querer entender… Los convencionalismos actuales no son los de ayer, pero atan igual de fuerte o más. Y condicionan lo mismo. Lo políticamente correcto y el buenismo son catequesis correctoras e impositoras de una moral laica peor que la religiosa. Y los considerados enemigos de esa moral, falsa e hipócrita por cierto, no son los que se hacinan y se amogollonan entre ellos, sino los que expresamos lo que decimos porque creemos lo que creemos. Es el momento de que se me tache de “Decadente”… Ánimo, chicos, no os privéis.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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