(de Cuerpomente)
Álquienes cercanos me preguntaron sobre el Destino. Así pues, este artículo va especialmente dedicado a tales personas… Algo tan difuso como eso es realmente difícil de explicar. Y en realidad no es que sea difícil de entender, es solo que no solemos aceptar ciertas posibilidades, pues hemos sido educados en un concepto intelectual contrario, y rechazamos todo aquello que nos puede incumbir personalmente por nuestra propia responsabilidad. Normalmente, yo mismo me resisto a dar mi opinión por un par de razones, al menos: porque sé que resultaría baldío, un esfuerzo un tanto inútil, por un lado, y, por otro, para que no me tomen por más chalado de lo que ya me toman.
Lo cierto y verdad es que el Destino es una etiqueta consciente que nos hemos construido para archivar en el inconsciente todo aquello que no podemos, no sabemos, o no queremos explicarnos… Nos resulta muchísimo más fácil y cómodo largar a una confusa y difusa predestinación todo aquello que, para nuestro aparente bien o mal, parece sucedernos a lo largo de nuestra ida, y que le concedemos el calificativo de determinante.
Sin embargo, las leyes universales no prevén, en modo alguno, esa especie de azar que nosotros achacamos al Destino. Nada es ocioso en el Universo, nada ocurre por nada; todo obedece a una causalidad, y no a una casualidad… El mismo Cristo dijo que “nada, ni una pluma, ni un cabello de vuestra cabeza se mueve sin que el Padre lo sepa”, u otras palabras muy parecidas. Pero todo esto, que parece apuntar a que todo está predestinado, es solo para eliminar el concepto del “azar”, de lo casual… La cuestión, en todo caso, es: ¿Qué, o Quién, establece eso que llamamos Destino?..
Ahí le han dado… A nosotros nos resulta muy conveniente pensar que el destino nos viene marcado por “algo” ajeno a nuestra actuación, porque, de esa forma, eludimos nuestra propia responsabilidad en ello. No tenemos culpa alguna si el Destino nos ha marcado con tan buenas, o malas, cartas, alegamos… y soltamos lastre en ese Destino… Puede valer (de hecho, a nosotros nos vale), sin embargo dejamos en la cuneta la total y absoluta voluntariedad y libertad con que actúa el ser humano. El propio Génesis deja establecido que fuimos dotados de “Libre Albedrío” en la escena que se pinta como nuestra “creación”.
Por ende, queda meridianamente claro que, en esa especie de determinismo (o predeterminismo, si lo prefieren) también está presente la elección humana. De alguna forma y manera participamos libremente en esa mecánica determinista que nos atañe a nosotros mismos.
Lo que ignoramos, al menos a nivel consciente, claro, es el cómo, el cuándo o el dónde se produce esa participación en la elaboración de nuestro propio Destino, que son dos, por cierto: uno a nivel personal, particular, individual, privado e intransferible; y otro a nivel social, general, de toda la humanidad… Hasta aquí, todo esto que he expuesto obedece a puro razonamiento lógico, y a partir de ese punto ya todo sería especular.
Así que, si les parece, pueden hacer dos cosas: o no seguir leyendo, o seguir especulando, lo que ustedes quieran… El factor posible que hemos de introducir aquí sería la inexistencia de lo que llamamos “Muerte”, que no es otra cosa que la separación de la energía consciente de la materia inconsciente; y que cada cual sigue su camino establecido por separado: la materia sigue las leyes físicas de la termodinámica, “el polvo al polvo” como apunta la religión… una Iglesia, por cierto, que dogmatiza “la resurrección de la carne” cuando lo verdaderamente importante es la del espíritu, si bien el espíritu nec esita despertar, no resucitar (aquí se nos da un clamoroso gato por liebre)…
…Y esa energía, pensante, decidente, obrante e inteligente, en la que estamos incluidos todos y cada uno de nosotros, y que sigue su propio ciclo… digamos evolutivo, en unos estadios, niveles, fases, dimensiones, o lo que prefieran, ya despojados de la materia, en, y con, la que experimentaba. Bien, pues si todo esto lo consideran ustedes plausible, que, dicho sea de paso y porque viene a cuento, está en absoluta y total armonía con todas las leyes de la física quántica y de la relatividad científica avanzada por Einstein, no resulta tampoco descabellado pensar que es ahí donde… digamos que “se planea” la siguiente “inmersión” evolutiva en la materia: el llamado Destino.
Vale… ¿y quién dice que el factor humano como tal, en su otorgado libre albedrío, no puede participar directamente en las decisiones que afectan a su propio y personal plan evolutivo?.. Es que hasta sería un absoluto contrasentido que así no fuera. Y si así fuese, entonces ese Destino tendría su muy lógica explicación. La también ley física de Causa y Efecto haría el resto consecuencial hacia el fin relativamente pre-establecido con nuestro propio concurso.
La pregunta del millón sería: ¿y por qué no somos conscientes en nuestra vida de todo eso?.. Pues porque sería como ir a un examen con las respuestas a los temas que nos van a salir en el bolsillo; sabiendo de antemano lo que debemos aprender por nuestra propia asunción experiencial. Y si hay algo en todo este Plan que no nos está permitido – lo único en realidad – es hacernos trampas a nosotros mismos.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – info@escriburgo.com