Mi estimada “partenaire” en el programa radiofónico que deslío cada semana, Micaela, alma sensible dónde las haya, siempre me insta a que mis temas tratados sean apacibles, románticos, amables, de tonos bucólicos, a ser posible… Es mi apreciado contraste, mi pié de rey, mi piedra de toque… Yo suelo arrancarme por peteneras, y ella intenta contrarrestarme con un vals; ella me empuja a contrapesar con tonos rosáceos, mientras yo tiendo a ser polémico, casi en rojo. A veces le hago caso, o hago por complacerla dentro de lo posible, aunque mi tendencia apache sea pintarme el rostro con los colores de guerra…
Pero si analizamos el significado de “romanticismo” nos podemos encontrar que no siempre suele ser aquello que esperamos, porque así lo creemos. No todo lo que es romántico, o se supone que lo es, resulta placentero. En realidad muchas historias consideradas románticas son de sufrimiento, sobretodo las de tema amoroso… Puede parecernos romántico a terceros, a los de la barrera, pero no creo que le parezca así a los que sufren su propia historia(échenle un vistazo a los dramas de Shekaspeare, por ejemplo)… Entonces, en tales casos, lo romántico se traduce en tragedia. Etimológicamente, la palabra “romanticismo” viene de la antígua lengua derivada del latín, de la que proviene la nuestra: del “romance” – de ahí también “románico” -, o sea: un estilo de expresión, una forma de comunicarse, una manera de hablar y escribir… nada que ver con el sentimiento.
Nosotros lo hemos asociado precisamente a eso mismo: a la sensibilidad, esto es, una persona romántica forzosamente ha de ser una persona sensible, y nunca, jamás, diré yo que no se así… aunque las palabras “sensible” o “sensibilidad” deriven de sensitivo, o sea, de todo lo que se siente, y puede sentirse hasta un dolor de muelas, o un cólico nefrítico, con todo lo poco de romántico que sea eso… Yo creo, y esto es una elucubración muy personal mía, por supuesto, que esta asociación de ideas ya establecida, viene precisamente de esa lengua romance antígua a que aludía. Todas las gestas, obras clásicas y escritos del amor galante, por ejemplo, fueron escritas en romance, y de ahí, quizá, que se relacione con el romanticismo.
Naturalmente, no deseo establecer nada, ni tampoco quiero cambiar nada, ni muchísimo menos… Bien está lo que está bien. Lo único que intento es establecer un hilo conductor que nos lleve a entender que no existe una definición, una idea, ni siquiera un sentimiento, estrictamente puro. Que usamos las palabras para adoptar y adaptar nuestras sensaciones a ellas, sin ser conscientes de que esas mismas palabras igual terminan por adoptarnos a nosotros. No sé si me explico… No obstante, esto bien puede ser un buen tema para polemizar, miren ustedes por dónde…
…Y miren por dónde, aquí venimos a lo que vamos, y sirva esta digresión para justificarme, si ello es posible, ante mi muy eficiente conductora de programa. Y es que a mí, lo que me gusta precisamente es eso mismo: polemizar, y ustedes sepan perdonarme por esa tendencia que, para muchos, se considera nefasta y maliciosa… Pero, miren, yo es que soy de los que creen que de la polémica nace la luz, el conocimiento, o, al menos, el contraste de pareceres, que eso, bien llevado, siempre enriquece, tanto al que polemiza como al que escucha… Y no diré que los temas plácidos, como los románticos, sean de segunda fila, que no. Son buenos, positivos y necesarios para saborearlos y gozarlos; para complacernos en ellos, como nos llena un buen concierto. Muy cierto. Pero se aprende más de una buena y bien llevada polémica que de un buen relato romántico, no me digan que no…
Permítanme establecer una comparación, por burda que parezca: los dulces suelen servirse después de las comidas, a modo de postre, como una exquisitez que paladear… pero lo que alimenta de verdad es la comida, no el dulce. Una persona no puede alimentarse a base de dulces, pues su salud sería deficitaria. Pues igual con esto que tratamos. Lo romántico es el dulce, la confitura, lo grato al paladar; y la polémica es el resto de la comida que nos lleva a una alimentación integral y completa de la mente… Y ya digo, no deja de ser una suposición personal que someto a ustedes, que tienen a bien acogerme en mis escritos y programas de radio. Y si esta opinión mía a tal respecto, suscita polémica, pues miren, al final hemos venido a lo que intento explicar desde el principio.
El más arcano y sabio de los evangelistas, San Juan, dejó caer que “al principio de todo fue el Verbo”, la palabra, y que “el Verbo estaba con Dios, porque el Verbo era Dios”; luego se deduce que solo existía la Palabra de Dios, “por la que todo fue hecho”, se aclara además. Y luego, después, también se dice: “y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”… O sea, la palabra tuvo que hacerse humana para convertirse en múltiples opiniones de las que nosotros, entre todos, pudiéramos sacar la luz. Esto es: para polemizar, para acabar entendiéndonos entre nosotros, si es que eso es posible…
Ya sé que Micaela, a la que someto la decisión de que este artículo se haga “carne”… digo programa de radio, “que habite entre nosotros”, o no, me vá a decir que “le he tomado la vuelta”, y que, de alguna forma y manera, “se la he liado” como siempre… Pero no es del todo así. Lo que he intentado hacer, no sé si con éxito o no, es, atendiendo a sus deseos, echar al guisado algún ingrediente más para realzarle el sabor… y el saber; para que resulte más interesante, si no un poquico más polémico. Ustedes tienen la última palabra.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com