Últimamente, Netanyahu ha dado suelta a una estúpida estrategia: reivindicar la tierra de Gaza por vía divina: “Nuestro derecho a la Tierra de Israel está anclado en la Biblia”, dice literalmente. Una interpretación sesgada y gratuita que cualquier pueblo puede hacer a lo largo de su historia en algún momento de la misma, no exenta, claro, de ocultaciones, falsedades y manipulaciones… Sin embargo, muchos lo creen. Esos comentarios, más o menos envenenados, suelen tener ciertos resultados en mentalidades asentadas a la literalidad bíblica, sean de la confesión que sean.
Sin embargo, nada más lejos de la verdad; no deja de ser mas que una burda y cínica transpolación de hechos y omisión de otros. La pura realidad es que Israel es un nombre muy posterior, adoptado por la adoración al dios semita Él, de las tribus de Canaán. En verdad, antes de convertirse en Israel se conocían por las tribus de Judea y de Canaán, de la primera de las cuales proviene, dicho sea de paso, Jesús… Por cierto que, si nació en Belén como dicen, en aquella época pertenecía a Palestina, sí, como lo oyen. Luego el Mesías bien pudo ser, de hecho lo fué, palestino…
Se me dirá que a ver dónde aparece Palestina y de donde me saco yo tal conejo de la chistera. Pues muy fácil, lo tenemos ante nuestras mismas narices: entonces los judíos lo conocían por la tierra de los Filisteos (por si quieren saber su significado: Hijos de Dios), y conocida por Roma como Phalistina, en latín, claro. Lo que pasa es que el pez grande siempre se ha comido al chico, y la historia siempre la han escrito e impuesto los ganadores, nunca los “sabedores”; y eso mismo es lo que intentan hacer ahora todos los Netanyahus del mundo. Siempre habrá quiénes, bien por intereses, o bien por pura ignorancia, los defiendan.
Pero ni Israel, ni ningún otro país, tiene otra historia que ser Tribu antes que Nación, concepto primario éste que significa “reunión de varias tribus”… Ni siquiera Abraham (padre de naciones, según Yahvé, ya vé) lo fué. De hecho, es que para poder asentarse en tierras de Egipto, tuvo que ceder a su esposa, Sarah, al virrey de la provincia, haciéndola pasar por su hermana, y si no lo creen, léanlo en el propio Génesis. El resto de esa mal-llamada Historia Sagrada fueron tribus desplazándose, y atacando, diezmando y absorviendo otras tribus y sus tierras, sin más obtención de Escritura de Propiedad por parte de Yahvé alguno que la propia declaración interesada del interfecto de turno. Esa es la pura y puñetera verdad.
Si hemos de dar constancia registral moderna y actual al Estado de Israel, habremos de partir desde su constitución por parte de la ONU en el año 1.948, cediéndole una parte de Palestina. Precisamente la parte más rica, lanzando a los palestinos a la más desértica, que es donde ellos habían ido situando sus kibutz´s de asentamiento, como fue siempre su costumbre: hostigando a sus vecinos y hostigándose mutuamente en rafias sangrientas. Inglaterra, la potencia colonizadora de la zona, la abandonó a su suerte, hastiada de tanto abuso, dejándole la patata caliente a la citada ONU… Dado que Israel no se conformó con su mejor parte, porque lo quería todo, siguió con sus asentamientos, ilegales por cierto, aunque la ley es algo que siempre se han saltado si no va a su favor, como podemos constatar a lo largo de toda su historia hasta la contemporaneidad.
La famosa “Guerra de los seis Días”, en que el gran estratega tuerto Moshen Dayan, con la siempre inacabable ayuda armamentística de primer orden, de su aliado EE.UU., derrotó a una coalición de países árabes, hartos de irrupciones israelíes en sus fronteras, y que arrimaron el ascua a la sardina palestina, ya que les convenía (menos la inteligente Jordania, que se mantuvo neutral). Ese triunfo aplastante, se lo cobró Israel, igual que ahora, aventando su condición de víctima, y arrinconando al pueblo palestino a la actual Franja de Gaza.
Ahora, lo que quiere es ya terminar por hacerse con esa misma franja aherrojando a los palestinos, masacrándolos, o sometiéndoles por la pura fuerza; y hacerse el amo, dueño y señor de lo que siempre, desde su principio, ha perseguido. El intento de fundir Hamás con Palestina es su burda y ruin justificación. Naturalmente, cuanto mayor sean sus masacres, más palestinos engordarán las filas de Hamás; pero nunca serán lo mismo. Ni todos los de Hamás son palestinos, ni todos los palestinos son de Hamás.
En plena guerra ofensiva, Israel acelera la colonización violenta de Cisjordania, declarando, unilateralmente y con la prepotencia del matón, más de un millón de hectáreas “territorio estatal”, y colocando caravanas de colonos armados con licencia para matar en lugares estratégicos (EP-15/5)… Que ahora venga el genocida Netanyahu en plan mosaico, a reclamar su santa guerra en nombre del Dios-Yahvé y de la Sagrada Biblia, y que aún tenga eco en oídos occidentales católicos (que no cristianos, por supuesto) le da el patrón al librepensador de por dónde andan las cosas.
Yo tan solo añado algo más a todo esto: Con respecto al israelismo, el Yahvé de entonces es el EE.UU. actual… “Toma Jericó para Judá, pasa a cuchillo a todo varón, mujer o niño, y no dejes piedra sobre piedra”, le fue ordenado a Josué, en Éxodo, en nombre de aquél vandálico y sangriento “Dios de los Ejércitos”… El paralelismo con el aliado de hoy, que desoye mandatos de la Onu y del propio Tribunal Internacional de La Haya junto a su criminal socio, es tan brutal que hay que estar muy ciego para no verlo… La excusa, más que motivo, de una razzia de un par de docenas de asesinos de Hamás para que hiciera lo que hizo en un dedal de tierra (la más protegida, por cierto, de todos los países del mundo) huele a preparada chamusquina. Y el equilibrio de fuerzas es tan fantasmagórico como vergonzoso: un mafioso continuamente armado por un poderoso sicario – el mayor traficante de armas del mundo, hoy por hoy – contra unos desharrapados muertos de hambre armados con piedras y tirachinas.
Yo lo veo así, como lo cuenta toda la Historia acaecida… Si me quieren llamar “antisemita”, el anatema de moda hoy, háganlo, no se priven… Ni lo soy, ni me voy a sentir insultado por tal soez política… Aún sé distinguir dónde está el verdugo y dónde está la víctima.