LA VIDA

La vida, ni nada de lo que existe, podría ser posible sin las proteínas. La proteína es una cadena compuesta desde 150 a varios miles de aminoácidos. El problema es que la cadena tiene que estar dispuesta en el orden correcto y preciso para que pueda cumplir su función, si no fuera así no serviría de nada… ¿estamos en situación?. Bien, ahora ustedes me hacen su pregunta lógica: ¿cuál es la posibilidad de que se dé ese orden correcto?.. Bueno, pues no se me asusten: en tales condiciones simplificadas, la probabilidad es materialmente de 1 sobre 22 elevado a la potencia de 1.000. O lo que es lo mismo: de 1 sobre 10 elevado a la 1.500 potencia. Un disparate.

Como ni siquiera mi buen amigo Juamba va a ser capaz de hacer semejante cálculo sin exasperarse, traduzcámoslo al terreno de las apuestas en el juego, o con lo que estemos más familiarizados. Imagínense, si es que pueden, que ese cálculo corresponde , por pálida aproximación, y aún menos probable, al de ganar en la ruleta, o sea, sacar seis números, en el buen orden, entre cincuenta (una posibilidad sobre 10.000 millones), pero además durante 150 semanas seguidas – más de dos años ganando semanalmente a la ruleta – ¿ustedes lo creen posible?..

Bueno, pues exactamente esa fue la probabilidad que se dio para que todo lo creado comenzara a existir hace 400.000 millones de años, hayan sucedido tantas cosas desde entonces, y yo esté escribiendo hoy aquí esto para que después lo lean todos y cada uno de ustedes. Ni más, ni menos… Si Dios, o lo que fuera que fuese (pónganle el nombre que quieran) es un consumado jugador, o, si no juega ni a los dados, como dejó dicho Einstein, entonces es un consumado químico y un magnífico matemático de superpremio Nóbel. Por lo menos… Salvo, claro, que sigamos pensando, como aún piensan muchos, de que tal megacarambola sea fruto del azar. Que ya es mucho azar, por cierto.

Aparte la coordinación, naturalmente. Es que, fíjense bien fijado, por si alguien no había caído en ello, que, si bien es cierto y demostrado que todo empezó en esa gran explosión del Big Bang, que dice Stephen Hawkings… que sí, que bueno, que vale, tampoco es menos cierto que Algo o Alguien tuvo que arrimar antes los materiales, preparar el mejunje y disponer el artificio para que pegara el petardazo… pues Hawkings solo supo lo de la traca y cuándo pasó más o menos, pero no se mete en mayores honduras; y se sabe que sucedió, porque el Nóbel de Química, W. Wilson, descubrió la radiación de fondo de las partículas microondas que produjo (aún puede vérselas en el ruido de la llamada “nieve” en los televisores).

Así de doméstico y de casero puede resultar la cosa del meter semejante eco en el salón de su hogar a través de la máquina de atontar… Algo tan a mano y tan ignorado, por eso mismo, porque le hacemos más caso al anuncio de la casquería en serie que a lo que se supone el chisporroteo ese de la pantalla, que encima puede ponernos a pensar, siendo eso extremadamente peligroso (el pensar, digo) dado lo que hay en el general del personal.

Y, sin embargo, estamos hablando de la vida y de la existencia de todo… Como también, pensando con cierta lógica, de la pre-existencia de ese mismo todo. Tanto en esencia como en potencia: la esencia es ese divino disparate quimicomatemático  de medios; y la potencia es esa poderosa voluntad inicial de llevarlo a cabo, ese inimaginable primer cohete que inauguró tal monumental castillo de fuegos artificiales.

Entiendo que aún haya gente pegada a un demiurgo enfrascado en media docena de días, laborales y de dura labor, válgame la redundancia, para reservarse un séptimo de “dolce far niente” en el que recrearse en su obra… total, para dejar un Domingo en el que el personal se divide entre los que ocian y los que trabajan para los que ocian. Podemos, si así lo queremos, dividirlo en seis etapas seguidas sin noches ni días, vale, pero si el invento está acabado, o aún por acabar, entonces aún no hay que recrearse. Al menos, no todavía. A este trasto le queda la obsolescencia que le haya sido programada por el fabricante, salvo que nosotros nos lo carguemos antes y con tiempo, que en eso mismo andamos, por cierto.

Ya Parménides dijo que “de la nada no se puede sacar nada”. Ergo, si algo nació es porque no existía “la nada”… Por otro lado, la física moderna, la termodinámica en concreto, establece que “todo lo que tiene un principio ha de tener un final”. Y en esto hay un par de finales: su final de trayecto, y el fin para lo que fue hecho, esto es: el propósito. Y ambos aún están por dilucidar.

A mí, personalmente, me interesa más el segundo que el primero, no sé a ustedes… Me refiero al motivo con que se montó aqueste dispositivo. Se me ocurre que para experimentar, demos por válido pulpo como animal de compañía. Pero, ¿experimentar qué y para qué?.. y otra preguntica más, si se me permite: ¿para experimentar el Creador o para experimentar sus creaturas?.. ¿quizá ambos dos al alimón?.. Desde luego, no veo yo a la gente preocupada por, y metida en, esas tales disquisiciones, sino más bien en ”pá cuándo el próximo festejo, viejo?”, que es lo que interesa… ¡Anda la osa!, ¿pues no somos creyentes?.. ya… pero creyentes, ¿en qué..?.

Escriburgo

Durante 30 años fue vicepresidente de C.O.E.C.; durante 20 años Juez de paz; durante 15, Director de Caritas... Es autor de cinco libros. - Ha fundado varias ONG's, y actualmente es diplomado en RSC para empresas; patrón de la Fundación Entorno Slow, y Mediador Profesional.

Deja una respuesta