(de Periódico Opción)
Un colega y un añadido me dicen que porqué no escribo algo sobre La Verdad, ¡nada menos!.. ¿Sobre qué verdad?, le respondo, ¿la tuya?, ¿la de este amigo que te acompaña?, ¿acaso la mía?.. Existen tantas verdades como seres humanos hay, por lo tanto, ¿cómo puede ser verdad una de ellas y su contraria?.. y, encima de todo, hemos sido educados, o quizá deseducados, a combatir, en vez de debatir, entre nosotros, cada uno por la suya… Al final de todo, escribir sobre la verdad es escribir sobre “mi” verdad.
Como definición de lo que puede ser la verdad, a mí solo se me ocurre una: “podríamos decir que la verdad es la no-mentira consciente”… Me explico: la mentira consciente (nuestra época es de embustes y face news) nunca puede ser verdad, al igual que las que se largan con un propósito definido e interesado; con un objetivo de propio beneficio a pesar del daño ajeno… o incluso con la sola intención de daño, aunque yo, personalmente, crea que todo se basa en un interés económico y/o de poder manifiesto sobre los demás.
¿Pero la verdad/mentira que se hace de buena fe, sin mala intención?, se me inquiere… Yo pienso que la persona cree que está diciendo una verdad, simple y sinceramente. Luego, existe una Verdad holística, universal, incuestionable e incontestable, de la que cada persona – acentúo lo de persona, no gente – participa de una parte más o menos amplia, más o menos equivocada, mejor o peor interpretada, que es la que captamos y creemos como verdad. El error más común es precisamente ese mismo: que confundimos nuestra verdad con la Verdad, y nos dejamos el alma por relativizar (inconscientemente, claro) lo que es absoluto… Y aquí, como decía mi inolvidable amigo el cura Antonio: “metámosnos tós y sálvese el que pueda”.
Mi método personal para captar la negativa de la positiva, si quieren saberlo, es aplicar un poquico de observación, y en esta fauna existen como un par de grupos: los que tienen la voluntad de engañar, y los que se dejan, porque en el fondo quieren ser engañados… A ninguno de ellos le importa la verdadera verdad un comino. De hecho, los primeros se esfuerzan por imponer lo falso, y a los segundos les es más cómodo creer lo que sea antes de molestarse en pensar.
Los primeros son aquellos que lo que te transmiten lo hacen desde una insistencia casi violenta y repetitiva; si te niegas a creerlo eres atacado, insultado, declarado enemigo (cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia); y practican el “si no estás conmigo, estás contra mí”…En la otra cara de la moneda están los que se limitan a decir su verdad y dejarlo ahí, sin imponerla, sin coaccionar; simplemente la muestran, la mantienen pese a los escupitajos de desprecio, y se acabó lo que se daba: “para ti la presa, hermano lobo”…
Los segundos son aquellos que se encogen de hombros y se niegan a debatir ni a dialogar, los que te dicen: “yo solo sé lo que quiero y no deseo hablar de lo contrario”… Los “sinrazones” son legión, y es el caldo de cultivo de los primeros; los tontos útiles que no precisan explicaciones, porque, en el fondo, les dá igual; les dá lo mismo lo que nadie pueda decirles; huyen de cualquier razonamiento.
En ambos casos es tierra baldía, inerte, árida… “Dejad que los muertos entierren a sus muertos” decía Jesucristo aconsejando a sus apóstoles para que no perdieran tiempo ni fuerzas en tales eriales. No es que no pensara en ellos como personas, que sí, sino que los daba por nulos. Cero. Lo remató con otra frase lapidaria: “no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oir”, con respecto a la palabra que Él predicaba. Y punto pelota.
Parece como si yo estuviera poniendo sobre el tablero una lucha de la verdad, algo así como una batalla por la verdad… Pero no es así. La verdad auténtica, la genuína, es pacífica, no pelea, es mansa, solo aparece y se muestra, pero sin imponerse, sin hacerlo con suficiencia ni estridencia. Expone sus razones si se le pide, y se marcha por donde ha venido… “Si no te escuchan, sal de la ciudad, sacúdete el polvo de las sandalias y vuelve aquí” fue el consejo del Nazareno a los suyos… Es otra de las características de la Verdad: exige libertad de elección, voluntariedad, pero nunca, jamás, presión ni imposición. Es lo contrario a la fuerza y a la desidia.
A mí se me achaca que repito mucho las ideas. Cierto. Es mi efecto y mi defecto… Pero me limito a ser cansino, no coactivo, o, al menos, eso intento. Sin embargo, por el contrario, hay otros que se quejan de que, cuando pido algo u ofrezco algo, a nivel personal, que no colectivo, no vuelva a decírlo ni repetirlo más, y tiene su explicación: cada cual guarda sus razones para aceptar o rechazar un ofrecimiento, una invitacion, una petición, y hay que respetarlo desde la primera intención. Todos hemos de aprender a cosechar y aceptar las consecuencias de nuestras decisiones y de nuestras acciones… Yo el primero, naturalmente.
Dicho todo esto, podemos volver, si lo desean, al comienzo de este escriturial… ¿Qué es la verdad en una sociedad donde cada cual esgrime su propia, única e inequívoca verdad?.. ¿cuál es?, ¿dónde está?.. Quizá deberíamos empezar a considerar que nuestras verdades humanas sean relativas, y, por lo tanto, fugaces, y, por lo tanto, falsas. Que las verdades universales, eternas, se reducen a una sola y única Verdad absoluta; y que aquí nos partimos los piños por imponer nuestras verdades relativas, perecederas, que tienen fecha de caducidad con nosotros…
En la práctica, cuánto más dialoguemos, razonemos y debatamos nuestras verdades, más posibilidad de verdad tendrán, aunque no la tengan por entero, ni en su totalidad… Además, más vale perseguir la verdad toda la vida, que adoptarla y adaptarla a la mentira durante toda esa misma vida.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com