para MurciaEconomía:
El periodista Jesús Cintora preguntó, en una entrevista del Huffington Post, al juez Joaquim Bosch, por la “impunidad” de Isabel Díaz Ayuso con respecto a las muertes de ancianos en las residencias madrileñas durante la pandemia de Cóvid… Hubo cientos de muertes innecesarias por una mala práxis y peor gestión de los recursos públicos en esa materia, aparte la torpe negativa a ser trasladados a hospitales de la comunidad para ser debidamente atendidos. Es cierto que existió una falta de responsabilidad sangrante, manifiesta y patente, pero he aquí la respuesta del propio magistrado:
“Esta es una valoración que deben hacer los tribunales competentes… para imputar una responsabilidad penal se tendrá que demostrar que ella participó, que supo que ocurría, y que es responsable directa a través de una relación de causalidad entre las muertes”. Obviamente, está meridianamente claro que debe acreditarse, y son los tribunales competentes en cada caso los que deben decidir. En pocas palabras, en un Estado de Derecho, que se sea responsable no quiere decir que se sea culpable (o sea: irresponsable), sino que se pueda demostrar con pruebas fehacientes la tal conexión.
…Y está muy claro que se puede ser moralmente responsable de un delito, e ir de rositas por las puertas de los juzgados. Ejemplo, caso Aldana. En España, sobre todo la clase política, ha subvertido tales valores – moralidad y legalidad – hasta el punto que ha contagiado tan nocivo virus a la propia ciudadanía a su cargo; y ya no está en nosotros el fiel de la balanza, ni la más sana y bendita neutralidad; ni el más elemental buen sentido, ni siquiera la escueta lógica; ahora somos y estamos más polarizados que nuestros políticos, dependiendo del bando / yo diría la banda / a la que pertenezca y obedezca cada cual. Quizá lo más ajustado sea decir ”dejarnos pertenecer”.
Por eso debería escandalizarme – pero ya solo me sorprende – el hecho de que un Juez tenga que recordar a la opinión pública las bases mínimas y más elementales de un Estado de Derecho, por un lado, en casos más que comprobados, si bien aún no probados; mientras por el otro puede permitirse al tal empresario citado, manifestar una serie de acusaciones sin haber aportado una sola prueba sobre las tales… Y lo pongo y expongo tan solo que como un ejemplo práctico… ni mucho menos lo hago como defensa unilateral y/o partidista de nada ni de nadie, sino como crítica de qué forma y manera en este país se practica con la mayor naturalidad y desvergüenza aquello de la paja en ojo ajeno, sin vislumbrar las propias vigas, más oxidadas que nuestras conciencias.
En el caso de ambos dos personajes, a un suponer, si se demuestra en el caso de Sánchez la corrupción de la que se le acusa, aparte de aplicarle la Ley, debería de dimitir aunque solo fuera por dignidad política; exactamente igual que en caso de Ayuso, si algún día llega a demostrarse su participación (o criminal inacción) en la cosa de la masiva muerte de ancianos en las madrileñas residencias; lo mismo que debería de dimitir ipso-facto en el caso (creo que ya demostrado) de encubrir a su pareja como delincuente fiscal.
Pero hablamos, naturalmente, de moralidad, no de legalidad, y aquí, en este país, hemos hecho basura de los códigos éticos. Pura porquería… Díganme, por favor, un solo partido político, uno solo, que actúe con ética. No hace falta ningún tribunal , incluso inquisitorial si así mismo lo quieren. Tan solo hay que fijarse en el comportamiento (por supuesto que de educación, ni rastro) que sus señorías utilizan entre sus bandurriales: insultos, mentiras, ofensas, bulos, zancadillas, navajazos de estercolero, embustes… todo vale y sirve. Y estamos tan acostumbrados que lo vemos como comportamientos normales. Nuestras cámaras legislativas exponen cada día los peores códigos de conducta que imaginarse puede. Y lo aceptamos.
Mientras tanto, hemos tenido, servido a la plancha, a un tal Lobato (otro ejemplo más), socialista y madrileño, que tuvo que presentar su dimisión (aún dudo si no fue inocentada) por cubrir las espaldas de su jefe de filas, con motivos suficientes como para dejar el puesto él y todo el gobierno; y a otro tal Mazón, pepero y valenciano, con motivos sobrados y asquerosamente archisuficientes como para también dimitir con toda su bandada, y que no solo no lo ha hecho, sino que, su Feijefe, tampoco ha tenido la decencia de exigírselo… Ninguno es mejor que otro, sino que todos son peores que los demás. Si bien lo de la vergüenza y lo de la dignidad creo que las van a retirar la Rae por haber caído en flagrante desuso.
El mejor retrato se lo escuché el otro día a un damnificado de la Dana: “esos a los que pagamos y dicen que trabajan para nosotros”… Una definición exacta y cabal de lo que es sin deber de ser. Pero hay un par de cosas aún peores: una es que ellos saben manejar como nadie que eso es una burda y torpe mentira, que tan solo trabajan para sí mismos; y la otra que somos nosotros los que trabajamos como burros para que ellos vivan en el privilegio de un puesto y una nómina que ni de lejos merecen. Pero lo peor de todo es que nosotros lo sabemos, y no hacemos nada; no obramos en consecuencia: como nosotros sus patrones y ellos nuestros peones, sino al revés, todo lo contrario… Deberíamos pegar un puñetazo en todas las mesas en que hayan urnas. Los chorizos les dan buen sabor al cocido, los nuestros nos roban hasta los garbanzos.