
La tractorada labradora del pasado 21/2 fue, como es costumbre, una más de las muchas que no aportó nada nuevo a lo ya sabido por repetido: toma de la capital, concentración ante la Delegación de Gobierno; esturreado de productos, que la población de la ciudad aprovecha como lluvia de maná, mientras en los pueblos donde se produce se compra en las superficies a precio deshonestos… Lo de siempre. Todos los medios proclamando el mismo sonsonete, que ya es un motete; y todos los políticos haciendo gala de su nada, de su vaciedad clamorosa. Los análisis de los mismos vertidos en prensa del día siguiente no es otra cosa que un ruin y patético todos cubrirse las espaldas y mirar para otro lado.
O sea, más de lo mismo. Tan solo la formación de Podemos puso el dedo en la llaga, responsabilizando a las grandes cadenas de distribución: “… sino los márgenes de beneficio absolutamente escandalosos que se llevan numerosas cadenas que están ahogando a los productores, pero también a muchas familias que pagamos precios indecentes” (LO-22/02)… El compromiso final arrancado de gestionar una entrevista con Teresa Ribera y ni siquiera con el gran factótum presidencial, es una limosna inútil, también repetida por sabida, por no decir el timo de la estampita.
En esta misma cabecera lo he repetido muchas veces: los sufridos agricultores solo ansían solucionar SU problema, la supervivencia, que tampoco es poco. Pero no solucionar EL problema, que es el de todos. La solución no estriba en recibir ayudas, exenciones y subvenciones, para no tener que “producir a pérdidas”. Eso, aparte de que al final es sacado de nuestros propios impuestos, supone aplazar la solución del problema para mañana… una patada al balón y que rule, hasta que en unos meses, o un año, volvamos a empezar con las mismas protestas…
Y lo que es peor: nadie quiere encarar la situación ni la solución. Aquí pueden pasar un par de cosas o tres… Una, la antedicha, esto es: negociaciones, cuatro chavos para que vayan aguantando, sacados de nuestros bolsillos, naturalmente, y mientras rula no chamba; dos, que los distribuidores, que no van a matar a su gallina de los huevos de oro, se pongan de acuerdo en subirles su ya miserable precio de producción un 10%, 15%, 20%… lo que supondrá, con los bestiales márgenes que trabajan, que a nosotros nos vuelvan a subir los precios del supermercado un 30%, un 40% o un 50% más de lo que ya están subidos; o la tercera, que sería la deseable, y que es que esos agricultores se pongan en su sitio y se nieguen todos a pasar por las hordas cainitas de sus codiciosos amos.
Eso que llaman, muy finamente por cierto, “revisar la cadena alimentaria”, y que no es más que una etiqueta inútil en manos de una Administración aún más inútil, que se la pelotean entre ellos y que no hacen nunca nada a tal respecto. Y no hacen nada, simplemente, porque los gobiernos están vendidos a las oligarquías financieras que imponen un tipo de mercado en un sistema brutal e insalubre, basado en la mundialización y el engrase y compra de voluntades. Se han hecho los dictadores monopolistas de los suministros, e imponen su absolutismo económico.
Por supuesto, esa tercera vía, de difícil solución dado el servilismo imperante, pasaría por reconquistar el modelo de economía circular natural: de productores a consumidores, y que la distribución esté en manos de los primeros… Habría que reeducar a los segundos en el consumo de productos frescos y de proximidad, pero se ganaría en muchos factores: en una mayor calidad; en un precio más justo y reducido; en un transporte más cercano y menos agresivo; en productos muchísimo más sanos y que no necesiten de la innatural cadena de frío… y el productor podría repercutir sus menores gastos defendiendo su trabajo con la dignidad de su auténtico costo y valor.
El modelo basado en que el producto de aquí se mande a la Conchinchina y se traigan productos de la Conchinchina para ser consumidos aquí, en una alteración continua de precios (manipulación, diría yo), y con una mayor insanía y menor calidad, es un método cerril (inhumano, también diría yo) montado para enriquecer desproporcionalmente a unos pocos a cargo de unos muchos. Y ese mismo, y no otro, es el sistema que nos están colando ante la ceguera borreguil de los que producen y de los que consumimos, en suicida comandita.
Un ejemplo concreto que propuse, cuando andaba los caminos de la Coec hace 45 años, que fué cuando empezó a liarse esta merder, en aquellas reuniones con el Campo que en esta misma MurciaEconomía les he referido en artículos anteriores, fue utilizar la entonces incipiente Ifepa como una macrolonja al servicio de los agricultores del Campo de Cartagena… Aquel alcalde, Pedro Jiménez, estaba de acuerdo, y la Confederación de Empresarios colaboraría en montar la estructura administrativa y de funcionamiento…
Pero el sector no se quiso implicar ni complicar, porque los cantos de sirena de aquellas distribuidoras le ofrecían el oro y el moro poniendo sus tierras al servicio de una agricultura intensiva… y agresiva, a la conquista de mercados. El resultado es justo lo que tenemos hoy: hay que explotar grandes extensiones de tierra para apenas sacar los pies del plato, mientras antes, con menos artificialidad y abuso, se rendía lo suficiente para mantenerse dignamente. Y los que estábamos a la mesa comíamos productos óptimos, sanos, frescos y baratos. Todo esto es lo que hemos perdido, porque ganar, lo que se dice ganar, no parece que hayamos ganado nada… Y siento un montón que a muchos no les guste lo que estoy diciendo.