Las cuentas están echadas por el propio Banco de España, que pone en duda los ahorros esperados por el Gobierno con su Plan de Retraso Voluntario de las Jubilaciones: “Equilibrar las pensiones en 2053, requerirá de 24 millones de inmigrantes”… Su gobernador, Pablo Hernández Cos, lo tiene muy claro: las matemáticas entienden de números, no de ideologías. Lo que pasa es que ni nuestros políticos, ni tampoco nosotros, los ciudadanos, parecemos querer darnos cuenta de una realidad que ningún partido va a subvertir, por mucha propaganda que le arrime a la cosa.
Lo malo que tienen tales cifras, si lo pensamos, es que suponen la mitad de los actuales habitantes de nuestro país. Un auténtico disparate; y lo bueno es que estamos a tres décadas vistas, y, de ser mínimamente inteligentes, y dado que estas cosas no suceden de golpe, sino poco a poco, podríamos ir ajustando las condiciones y evitando lo negativo, dentro de lo posible… Que yo me preocupe de esto a estas alturas de mi edad, no es por lo que a mí me afecta (“muerto el burro la cebá al rabo”, como dice el refrán) pero sí que es preocupante, y mucho, para las generaciones venideras, empeñadas suicidamente además en reducir el número de autóctonos el país.
Visto lo visto, lo que está medianamente claro es que tenemos que cambiar radicalmente la política migratoria que se viene haciendo hasta ahora. Es una auténtica idiotez, por ejemplo, que nos falten cada vez más especialistas en oficios básicos, demandados por empresarios y particulares, y que no se forme adecuadamente – más bien se deforma y se combate – a los jóvenes que llenan nuestros Centros de Acogida a la Inmigración, y que se les suelta irresponsablemente a nuestras calles con una mano detrás y otra delante; cuando lo único que quieren y persiguen es aprender un oficio, ganarse la vida mínima y dignamente, y enviar algún dinero a sus familias… Esto es: exactamente lo que Europa hacía con nosotros hace 75 años, y aún menos.
Otra cosa distinta, claro, son nuestras nulas por absurdas, políticas de integración, dejadas a la buena de Dios, o de Alá, o de Vishnú, o de lo que fuera el caso de cada cual. Abrimos en su día posibilidades de asentamiento y de concentración familiar, sin ningún orden ni control, sin seguimiento, sin vigilancia, ni medida alguna para con esas ya primeras o segundas generaciones de españolitos foráneos que han nacido de entre nosotros desde que todo esto empezó a funcionar de forma y manera tan disfuncional.
Yo observo un par de parámetros distintos y distantes el uno del otro: Por un lado están los inmigrantes que van ocupando laboriosamente los puestos, labores y trabajos autónomos que nosotros hemos ido abandonando, esto es, comercios, talleres, oficios varios, que se van organizando y aprovechando la oportunidad que se les presenta para ofrecer trabajos de albañiles, electricistas, carpinteros, jardineros, pintores, etc.; de cada vez mayor necesidad en hogares y negocios, con los que logran ganarse la vida honrada y eficientemente… Y, por otro, están una cada vez más cantidad de jóvenes españolextranjeros, que pululan por las calles en grupos desarraigados y desadaptados, que están dando síntomas inequívocos de inseguridad ciudadana, posteriores a los que apuntan ya en colegios e institutos, y que son un claro caldo de cultivo de futuros problemas convivenciales.
La primera, y positiva, tendencia, se está absorviendo de forma natural por la sociedad que la demanda, de muy buen grado por lo demás, porque vienen incluso a solucionar aspectos de servicios ciudadanos que se habían perdido, y que ellos han rescatado en su nivel económico determinado y concreto… Pero la segunda, y negativa, tendencia, es altamente preocupante por lo que tiene de arriesgada. Y, encima, es la parte que más airean, exageran y expanden el populismo de extrema derecha, de lo que alimentan sus descarados bulos y mentiras. Y es, precisamente, con lo que alimentan el racismo y la xenofobia de la ciudadanía.
Es aquí, precisamente, donde habría que volcar toda la atención de instituciones, desde los mismos Ayuntamientos (Concejalías Educativas) al propio gobierno de la Nación, pasando por las consejerías autonómicas correspondientes. Es perentorio crear órganos de inspección para que se cumpla la Normativa que se están saltando en los propios centros educativos al respecto. Donde son incapaces, así como los Servicios Sociales, de hacer respetar y cumplir; sacando así a calles y plazas frutos envenenados de las ramas de un árbol que se suponía formativo.
Yo lo veo de la siguiente manera, y puedo estar equivocado en mi apreciación, naturalmente: pero noto que funcionamos en la inclusión y fracasamos estrepitosamente en la educación… Lo primero es más mérito de ellos que nuestro, pues son sus propias iniciativas; pero lo segundo es absolutamente demérito nuestro, pues actuamos con total despegue e irresponsabilidad, o sea, no actuamos. Existen las Normas, sí, vale, pero no se hacen valer, no se imponen, no se respetan, se pasan de ellas, y los zagales se dan perfectamente cuenta de ello, del papel mojado que son, y actúan según su joven y dislocada consecuencia.
Y esto es lo que tenemos, claro, entre una gama de grises que puebla el intermedio de ambas premisas, ya saben: que si no quieren integrarse, que si su cultura, que si sus sucios trucos y trampas que usan, que si tal y que si cual… Pero donde sigo pensando lo mismo: si la planta ya nace mal en maceta, seguirá torcida una vez plantada en tierra. Y eso nos corresponde a nosotros, aunque solo sea porque, mal que nos pese a algunos cuántos, somos los primeros interesados en no romper la baraja y matar la gallina de nuestros huevos jubilatorios.
La realidad tozuda es la que es: Europa necesita la mano de obra de la que carece; y España va acusadamente en cabeza porque se suma nuestra, nula más que baja, natalidad… Infórmense los avestruces en los Registros Civiles, sobre los españolitos que nos nacen, antes de emitir un juicio estúpido y descerebrado, por favor. El Gobernador del Banco de España lo ha puesto en negro sobre blanco, y todos, los gobiernos europeos, como también el nuestro, también, lo saben por lo sobrado: En unas muy pocas décadas, no podremos mantener nuestra cacareada Sociedad del Bienestar, tal y como la concebimos, la conocemos, y la deseamos; y la única solución a la mano más inmediata es la que hay… Así que lo que nos dé la real gana.