Amnistía es la palabra de moda… y de poda. Todos y en todo lugar se habla de ella: políticos, tertulianos, periódicos, televisión, ciudadatas con corbata, de todo género y condición, pero sin tener noción. Y he dicho que de moda y de poda, precisamente por eso mismo, porque la moda entre los de acá y los de acuyá es que la están podando de su estricto significado y contenido, y lo digo en su correcto término, claro. La única realidad, al menos de momento, es que los unos desean revestirla de ominosidad, anatemizarla, y, por supuesto, eliminar de raíz su principio de justicia restaurativa, que lo tiene; y los otros, por el contrario, lo que quieren es disimularla, rebajarla y relajarla, esconderla, cambiarle el nombre a ser posible, como a una marca de enjuague dental…
Así que en sus intentos ambos por conseguirlo, apelan a… naturalmente, ¿cómo no?: “los medios que producen tontos polarizados”, en palabras de la Catedrática de Ética Adela Cortina, que es la máquina que, carnaza echada, produce la longaniza. Cualquier medio es bueno para ejercer la desinformación y la demagogia, que viene a ser lo mismo. Por ejemplo, aquí, López Miras ha puesto en solfa todos los autobuses que han hecho falta para trasladar a nuestros palmeros y pancarteros a Madrid, pero no los encuentra para llevar a nuestros zagales a sus colegios… Y no deja de ser más que un nimio detalle de la visceralidad y tendenciosidad con que se está manejando y “vendiendo” esta cosa.
Lo primero que desgañitan todos, pero siempre según el interés de cada cual, es sobre la “constitucionalidad” o la “inconstitucionalidad” de esa Amnistía, cuando la Constitución no dice ni mú a favor ni en contra. Leansela, please. Nada, no existe, no previeron, cero… Para que exista algo, primero tiene que nacer; y en un Estado de Derecho, para que nazca algo primero hay que legislar; y, en este caso, habrá que legislar antes de aplicar algo que aún no existe, ¿o no? … Y en eso estamos, precisamente. Lo que pasa es que ambos dos se están aprovechando de forma descarada y ruin, con un uso demagógico y manipulado del término, para formar tormentas en una masa más ignorante que pensante, con que llevarse a los de enfrente p´alante… Y ellos lo saben perfectamente, somos nosotros los que no lo sabemos. Nos mueven y utilizan según sus intereses.
Pero vamos a lo que vamos: a mí, personalmente, claro, y no es más que una opinión, no me parece mal que se legisle sobre la posibilidad de Amnistías. Muchas naciones democráticas las utilizan, no seríamos los únicos, ni deberíamos cerrar la puerta a tal posibilidad en el gobierno de los pueblos civilizados… Al fin y al cabo, no deja de ser una medida de gracia, establecida en Derecho Internacional, que demuestra la generosidad, y por lo tanto la superioridad, de las medidas punitivas de un país. No sé si habré sabido explicarme lo suficiente como para que me comprendan los que quieran entenderme, que esa es otra. Estoy hablando de una cuestión de principios, no de finales.
Otra cosa muy distinta, naturalmente, es cómo se legisla, o el buen o mal uso que se haga de esa legislación (aquí, derechas e izquierdas han firmado Indultos a gogó, a conveniencia exclusiva de sus respectivos partidos, no de la sociedad) … y en esto, precisamente, es donde está el quid of the questión. Donde reside el nudo gordiano: que en España se hace política con las leyes y se legisla para hacer política. Y, claro, ningún trilero se fía de otro cuando uno de los dos dice de legislar. Desconfianza entre iguales, se le llama a eso.
En toda Ley existe una causa, un porqué, un motivo para aplicarla; así como una contrapartida, un para qué, un efecto. Estemos hablando de perdón o de castigo, me da igual. Es como la contabilidad: si no existe un Debe y un Haber no hay contabilidad que valga. Pues exactamente lo mismo. No se puede perdonar a nadie que no lo pida y justifique tal perdón, eso es el ABC del Catón; y luego debe ofrecer algo a cambio de recibir esa gracia, y es, por lógica aplastante, la promesa de no volver a delinquir… Ya ni siquiera hablo de arrepentimiento, pero si se reincide, el castigo debe ser mayor en proporción. Es de sentido común.
Por lo tanto, aquí y ahora, ni vale el parloteo que se trae Feijóo echándole encima al concepto Amnistía a su Santiago y cierra España con botafumeiro incluido; ni tampoco vale el fantasmeo que se lleva Sánchez queriendo colar un cromo dudoso que no corresponde en un álbum estrictamente democrático…. Son dos tramposos jugando su partida (cada cual la suya), con claqué incluida, donde no se está mirando perfeccionar las leyes en beneficio de una sociedad, sino a ver quién despluma al otro y se lleva el pavo a su casa.
De ahí que en la fallida por ya antesabida solicitud de investidura por parte del gallego, quiere el PP y sus conmilitones convertirla en un circo mediático contra una Amnistía que no tiene culpa en sí misma de ser utilizada, manoseada y abusada – por unos y por otros –; y el Psoe y sus mariachis, que quieren travestirla en su cebo, colgado en la caña tendida a los peces que se integren en la paella del tito Pedro…
…Y ese, y no otro, es el cuento de la pipa rota, que, ya saben los que se acuerdan de él: ¿quieres que te lo cuente otra vez? … Pues eso: que hablando de pipas, en este cuento la picadura es la investidura, y el humo es la Amnistía.
Al final, se legisle o no, si al final se aprueba, todo el mundo, todos sin excepción, se aprovecharán mañana de la ley a que se opusieron con tanta saña… Ocurrió con la del divorcio, con la de los matrimonios homosexuales, con la del aborto, con la de la eutanasia… que cuántos la combatieron a sangre y fuego se están beneficiando de ella a porrón y caño abierto. Será todo lo que ustedes quieran que sea, vale, de acuerdo, pero, desde luego, coherencia no existe ninguna. Y es que son algo peor que incoherentes: son políticos, nuestros políticos.
El resto, nosotros, los juancalles, los que andamos por aquí haciéndoles el coro y el corro, sus juglares, somos los tontos útiles, los del cacareo; las gallinas que se dejan las plumas encantadas porque “su” gayo les pique la cresta; las moscas del panal que acuden a ver cómo la miel era una película que no existía. Ese es nuestro teatro… de marionetas, claro.