INFIERNO, CIELO Y PURGATORIO.

¿Quién dice que no existe el Principio de la Razón Suficiente (Leibnitz)?. Para quién no quiere ponerse a pensar, se lo simplifico en tres palabras: Todo está correlacionado…La magistral obra de Dante, La Divina Comedia, me la emparedé hace un pimporrón de años, en mi juventud. Son muchas lecturas, muchos libros, muchas obras en una sola. Supone un viaje iniciático, místico; un tratado de numerología en estado puro; esoterismo a manta; y también un magnífico libro de aventuras. Muchas cosas mezcladas en una sola, donde cada cual aprovecha lo que quiere, sabe o puede… El caso es que andaba yo buscándola por mi desastre de “biblioteca” – si se le puede llamar así – para volver a trajinármela (o que me trajinara ella a mí), cuando mi buen amiga María José me envió un audio-vídeo, breve pero intenso, brillante, tratando sobre tal prolijo libro. A esto se le llama “Sincronicidad”, por si no lo saben.

Así que, aún sin descabalgarme de mi propósito, me lo sopé de cabo a rabo, y hete aquí que, conforme iba escuchando los atinados comentarios, puro ensayo del bueno, fui recordando, poco a poco, todas las partes de tan magna, y yo diría casi definitiva, obra maestra. Es un compendio de conocimiento múltiple y de sabiduría universal, que la hace, por lo menos, única… Pero, el caso de la cosa, es que me resuelve al menos uno de mis artículos del menú del día, y no es mal tema ese si lo vulgarizamos a tope güay, quitándole todo el espesor académico, simplificándolo al puro máximo, y dejándolo en cueros vivos… Luego, si alguien se siente atraído y se atreve con ella, que la busque y la compre. No se arrepentirá.

A los que solo tuvimos una escuela elemental de pura posguerra, con aquellos maestros pasando más hambre que un ídem, y nosotros lamiendo el culo de la lata del Plan Marshall: léase leche en polvo y queso, americanos, aquellos Educadores, con mayúscula, sí que llegaban a informarnos de la existencia de los grandes maestros de la literatura universal, y entre ellos, claro, del florentino Dante Aligüiehri (siglo XIII). Por supuesto, todo muy simplificado pero muy bien enfocado, su obra trataba sobre el infierno, el purgatorio y la gloria. Conceptos muy manidos, usados y abusados por la impuesta enseñanza eclesial, si bien que con sus nociones dogmáticas desprovistas de todo sentido racional, lógico, ideológico y metafórico… Y de esto es lo que se me brinda hoy para compartirlo con ustedes que me soportan, si quieren. Una buena excusa y una mejor causa y motivo.

Esa tríada catecísmica (yo diría también cataclísmica) ha sido utilizada por nuestra Iglesia, como también por otros credos, para afianzar su poder sobre las mentes, inoculando en vena el miedo, el terror y el chantaje, desde tiempos inmemoriales, en base a la amenaza de la condenación eterna: sométete como el santo que yo te diga; o págame mis pingües indulgencias, o ya sabes dónde te mando… Naturalmente, aún sin bajarse de tan lucroso burro, pero los siglos le han obligado a modificar el concepto. La gente somos lerdos y tardos de entendederas, pero llega un momento en que también de tragaderas. Así que ahora mudan su “infalibilidad papal” de tormento, a una especie de “estado mental de las almas”, sin tanta pirotecnia ni navajazo físico, pero eso sí, claro está: de total y absoluto sufrimiento… A ver, todavía, en qué queda el dogma.

Por supuesto, que yo no les voy a decir en qué consisten, por un par de razones básicas: porque no soy un Enoc ni profeta, ni místico alguno que haya sido transportado a tales lugares; ni porque, claro, aún no me he muerto… Puedo trasladarles – y es lo que me propongo hacer – mi creencia, mi opinión, mi pensamiento, que para mí ya es convencimiento, o mi idea de lo que puede ser, pero admitiendo que mi ciencia infusa se basa en el estudio comparado de las religiones, filosofías, culturas y civilizaciones, y… también algunos conocimientos sobre física moderna. Ya saben, de todo un poco, como en botica. Por supuesto, no es “Palabra de Dios”, aunque tampoco crea yo que lo que dicen que es lo sea, claro…

Para mí, ya entrando en materia, los tres estadios no son más que partes de una misma cosa: La evolución humana. No la antropológica, entiéndanme, sino la anímico/espiritual de ese mismo ser humano; la evolución mental, moral y responsable, de conocimiento universal, desde que abandonamos un Edén y habremos de regresar al mismo con la experiencia y la sabiduría en la chepa del alma. No hablo de una vida, hablo de una existencia. Las vidas son las partes, la existencia es el todo. [MG1] [MG2] [MG3] Hablo, ya digo, de pura y dura Evolución Universal, y nosotros teniendo arte y parte en la misma.

El Infierno, para mí, es dónde ahora mismo nos batimos el cobre. No hemos aprendido una jodida papa, y estamos pagando las consecuencias de cuánto, ignorantemente, estamos provocando. Esta sociedad, decimos, es el mundo… y no, eso sería la suma de las partes que hacemos: el todo. Hemos de afrontar la Evolución personalmente, ayudándonos entre nosotros, sí, pero bajo la responsabilidad de cada cual… La fase del Infierno es la ignorancia, el desconocimiento, la incultura, la oscuridad moral e intelectual en la que se debaten nuestros sufrimientos psíquicos y físicos, pues lo segundo son consecuencia de lo primero.

El Purgatorio es alcanzar un poco, un mínimo, un débil chispazo, de luz, con el que alumbrar nuestros continuos errores y nuestras continuas consecuencias. Una fugaz toma de conciencia. Es la “noche eterna del alma” de Santa Teresa; el desprenderse de la ganga del alambique donde se fragua nuestra alquimia; el reconocimiento de nuestro empecinamiento en no querer saber, en despreciar el valor de lo único que vale… El Purgatorio es la penitencia consciente que cada individuo sufre por sus propios actos y por los de la humanidad; un principio de purificación por el sincero re-conocimiento.

Solo cuando hayamos logrado abrir los ojos de ese alma en cada almario, se abrirá el Cielo para ellos. Esa es la verdadera y auténtica, y genuina, “eternidad”… El primero y el segundo no son eternos, porque las fases, los estadios, las etapas, no lo son, aunque, eso sí, se pueden hacer eternos; solo la Gloria es eterna, pues es el último y definitivo estado… Todo lo creado está sujeto a evolución, incluido lo consciente y lo inconsciente. Nosotros formamos parte de lo primero, y, sin embargo, paradógicamente, somos inconscientes de nuestra consciencia.

Luchamos en la materia por la materia, y eso es el puro Infierno. Cuando nos damos cuenta del error, de atarnos a la ley causa-efecto, purgamos nuestro único, solo y exclusivo pecado de ignorancia consciente, y solo después regresaremos al estado original (Paraíso) del que partimos, y que voluntariamente perdimos… El Nazareno al que suplantamos dejó dicho “el que tenga ojos para ver y oídos para oír…”

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.cominfo@escriburgo.com


Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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