(de El Mundo)
Muchos de mi generación recordarán el título del libro de Ray Bradbury (1953), y del cual se rodó una inquietante película – creo recordar que en blanco y negro – y que aquí, en España, se estrenó con años de retraso por culpa de la censura franquista que se vió reflejada en ella… El nombre escogido por el autor para su obra se debe a que, esos mismos son los grados a que arde el papel (equivalente a 233 Celsius). Bradbury describe una sociedad en que los libros están prohibidos, y cuantos encontraban eran quemados y encarcelados sus poseedores.
No es una idea nueva. Ya se hizo en la Edad Media, y antes, lo hizo la Iglesia para con sus fieles, y también el nazismo hitleriano en la edad moderna. Y cada vez que muere un Alonso Quijano, que se queman los libros de los que se alimentó… El libro es un enemigo incómodo para cualquier gobierno de tendencias absolutistas. La raíz de Libro, latina, claro, es Líber, y significa Libertad; y los libros no solo aportan el conocimiento que lleva a ser libres, si no que nos hacen pensar, nos conceden argumentos, y nos estimulan la opinión propia, esto es: el librepensamiento. Y esto supone un peligro para toda oligarquía.
Por eso, la estrategia actual es educarnos en la antilectura; ponernos sucedáneos electrónicos, que, además, incorporan vídeos, juegos, entretenimientos, compras, y demás extenso catálogo para desviar la atención a otras disponibilidades más lúdicas. Añadan a eso el enganche a unas ya omnímodas redes sociales (miren los jóvenes) y a unas inextricables series (miren los adultos), y la pereza de leer un libro y mover neuronas se extiende como una sucia mancha de aceite… Me opondrán que también existe el libro electrónico, y eso es cierto, pero, aparte de limitado y limitador, también está controlado usted a través de su uso. No coge aquí exponer el cómo, pero algún día les aburriré con datos y hasta el por qué…
Lo que sí es cierto, es que eso funciona. Los índices de lectura son cada día más bajos… me refiero a cuánto al consumo de libros, claro, y el fomento de la lectura en los colegios de España está a la cola europea, ya que se hace justamente lo contrario en nuestros sistemas educativos. Para leer hay que desarrollar un índice de atención con músculo. Eso es básico, elemental. Pues bien, aquí se ha conseguido justo lo contrario: en el año 2.000, Microsoft hizo un estudio que calculaba el límite medio de atención personal en doce segundos; una década después, ya había bajado a diez segundos; actualmente rondan los ocho segundos… Y esto es tan solo que un simple ejemplo entre muchos. Miren nuestro Índice de Compresión Lectora mismo.
El caso, es que nuestra atención, en términos generales, la hemos puesto en manos de los “youtubers”, los “influencers”, y demás zoología de nuestra era de enganchados por enredados. Es un hecho… Antes, en las salas de espera, en los medios de transporte públicos, etc., era normal ver a un determinado número de personas leyendo un libro; hoy, esa posibilidad es tan rara, que hasta llama la atención. Llama tanto, que hasta se les mira mal. Tan está haciéndose así la sociedad, que ya el propio Ray Bradbury lo advertía en su obra citada: “No hará falta quemar libros cuando el mundo empiece a llenarse de gente que no lea, que no aprenda, que no sepa, que no piense”…
En el libro “El Dominio Mental” (la geopolítica de la mente), de Pedro Baños, se dan todas las claves, datos e información de este fenómeno que cada día que pasa es menos fenómeno y más triste realidad… Nos están llevando, en un estudiado paso a paso, guiándonos de la mano, al mundo feliz huxleyano de Gran Hermano. A una realidad distópica en que la humanidad piense, consuma y se comporte según patrones previamente establecidos, y que convengan al interés de una élite políticoligarca.
Dice Baños – y yo lo creo – que los libros de papel comprados en librerías de siempre, y pagados en metálico en mostrador, es la única forma de que nadie pueda rastrear lo que leemos. Y eso nos convierte en rebeldes. Todo lo que está colgado como digital puede ser hackeado, intervenido, controlado, borrado o falseado. Pero la enseñanza de un libro de papel en una estantería de cualquier hogar es un mensaje que perdura en su inmutabilidad y tiempo. Es un tesoro impagable… y peligroso para los que temen la cultura, el conocimiento y la libertad.
Llegados a este extremo, la Obra Farenheit-451 es cuando puede hacerse pavorosamente real. A los mayorales les es fácil ceder a los pastores las migajas del ganado a cambio de ser sus correas transmisoras; pero el ganado resulta incontrolable a poco que las ovejas empiecen a no comportarse como borregos… Lea esta última frase tres o cuatro veces, y piense dónde se sitúa usted. Y cuando haya aprendido su significado, a lo mejor se pregunta por qué Jesucristo, en su Evangelio, hablaba de ovejas, pero no de borregos.
Es que nos están capando (emasculando, si así les molesta menos) sin que nos demos cuenta. Me dirán que en cualquier librería están a nuestra disposición todos los best-seller´s y títulos de novedad recomendados. Naturalmente. La literatura y conocimientos que se permiten y se promocionan comercialmente… pero pregunte por la obra de Max Héindel, por ejemplo (yo lo compraba en tiempos de dictadura y censura), o por libros más recientes, no sé, Luca de Tena, y otros tantos y tantas… “descatalogado”, te dicen, como el médico que te suelta “eso es un virus”. Descatalogados, claro, no censurados…
Pero dejando de leer, todo solucionado, pues ni hay que perseguir, ni censurar, ni quemar, ni nada. Se lee lo que el Gran Hermano seleccione para nuestros agradecidos estómagos, previamente digerido, por supuesto, y sanseacabó… Aunque no me crean los que lean esto, todas esas pautas se están estableciendo poco a poco, sutilmente, lentamente… Yo ya me he alistado a “la Resistencia”, ¿y usted..?
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com