NEGACIONISMOS

Todos los políticos, antes de trincar acta y sentar culo, se declaran a favor de frenar lo del cambio climático. Luego, agarrado el burro por los… ya es otra cosa, y firman cuanto les ponen por delante para acelerarlo e incluso empeorarlo… También todos los ciudadanos deseamos contribuir en la lucha contra ese cambio climático, pero hasta que toca nuestra comodidad, costumbres, o bolsillo. Entonces, nos ponemos la etiqueta verde en la solapa, al igual que nuestros políticos, y hacemos todo lo contrario a lo que podemos, y deberíamos, hacer. Políticos y ciudadanos somos parte de la misma cizaña.

No somos negacionistas puros, somos puros hipócritas… YouGov, en su encuesta por siete países europeos, transluce que el 95% – que es mucho por ciento, por cierto – de la población, reconoce el cambio climático, y apoya en bloque las medidas contra el mismo, pero, claro, sin que implique un mínimo de sacrificio en su forma de vida. Y eso, como es lógico y natural, resulta imposible. Es como el que padece cáncer de pulmón y se niega a dejar de fumar. Esade Ec Pol, en un estudio sobre la ciudadanía española, arroja que es mayoritariamente partidaria de los coches eléctricos (al mismo tiempo que le da igual de dónde provenga esa electricidad), pero también está en contra de que penalicen el diésel y la gasolina… Esto es, estamos a favor de lo uno y de su contrario, que no nos joroben el estatus.

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Entre esa indiscutible realidad, lo queramos reconocer o no, que esa es otra, la geopolítica social está virando a un fenómeno un tanto curioso, pero que, si lo pensamos, no es tanto: y es que el populismo de extrema derecha está asumiendo, en actitud abierta y reivindicativa, ese negacionismo climático, y aplicándolo a sus políticos, incluso imponiéndoselo a sus socios y aliados de cualquier gobierno… Lo estamos viendo en todas aquellas autonomías y ayuntamientos donde se les han rendido los pendones (siglas) del PP y adláteres, en consejerías y concejalías de agricultura y medio ambiente. Esto es un hecho constatado y contrastado.

Lo que parce que no nos damos cuenta, y eso es otro hecho sorprendente, es que ese negacionismo contra natura (entre otras cosas deleznables que salen día a día) se está propiciando, claro está, gracias al voto masivo de la ciudadanía a estas formaciones políticas cuasi absolutistas… Y aquí es donde se destapa la aparente paradoja: ¿Cómo es posible que solo el 5% de la población sea negacionista del cambio climático, pero un porcentaje diez veces mayor vote lo contrario a lo que dice, o cree, u opina? Pues solo puede haber una única respuesta: porque es mentira; porque somos unos embusteros redomados. Ya no vale ni ser ignorantes, e incultos, hemos de ser además falsos…

…Salvo – y lo uno no quita lo otro, naturalmente – que usemos a tales partidos como soporte de nuestra lamentable, pero franca, hipocresía. Me explico: yo soy ecoverde, faltaría más, los que no lo son, ellos sabrán, son los del partido fulano, a mí que me registren. La ruin excusa social de unos ciudadanos que se comportan al revés de lo que declaran… Cuando Hitler subió al poder con un 49% de votos del ciudadanaje, y luego pasó lo que pasó, después, finalizada la II Guerra Mundial que provocó, y en los primeros análisis sociológicos de los aliados, resulta que en un 87% de la población nadie lo votó… Palabrica del Niño Jesús. En este caso, y solo que manteniéndonos en la cuestión del negacionismo climático, nadie vota tampoco a Vox, aquí, y a quiénes sean en el resto de Europa. Nuestra “ferpecta” e irracional excusa.

Es de cajón que con un clima político confuso, oscuro y deteriorado (pero, repito, creado y sostenido por nosotros mismos), no podemos reparar la catástrofe climatológica ya puesta en marcha. Ese compromiso de la mal-llamada y desavenida Comunidad Internacional, de evitar el calentamiento planetario para que no superase ese 1´5º de los niveles preindustriales, ya es una utopía. Lo hemos trasladado de posibilidad a quimera… Y digo “hemos” porque lo hemos – otra vez – hecho posible entre todos. Incluso las verdes y ecológicas naciones del norte de Europa, hoy lucen gobiernos de extrema derecha que están saboteando y abortando tal posibilidad.

Cuando los desastres sean demasiado cuantificables e inevitables, esas/estas democracias, o lo que seamos, siempre podremos decir, descalificar y justificarnos, en las malas políticas de tal o cual partido, o en nuestros gobiernos, si es que esos gobiernos y partidos entonces nos dejan expresarnos. Y todos quedaremos tan orondos y lirondos, y con nuestro más que dudoso honor a salvo. Los negacionistas son ellos, no nosotros (ciudadanos) que los hemos votado, ni nosotros (políticos) que nos hemos vendido… La cuestión será si podremos ni siquiera declararlo en libertad.

En este punto, se me opondrá precisamente eso mismo: en democracia no se puede cortar el flujo de formaciones elegidas por las urnas, etc., etc., etc… Falso. En democracia sí se puede. Si se permiten determinados pactos, se permiten todos los pactos. Por ejemplo: ¿qué impide un pacto entre partidos mayoritarios y constitucionalistas para cortar el paso a populistas, nacionalistas, independentistas y demás cuentistas? Nada, absolutamente nada. ¿Y cambiar la Ley Electoral, o modificar la Ley D´Hont?, tampoco, nada… ¿Y establecer una segunda vuelta que despeje el panorama?  ¿y el sistema de listas abiertas? No me vengan con cuentos, por favor.

Esto, que está cada día más claro, esos políticos que pueden pero que no quieren hacer lo que deben, se encargan de enturbiar el clima ciudadano con estrategias de polarización y enfrentamiento, con la excusa de defender unas ideologías cada vez más falsas y falsarias, huecas y caducas… Existen unos intereses abarcapartidos que fuerzan (o compran) a los políticos, para obrar en determinadas direcciones, encaminadas a determinados fines. Da igual formaciones de izquierdas o derechas. Las siglas hoy solo sirven a superiores amos (oligarquías económicas) …

Y en esta época conviene que el mundo entero orbite hacia un supranacionalismo que solo se puede obtener a través de un par de actuaciones: propiciando líderes burráceos y sistemas populistas que lo aceleren; y propiciando una ciudadanía descontenta, inculta e ignorante que lo lleve a efecto ella misma, mediante su propio voto. Ambas piezas se dan en la actualidad en el tablero. Ya solo falta el jaque al rey. Y el Gran Hermano estará servido.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

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