Existe en la base social una cierta preocupación por la ludopatía. Una tendencia, un vicio, un lo que sea, que ha existido siempre, pero al que nunca se ha podido erradicar… Es algo que va unido al ser humano, y cuyo abono es la pobreza. Y hoy hay pobreza para dar y tirar, aparte de una relajación moral y de valores que antes no existía… Sí existían las timbas, más o menos con la vista gorda de las autoridades incluso en tiempos dictatoriales de prohibición del juego, acudiendo a ellas, curiosamente y por lo general, acomodadas gentes “de bien”, aunque más de uno saliera trasquilado y arruinado de ellas. Los “casinos pueblerinos” eran los mejores nidos para poner tales huevos.
En la actualidad, la cosa es más preocupante. Bastante más. Sobre todo por la incidencia de un par de fenómenos añadidos: la necesidad y la pobreza en capas cada vez más extensas de la sociedad, fruto de dos crisis económicas consecutivas; y porque los ludópatas ya afectan a jóvenes, incluso a niños… Y aquí se enfrentan los intereses sociales que no quieren que sus vástagos se vean dominados por esta lacra y los de unas empresas – cada vez más voraces – que se están enriqueciendo con el juego… Y es que, en España, como con otras muchas cosas y casos, el juego fue legalizado pero no regularizado…
El “ancha es Castilla” a la hora de autorizar la apertura indiscriminada de salones de juego en las calles de las poblaciones, y la falta de vigilancia y control en cuanto a los accesos de menores, se suma el dudoso “todo vale” de la incitación al juego que se vierte en la propia televisión y en todas las redes. Parece que no nos hemos dado cuenta aún que, la caja tonta, como se le llama, si no la hacedora de tontos, como se le debería llamar, es un artilugio doméstico que influye, lo reconozcamos o no, en todos y cada uno de los miembros de la familia: mayores, menores y medianos…
Y ya no solo en edad, también mentales. Así que hoy la ludopatía abarca toda edad y condición. Y existe una segunda trampa añadida a ésta: los microcréditos. El adicto los usa tanto para tener liquidez y poder jugar, como para escapar de las deudas adquiridas por el mismo juego. Un sistema que se está lucrando con esto, pero arruinando a mucha gente, y dando al traste con muchas familias. Y no pocas veces, acabando en la tragedia del suicidio. Aunque, vergonzosa y pudorosamente, y cínicamente también, lo ocultemos.
Existen unas pocas y voluntariosas asociaciones que intentan ayudar. “Esto no es una alternativa de ocio y recreativos: llegan a arruinarte la vida y la de toda tu familia”, advierten con auténtica angustia… Una advertencia que parece ser predicada en el desierto, es: “La gente joven empieza jugando en grupo, por presión social, y terminan jugando solos en casa, a escondidas. Es como consumir droga”… El representante de una de esas pobres Ong´s (y digo pobres porque no tienen la más mínima ayuda estatal ni de ningún organismo), corrobora: “hemos llegado a atender hasta a niños de nueve años que se habían gastado decenas de miles de euros on line”…
Los empresarios del sector se defienden. No quieren que sus salones de juego se sitúen en áreas periféricas (bajo un eficaz control público) y aseguran falazmente que en sus negocios ya existe esa eficacia de control, pero es notorio que eso no es cierto… Otra falsedad es: “a mayor cantidad de salones, el juego se diversifica, y, por tanto, haya menos juego y más seguro”… Mentira. Matemáticamente, a más salas, mayores oportunidades, y más gente a jugar… Incluso se atreven a asegurar que “el juego on-line es igual de seguro que el físico, pues no se pueden suplantar identidades”… Ya, entonces, les pregunto, ¿esos niños de nueve años que han accedido y se han gastado lo que sus familias no tienen para comer..?. ¿Qué son?.. ¿extraterrestres acaso?..
Ya sé que todo, absolutamente todo, estriba en la solidez de la educación recibida. Tanto en la familia como en la escuela. Y que eso falla estrepitosamente – a los frutos me remito – por mucha asignatura de Ética que se diga. Es un parche que intenta tapar un agujero que cada vez se extiende y hace más grande… Una buena educación de base, enseña a las personas a defenderse (al menos es lo que se ha asegurado y demostrado), y eso, aquí, hoy, no lo hay, por mucho que nos moleste a muchos…
Así que no sería malo que, visto lo visto, las administraciones fuesen un poco menos rapaces con el ingreso de impuestos sobre el juego, y un poco más capaces en proteger educando sobre ese mismo juego. Y hay muchas maneras de hacerlo, y ellos lo saben perfectamente. Lo que pasa es que la permisividad y la corrupción siempre andan cogidos de la mano… Y, al final de todo, quedan, a un lado los ludópatas, y al otro, los simpáticos de los ludopáticos…
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