Cuando escribí el de “Corruptio Optimi Pessima”, una buena amiga tuvo a bien prevenirme: “magnífico artículo, Miguel, pero te vas a llevar las del pulpo por parte del integrismo católico”… Así fue. Pero las zascas me vinieron, no solo porque se sintieran atacados por su feroz latrocinio con lo de las inmatriculaciones, sino también porque… ¡defendía a los moros!, según su enfermiza visión de un comentario sobre Mansur Escudero, presidente de la Conferencia Islámica Española. Está cada vez más claro y patente: ¡Santiago (Abascal) y cierra España!..
Yo creo que es por cosa y causa de la competencia, pues, a fin de todo, en el fondo persiguen lo mismo: EL INTEGRISMO… Desde que Vox está llegando al poder del brazo del PP, en los Ayuntamientos a su mando, como Mallorca, Valdemorillo, Madrid, Biviesca, Sta. Cruz de Bezara, etc. está prohibiendo exactamente las mismas proyecciones que las censuradas en países como Arabia Saudí, Kuwait, Quatar o Emiratos Árabes… Incluso el propio Abascal ha contratado los servicios del obispo (o ayatolah) Munilla como asesor-censor moral de cuánto se exhiba bajo su férula en materia de espectáculos de Dios y del Demonio… Así que, aviso, pronto me tocará a mí pasar por tal Inquisición.
En cuanto a los palos por mis críticas a sus ansias despojatorias de inmatricular todo lo que se les pone a zarpa, tanto un palacio como un cementerio, una mezquita cordobense que una plaza de pueblo, hubo una dama, o caballera de no sé qué órden, que me dijo que yo predicaba en nombre del Diablo… Hay que ver qué buen invento el de Satanás, por parte de la Iglesia más depredadora, que le ha permitido mandar a la hoguera y al patíbulo a cuántos y cuántas le llevaban la contraria… O acaso ni eso, únicamente por el solo hecho de opinar libremente, de ejercer el librepensamiento…
Sin embargo, y aunque se me acuse de “decidor del diablo”, sí que he de decir que, el demonio al menos, no roba, no se queda con la propiedad de nadie, no inmatricula… Ellos, los ecclesiam suam, sí que lo hacen (cuando crearon a Satanás bien se cuidaron de hacerlos patrones del mal, incitadores del pecado y capataces del infierno, aún con el infierno de propiedad de la Iglesia), pero se les olvidó hacerlo señor del latrocinio y abusador sexual de los más débiles. O fue un lapsus, o es que ya tenían pensado reservárselo para ellos.
Y me viene a la memoria, de entre otros muchos, el caso de Trasmoz, un pueblo a pie del Moncayo, antaño rico en minas de hierro y plata, frondosos bosques y abundante en agua, perteneciente al Reino de Aragón, que, como no pagaba impuestos al Abad de Veruela, por no sé qué acuerdos del Señorío con la Santa Sede (año 1.255), el Arzobispo de Tarazona decidió excomulgarlo entero, con todos sus habitantes incluidos en el lote… Entre otros imperdonables pecados es que allí residían musulmanes y judíos en perfecta paz y armonía con los cristianos. Así que pronto nuestra siempre inefable Iglesia desató toda la rumorología sobre brujas, hechicerías, aquelarres y toda parafernalia al uso para justificar su general agresión.
El conflicto (de puros intereses pecuniarios) entre Trasmoz y la Abadía de Veruela, se fue agudizando hasta bien entrado el siglo XVI, en que el Señor de Trasmoz, don Pedro-Manuel Ximénez de Urrea, denunció ante la corte de Fernando II que el puñetero y avaricioso Abad, además, había desviado los cursos de agua desde su Señorío a su Abadía, sin pagar un maravedí (inmatriculó el agua) por su uso, para luego él pasar a venderla a peso de oro…. Respaldado el secuaz mitrado por su Papa, aparte la excomunión, le sumó una maldición sobre todo el pueblo, al amparo del Salmo 108 de La Biblia.
La Iglesia sabe que la fe dirigida en masa es una fuerza creadora inmensa. Miles de millones de personas creyendo durante siglos en la figura diabólica terminan haciéndolo tan manifestante como las curaciones de Lourdes, y ustedes sepan disculpar la comparación, pero todo es el resultado de lo mismo: de la fuerza de la fe (lo que pasa es que hay fes, y fes, claro)… Y otorgarle una representación plástica al mal es una manipulación dual de la realidad una y única. Así se reservan la representación exclusiva del bien para ellos, mientras nos largan el mal a los demás que no somos como ellos.
Lo que toda persona – no gente – debería saber es que se esconde más mal bajo la capa del bien, que bien bajo la capa del mal… Entre otras cosas porque nos hemos empeñado en ver la verdad bajo el trampantojo de una falsa apariencia. La pura verdad, la creamos o no, es que nos la han vendido y nosotros se la hemos comprado; nos la han fabricado, igual que el pienso compuesto, y nosotros lo consumimos ávidamente: ritos, mitos, procesiones y tradiciones… Nos la han edulcorado, y nosotros lo hemos creído todo a pies juntillas.
Y al creerla, nosotros mismos la hacemos real, aunque sea una mentira… La ley universal es que el ser humano se crea su propia verdad y su propia mentira; su propia luz y su propia oscuridad; su propia gloria y su propio infierno… Y que no necesita intermedarios para ello. Por eso sigue siendo válido lo que nos dijo el, ese sí que divino Nazareno, de que “La verdad os hará libres”.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com