(de Revista Tarántula)
Alguien me dice, o mejor, me recuerda, aquellas viejas preguntas trascendentales, por otro lado tan repetidas en otros tiempos, del: ¿de dónde venimos?, y sus inevitables compañeras, ¿qué hacemos aquí?, y ¿a dónde vamos?.. Y me señala que, con lo antiguas que son, aún están por contestar. En el tiempo, agrega, la humanidad se ha planteado cientos de otras incógnitas, que ha ido resolviendo más o menos a lo largo de la Historia, “su” historia, claro, pero que éstas tres siguen incólumes desde que el ser humano está en el puñetero mundo. Desde el mismo frontispicio de la Esfinge.
Le respondo que esa curiosidad era antes más que ahora. O, al menos, así me lo parece a mí, ¿nadie ha captado ese detalle?.. En épocas pasadas sí que salían más a la palestra, se leían de vez en cuando, o se repetían y repartían en conciliábulos cuando algún alguien quería ponerse interesante. Pero lo cierto es que hoy nadie – digamos casi nadie – se hace esas viejas preguntas que antaño eran casi recurrentes, e incluso yo diría que también consecuentes. Me contesta que ”ahora que lo dices…”. Mucho menos, entonces, nos hacemos la otra breve y consecuente pregunta: ¿… y por qué?.
Se deberá a algo, ¿no?.. Por supuesto, se debe a que, en la actualidad, se ha perdido cualquier sentido de trascendentalidad, o de la existencia. Nadie se preocupa por esas gilipolleces, me contestarán. Naturalmente. Eso era fruto, entre otras cosas y casos, de los tiempos en que los planes de estudios incluían filosofía, humanidades, etc., y que formaban el sentido holístico y moral de las personas. En unas cuantas generaciones hemos logrado que esas personas se conviertan en gente, desterrar de ellas el hábito de pensar, de meditar o madurar; que no se haga preguntas, que no busque conclusiones, que “esté”, sí, pero que no “sea”…
Y aquí es dónde reside el quid de tal cuestión: en lo de “ser” uno mismo en todo lo existente. La última pregunta se contesta a sí misma, sin ninguna dificultad: Vamos al mismo sitio de dónde venimos, o, de otra forma, para empezar por la primera: venimos del lugar al cual regresaremos. Solo es pura lógica y sentido común, piénsenlo… Lo que ocurre es que para saber el “adónde” y el “de dónde” antes hemos de conocer “quién” somos, o, si eso no, al menos “qué” somos. Permítanme ser bastante más concreto, si cabe: no podemos “saber” sin antes llegar a “ser”. Así, “siendo”, sabremos descifrar tal aparente dificultad de los “dónde”.
No pierdan el hilo de razonamiento, que tampoco es tan difícil… A mí me parece mentira que, haciendo tantas décadas de haber descubierto los principios en que se sostienen las leyes de la termodinámica (física pura y dura) sobre todo por las que se rige la energía, aún no hayamos caído en la cuenta de que todo en el universo, en el cosmos, en la creación, o en lo que ustedes crean o quiera creer, funciona por el mismo principio: El movimiento entrópico de cuanto ha existido, existe y existirá.
Desde que al mundo lo hicieron mundo le inyectaron la entropía: un mecanismo por el cual, todo, y cuando digo todo es absolutamente todo, es un movimiento continuo de energía transformándose en masa (materia), que arma la forma, para después disolverse de nuevo en energía, en un proceso sin principio ni final. Todo se reduce a los infinitos grados vibratorios de esa misma energía, a su calidad y cualidad en sus infinitos niveles. Ni más, ni tampoco menos… Eso tiene también otro nombre por el cual igual se conoce: Evolución. Sí, “ñoras, ñoros y ñores”, y todo esto engloba a lo mineral, lo vegetal, y a las especies de Darwin, que las contiene y las supera.
Ahora solo tienen que añadir un elemento: de todas esas formas y especies, elementales, minerales, vegetales o animales que existen en nuestro mundo, tan solo una, una sola, la humana, tiene, o con-tiene, conciencia de sí misma; pero ya no solo como especie, sino también como individuos, como seres personales, racionales y únicos… En un momento determinado de la conversión de la energía en masa-materia, participó un tipo de energía autointeligente, un “algo” inespecífico, o mejor específico, se añadió, sutil y subliminalmente, como un “soplo”, con la capacidad de pensar y de trabajar en su propia evolución a través de ese mismo pensamiento… o de esa misma “mente”, si así lo prefieren.
¡Et voilá!.. si estamos hechos de materia con energía pensante (llámenlo divina, espiritual o como mejor se sientan ustedes), y ejercemos como tales seres que piensan – no solo como energía anímica, o animal – está meridianamente claro que, tras nuestro período evolutivo, o involutivo, usted mismo es libre, por estos lares terrenos, que por eso y para eso vinimos, volveremos a seguir empleando el conocimiento aprendido, la experiencia, en la esfera (o patio de recreo) que nos corresponda, según nos la hayamos montado aquí y hayamos hecho méritos o deméritos.
Hace cuatro mil años que el “Conócete a ti mismo” está grabado desde una de las más antiguas y primeras civilizaciones de este mundo, como respuesta perfecta y concreta a las repreguntas que me hacía mi amigo y con las que di comienzo a este artículo… Conclusión: Todos somos nómadas. No nos convirtamos en ganado.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com