(de Pekelandia)
Uno de mis comunicados recibidos reza así: “Si en tus escritos tocas temas de tan diversa naturaleza, es porque no eres un maestro en ninguno de ellos”… Naturalmente que no, ni tampoco lo pretendo. Siempre he dicho que lo que traslado aquí no es mío, sino recogido de mil y una lecturas, libros, fuentes, disciplinas y charcos; que esas sí que sí, son maestras en lo suyo. Yo solo me considero un transmisor, un divulgador, y, si acaso, un condensador, un compilador… Pero sí que tengo una facultad, si ustedes me permiten faltar a la modestia, y es la facilidad para poder relacionar esos “temas de diversa naturaleza” que cita mi comunicante, y exponerlos con el fin de abrir la mente de los que tienen el vicio de seguirme, para que puedan ejercitar el pensamiento. Les pongo un ejemplo real, taxativo y concreto:
Saben que suelo citar mucho la teoría del Big Bang, de Stephen Hawkings, famoso físico y cosmólogo, de que todo el Universo conocido nació de una explosión inicial, cuyo punto central expansivo fue de apenas un solo átomo de energía primigenia, y que ha sido corroborado por toda la física quántica… Bien. Pues ahora, una bióloga española, Eva Nogales, nacida en Colmenar Viejo pero investigadora en Berkeley (típico de España), premio Shaw – el “nóbel” asiático – en Hong Kong, publica:
“Todas las personas fueron primero una célula única. Esa célula solitaria ya tiene un ADN inclusivo y exclusivo, un manual de instrucciones, para estallar y convertirse en un ser humano único de 30 billones de células destinadas a formar sus múltiples y diferentes órganos”… y sigue en su exposición explicando el qué, el cómo y el porqué de semejante fenómeno.
Ahora, por favor, díganme si no existe un paralelismo asombroso, un método idéntico, un calco extraordinario y exacto, con el famoso Big Bang de la creación del mundo… La conclusión lógica es que todo funciona con un mismo patrón… “Tan así es arriba, como es abajo”, que también dejó dicho Hermes Trimegisto en su Tabla Esmeralda hace más de cuatro mil años (filosofía hermética). Miren – y prosigo, prolongándolo, con el ejemplo – aquí tienen una coincidencia cuadruple: cosmología / biología / física quántica / filosofía, a la que podríamos añadir un par más si nos molestáramos en buscarlas: la química y las matemáticas… Evidentemente, todo esto no es achacable a la casualidad, si no a la causalidad; aquí no existe el Azar, sino un plan bien diseñado, y entonces entraríamos en otra más: la teología.
Si llegados a este punto está usted sorprendido, tómese unos minutos de reflexión, y luego, si le apetece, sigamos con otra aseveración de nuestra eminente biofísica nominada para el Nóbel: “… Estamos hablando de átomos, como todo lo demás. Nuestros átomos vienen de supernovas (explosiones de estrellas) y cosas así”. Aquí tienen otra inequívoca conexión con el cosmos, que confirma aquél axioma gratuíto, creo que del ufólogo Fáber Käiser, cuando aventuraba que “estamos hechos de polvo de estrellas”, y le conestaban que hablaba sin ningún tipo de respaldo científico… Pues bien, ya lo tenemos.
Pero, como no hay dos sin tres, volvamos de nuevo a Eva Nogales, que amplía el extremo: “Con solo veinte aminoácidos diferentes, que actúan como piezas de Lego, montándolos en distintas mezclas, obtenemos toda la belleza de la vida, desde una bacteria a un elefante, pasando por una esponja marina”… Así que, como más o menos decía el Jesús del Evangelio, el que tenga ojos para ver, oídos para escuchar y sesera para pensar, pues eso, que los ponga a funcionar, que para eso mismo están.
Como verán, todo está conectado, absolutamente todo. Einstein murió a punto de establecer su “Teoría unificada del Universo”, esto es: una sola y única fórmula con que explicar el Todo. Una lástima. Pero quedémonos con lo que nos dice el genetista estadounidense Francis Collins, exdirector del Proyecto Genoma Humano: “el ADN es el lenguaje de Dios”… Curiosamente, en la entrevista que hacen a nuestra Eva Nogales (EP-29/12) confiesa que de cría fue fervorosa creyente; que de catequista rompio con la religión, porque vió la falsedad de la Iglesia; y que de estudiante, la vocación por su carrera, le vino por influencia de sus profesores de física, química y matemáticas; y que ahora está en la fase de reconocimiento de Dios en la Ciencia.
Así que le digo a mi interlocutor del comienzo, que, si se fija en este artículo, nada es mío, sino de los que sí saben muchísimo más que yo… Bueno, una cosa sí es mía: las tijeras y el pegamento para recortar y unirlo todo en un mismo álbum de cromos con todo el sentido común y lógica del mundo mundial. El “aprendiz de mucho y maestro de nada” que es el castellano refrán que él sintetiza en su comentario, vale para eso: para poner mis distintos aprendizajes al servicio de un solo y único todo.
Es que tampoco creo que sirva para mucho más, ni tampoco aspiro a ello… A veces ato un par de cabos y saco una conclusión mía, propia, puede ser, aunque luego siga sin haber nada nuevo bajo el sol. Y es que, el nudo, a lo mejor, sí que es mío, pero los extremos de la cuerda, como la propia cuerda, no lo son.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com