Alguien a quién tengo en mucha estima, me pide que escriba algo sobre la… ¿famosa?, ¿conocida?, ¿ignorada o ignota?.. “fuente Q”, de la que se desconoce casi todo, pero de la que nacen una buena parte de los Evangelios… Es la tercera vez que me insisten en ello, y habrá de ser la vencida, dada su fe… Lo cierto y verdad es que, precisamente por su más que teórico desconocimiento, y por lo delicado de su naturaleza; dado que hay legiones dispuestas a lanzarse al cuello de los que digan lo que ellos no quieren oír, no puedo arriesgarme a decir nada de lo que no se haya dicho ya. Y es poco. Bastante poco.
Solo que los estudiosos y expertos bíblicos y neotestamentarios creen (muchos están convencidos) que los Evangelios de Lucas y Mateo provienen, en todo o en gran parte, de lo que han dado por llamar “la fuente Q”, unos escritos datados unos 60 años antes que los citados – los primeros tras la muerte de Cristo – y de los que apenas han aparecido unos leves fragmentos en Oxirrinco y en Qumran, de donde le viene, o así se dice, lo de “Q”, si bien hay otros que aseguran que es de “Quod”, o sea: ¿Qué?..
Y eso digo yo: ¿qué más se puede decir?.. Tan solo que los Evangelios conocidos como Canónicos, esto es, los del Cánon, los del “porque-lo-decimos-nos”, no dejan de ser más que la punta del iceberg (apenas un 9% de los escritos existentes), cuyos hechos se repiten, además, muchas veces, con claras diferencias entre los llamados evangelistas… Unos dicen que, algún día, aparecerán, como aparecieron los del Mar Muerto; o los llamados Apócrifos; o los gnósticos de Nag Hammadí. Y otros aseguran que están muy a buen recaudo en los archivos vaticanos.
Parece ser (eso aseguran cada vez más expertos) que esa Fuente revela toda la vida y existencia de Jesús, desde que nació hasta que murió; la naturaleza detallada de su misión; de sus sí o no milagros; de todo su entorno… y hasta de su físico, que, por cierto, en nada se asemejaría a la figura idealizada por la iconografía religiosa, acercándose más al prototipo judío de su época, de las que existen sobradas bases antropológicas para reconstruir su más que posible retrato…
Incluso existe algún investigador que avanza el hecho de que ese hipotético Evangelio Perdido o Fuente Q, fue escrito por su hermano de sangre y de fe, y heredero de su Mensaje al frente de la Iglesia de Jerusalén, Santiago, llamado “El Justo”, y que incluiría toda su genealogía familiar. No puedo añadir más de lo que sé y he leído, fuera o no fuera creído. Pero sí que dejo constancia de que si esa Fuente, de la que permanece oculta su 91%, no aparece, puede que ya apareciera y se desestimara, o puede que no interese que aparezca.
Lo cierto y verdad es que el Evangelio de Juan recoge una enigmática frase: “…y también hay otras cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, creo que ni aún en el mundo entero cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén”… Se da por supuesto que el concepto “libro” de la época era muy distinto al que se tiene hoy, y la capacidad de “escribirlos” muy por debajo de la actual, pero, aún y así, establece con claridad meridiana que existe mucho más de lo que se conoce… o se ha dado a conocer.
Una de las cosas más dilucidadas hoy es la impuesta “virginidad” de María, por ejemplo, cuyo dogma se estableció apenas hace un par de siglos dentro de los dos milenios de “supuesto” cristianismo. Todo reside en los primeros y ya obligados por interesados traductores: en arameo, “almah”, que así consta, significa señorita, dama joven, pero al pasarlo al griego del evangelio, se escribió como “parthenos”, que significa mujer virgen, doncella… La historiografía y el estudio de lenguas antiguas tiene estas cosas, que se descubren ciertos incómodos detalles… Como por otro ejemplo:
En hebreo antiguo, el prefijo “al” significa, según su posicionamiento, “sobre”; y el prefijo “el” viene a ser “por”. El cambio de rabito en la letra dice que Jesús caminó “sobre” el mar, cuando pudo ser “por” el mar, como el que anda por la orilla, por el litoral, por la playa, generalizando… Igual existe la versión, cada vez más basada y apoyada por autores serios, de la relación de Jesús con los esenios, con los terapeutas. Cristo conocía las técnicas de curar y aliviar, de sanar a los enfermos, y no digo más que esto para evitar mi lapidación.
Sin embargo, a mí, personalmente, que Jesús naciera de una virgen o no, o que resucitara muertos o no, o que anduviera sobre las aguas o no, me lo trae al pairo (de otros antes que él también cuentan de ellos que lo hicieron)… No me condiciona en absoluto para creer en él. Lo que me convence de Él no son sus milagros, sino su Mensaje. El cogollo del Sermón de la Montaña. Lo que de verdad dijo, no lo que dicen que hizo. Como tampoco me dice nada su resurrección en la carne, sino en el espíritu. Y eso, al final, lo hacemos todos.
“Una cosa no es necesariamente cierta porque un hombre muera por ella” (Óscar Wilde). Claro que no, pues la muerte solo es una puerta que pasamos con nuestras certezas y nuestros errores a cuestas. A mí me sobra todo lo que me ha echado encima la religión manipulada, y me atengo a lo que dijo el filósofo francés M. Jean Güyan: “una religión sin mito, sin dogma, sin culto y sin rito, no es más que una cosa bastarda”… Pero, una vez quitado todo el perifollo inútil, una vez entendido lo falseado y expuesto lo ocultado, en eso, sí que puedo creer. Y bien que lo creo.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – miguel@galindofi.com