El mercado alimentario anda loco… tanto, que ni siquiera los propios agricultores, que viven toda la vida de esto, confiesan no entender lo que está pasando. Un productor almeriense de sandías y melones, Andrés Góngora, confiesa en las páginas de economía de El País, entre otras cosas que “la sandía temprana suele valer dinero, sin embargo, el 15 de Mayo los precios se hundieron inexplicablemente cuando se nos pagaron, para, pocas semanas después, subir un brutal 50% a la hora de venderlas en los mercados, y eso que es un producto poco perecedero. Ha sido una locura. No soy capaz de catalogarlo”… tampoco es tan difícil, eso se llama especulación. El responsable de Coag dice de estas fluctuaciones del mercado que “te desquician”.
Pues ello se debe a la manipulación de los distribuidores sobre los productores. En cifras del propio Ministerio de Agricultura, la producción final agraria ha pasado en menos de una década de 44.000 millones de euros a superar los 65.000 millones (un 47% más). El principio de la economía es que a mayor producción menos precio, lo que se traduce en el más conocido de la oferta y la demanda… Pero, claro, ¿y cuando se interviene la oferta a través de oligopolios, qué pasa?.. Los productores se quejan que los costos: maquinaria, semillas, fertilizantes, insecticidas, transporte, les han subido por encima del 50%, y que no cubren gastos, mientras, por otro lado, al consumidor le llegan los precios con un alza que oscilan entre el 100% y el 300%, algunas veces aún más.
Pero es que (y esto resulta muy curioso) esa maquinaria, semillas, fertilizantes y transporte, está cada vez más en manos de menos grupos que los controlan, como Clas o Same en maquinaria; Cargill o Bunges en semillas; Timac o Fertiberia en abonos; Zotal o Braum en veterinaria; la concentración de los llamados “Traders” en el transporte; los procesadores y distribuidores… todos ellos controlan cada vez más cuota de mercado. Un estudio de Ipesfood, expertos internacionales en sistemas alimentarios, asegura que llegan a copar hasta un 78% de tal mercado. El último ejemplo: la americana Bunge se tragó a su rival Viterra, a su vez propietaria del gigante suizo de materias primas Glencore…
En fin, solo los profesionales de la agricultura saben de lo que les estoy hablando… Por otro lado, no es justo tampoco que yo les aburra con datos, nombres, etc. que tan solo obedece a intentar darles a entender que me apoyo en datos concretos y constatables a la hora de plantear la hipótesis de lo que está pasando y del porqué está ocurriendo. Para los economistas de Somo – un centro de investigación sobre multinacionales que reside en Ámsterdam – “controlan gran parte de las cadenas de suministros de alimentos, trabajan juntos estrechamente a través de empresas conjuntas e inversiones compartidas, y recopilan ingentes cantidades de datos sobre cosechas, precios y acontecimientos políticos de todas las partes del mundo”.
Pero es que luego, tenemos las distribuidoras, que actuan con la misma ánsia de concertación, concentración y monopolio: Mercadona con una cuota del 26%, Carrefour con el 10%, Lidd, Eroski, Día… Incluso para el suministro de sus tiendas en el resto de los países de la unión europea. Ante este panorama, es lógica la volatilidad existente en un campo dominado por gigantes, si, aparte de la absorción de la producción, los incrementos de los costos para tal producción están cada vez más en manos de multinacionales y oligarquías económicas que se comen las rentas del sector agrícola, aumentando a la vez artificialmente, y brutalmente, los precios en la cesta de la compra.
No hay pues que matricularse en Salamanca para obtener una clara visión (ya no intuición) de lo que está ocurriendo: la alimentación de los ciudadanos; de las personas convertidas en gente; la comida de los seres humanos, en definitiva, está siendo intervenida, concertada y concentrada, y monopolizada, por unos pocos grupos financieros que dominan los mercados mundiales… Lo que nos vendieron como “globalización”, y que nosotros abrazamos de forma tan entusiasta y de manera tan estúpida, abandonando nuestros primitivos cauces, es lo que hoy tenemos. Resultado: productos de baja calidad, cada vez más insípidos y cada vez menos sanos, y, por supuesto, cada vez más caros. El que no quiera verlo es porque está voluntariamente ciego.
En pocas palabras: nos hemos convertido en consumados consumidores consumidos… ¿Me preguntan ustedes en qué intervienen los gobiernos de turno para detener este secuestro y latrocinio?, pues en poner el platillo a la hora del reparto, a ver qué cae. Son meros observadores pasivos y chupópteros del sistema, de este fenómeno que hemos empinado con el concurso de todos: de nosotros los primeros, que fuimos los que pusimos el conperdón culo a todas las cantasirenas, en detrimento de todo, y enviamos a hacer puñetas al sistema que nos procuraba alimentos frescos, asequibles, de calidad y sanos. Podrán negarlo cuanto y cuántos quieran, pero es la única verdad.
Dicen los exégetas que por el Hombre vino el pecado al mundo, y por el Hombre tendrá que marchar del mundo… Bueno, pues lo mismo digo, si no les molesta a los que me leen: que por los Consumidores llegó esta plaga a los mercados, y por los Consumidores tendrá que acabar. Aunque los consumidores seamos más tontos que los ya perdidos tontos, que tampoco me extraña nada. Puede que prefiramos morir por ella, en ella y con ella, pues esa aplaga vive opíparamente de todos nosotros, sus rendidos clientes y pulgones. Dice nuestro castellano refrán que “muerto el perro, se acabó la rabia”, ¿no?.. pero aquí no somos perros, ¡Qué más quisiéramos!, aquí somos corderos y pagamos con nuestro silencio. Y ellos, los esquiladores, lo saben muy requetebien.
Por supuesto, no esperen que vuelva a repetirles el mantra, porque no lo voy a hacer otra vez. Lo saben perfectamente, pero no quieren admitirlo… Como hace medio siglo, cuando los agricultores de este llamado Campo de Cartagena se juntaron en las Escuelas de Meroños (Torre-Pacheco), con aquél alcalde Pedro Jiménez y este servidor del convento representando a Coec, que se quejaban a la vez que abrían sus castas piernas a los primeros depredadores. No quisieron hacer lo que bien se pudo hacer entonces. Y de aquellos malos polvos estos peores lodos… Por sus frutos lo hemos conocido, así que, ahora, ajo y agua… que, encima, cara y poca.